La danza constituye la primera y más fundamental de las formas artísticas creadas por el hombre. Eso Mawlânâ Rûmî y los derviches giróvagos lo sabían bien. Danzar tiene mucho de rito cósmico. Así, los derviches mevlevíes expresan en su danza del giro o samâ' la solidaridad con un cosmos habitado por el ritmo. Quien danza se vacía de sí mismo, trascendiendo sus propios límites. En una palabra, la danza, tan arrinconada en una cultura como la nuestra, que ha diabolizado el cuerpo, no es cualquier cosa, no se trata de un arte menor.
Dado nuestro interés por dicho arte del cuerpo y del movimiento, iniciamos aquí una incursión por distintas formas artístistas de danza, a fin de entender su particular simbolismo y su relación con lo sagrado. Nuestro periplo nos llevará de la haka maorí, popularizada por los All Blacks, el equipo nacional de rugby de Nueva Zelanda, las danzas balinesas y los bailes tradicionales de Tahití, al ya mencionado samâ' mevleví, pasando por India, el Caribe o las danzas de los chamanes centroasiáticos. También nos detendremos en la danza contemporánea y las aportaciones de algunos de sus representantes más relevantes, como Marta Graham, Rudolf von Laban o Maurice Béjart.
El primer artículo de la serie nos lleva hasta India, principalmente a sus estados sureños de culto shaivita, para dar cuenta de la figura simbólica de Shiva Nataraja, ese dios que danza. Agradecemos desde aquí la contribución de su autor. Halil Bárcena
ese dios que danza
Joaquín Huertas Tamayo
todo el mundo se acerca a ver el espectáculo;
y cuando recoge los accesorios del escenario
se queda solo en Su felicidad"
(Tiruvasagam XII, 14)
En los magníficos bronces del sur de la India dedicados al dios Shiva, en su aspecto de Nataraja (señor de los danzantes o los actores), podemos encontrar representadas la quietud de la unidad intemporal y el devenir de la multiplicidad temporal integradas en una bella y armónica imagen, expresión del Uno Todo. En la siguiente descripición pormenorizada de las diferentes partes que componen esta imagen, a través de su análisis iconológico, podremos encontrar las claves que nos ayuden a entender ese profundo simbolismo que en ella se muestra. La mano derecha superior sostiene un tambor, instrumento cuya sonoridad está asociada en la India al éter, el elemento más sutil por el que se manifiesta la substancia divina. De éste surgirían los restantes elementos: aire, tierra, fuego y agua, de los que se compone el mundo creado.
Para Ananda K. Coomaraswamy en este poema encontramos también de una manera extrordinaria la espontaneidad de la danza de Shiva. La visión poética de profunda intuición siempre es valiosa para acceder mas allá de donde alcanza una explicación formal, dentro de los límites de un discurso razonado. Dice así el poema:
"El espíritu que juega,
El espíritu que suspira.
El espíritu que todo lo crea con la imaginación
Se abandona a la felicidad del amor...
Rodeado de los frutos de Su creación,
Se recrea en un beso...
Cegado por su belleza, se agita, juguetea, baila, gira...
Él, libre en este juego, es todo arrebato, todo alegría,
Libre, divino, en esta lucha de amor.
En la maravillosa grandeza de esta clarividencia sin sentido,
Y en la unión de las aspiraciones contrarias
Aislado en la conciencia, aislado en el amor,
El espíritu comprende la naturaleza de su divino ser...
¡Oh, mi mundo, mi vida, mi salud, mi éxtasis!
Cada momento tuyo yo lo invento
Negando todas las formas que he vivido antes:
Soy negación eterna...
Él alza un rápido vuelo, mientras se asfixia en su torbellino
Disfrutando esta danza, dominado por el éxtasis.
En este incesante cambio,
En este divino vuelo sin sentido
El espíritu se abarca a Sí mismo.
En el poder de la voluntad, solo, libre,
Creándolo-todo, todo-irradiándolo, todo vivificándolo,
Divinidad jugando con la multiplicidad de las formas
Él se abarca a Sí mismo...
Yo habito ya en ti, ¡oh, mi mundo!
Tú sueñas conmigo -era yo viniendo a la existencia...
Y Tú lo eres todo -una ola de libertad y felicidad.
Mediante una conflagración general el universo se abraza.
El espíritu está a la altura del ser, y siente la marea que nunca cesa
Del divino poder del libre deseo. Él es todo osadía:
Lo que fuera amenaza, ahora es entusiasmo,
Lo que aterrorizaba, ahora deleita...
Y el universo resuena con el alegre grito de Yo soy".
Joaquín Huertas Tamayo es escultor. Estudioso del simbolismo de las tradiciones religiosas y el arte, es editor del blog FRAGMENTALIA (barzaj-jan.blogspot.com), dedicado a dichas temáticas.