Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

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Halil Bárcena

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domingo, 31 de mayo de 2009

Del Corán y sus intuiciones espirituales


Del Corán

y sus intuiciones espirituales


Inara Asensio*





El mundo entero y todo cuanto de él percibimos es una llamada, un signo. Nada escapa a esta condición de signo. Todo cuanto percibes, absolutamente todo, incluido tú mismo es susceptible de mostrar lo Real, de ser una evidencia de lo que Es; efectivamente, como si el universo entero fuera un libro pidiendo ser leído y comprendido. Pero para comprender ese libro es necesario conocer las claves que nos permitan entender el significado de los signos y su mensaje. Y tanto el mensaje como las claves para comprenderlo están en el tawhîd, sintetizado en la fórmula: “No hay más divinidad que Dios”. Ese es el mensaje primero y fundamental del Corán y, por extensión, del islam; sí, y, al mismo tiempo, es la clave o la herramienta que nos puede abrir la vía para comprender.

Etimológicamente tawhîd implica una acción y concretamente la “acción de hacer que sea uno”. “No hay más divinidad que Dios" implica situarse en un constante proceso de desmitificación sin excepción alguna. Desmitificación de verdades apriorísticas, de personas, de deseos, de posesiones, de logros personales, de actitudes, de aspiraciones, etc.; es decir, de todo aquello que el hombre convierte en intocable porque deposita en ello su confianza; de todo lo que fabrica a su medida siguiendo el dictado de sus necesidades y también de sus miedos. El hombre tiene tendencia a ponerse “a resguardo” ante la inmensidad de la dimensión inabarcable de la existencia y, por lo tanto, tiende a quedarse detrás de la barrera, en lugares donde se siente seguro. Tanto la necesidad como el miedo impulsan al hombre a fabricar mundos a su medida, mundos que multiplica sin cesar y que va superponiendo como capas sobre sí mismo. El resultado es siempre una visión cerrada y definitiva de la vida, que embota sus sentidos y limita su capacidad de comprensión.

La dirección a la que apunta el tawhîd es la contraria: no fabriques, quítate de encima todos esos añadidos, todas esas “prótesis”, y mira, escucha lo que aquí mismo hay, porque es en ti mismo, en tus adentros, en tu naturaleza primigenia o fitra donde tienes todo lo necesario para comprender. Y comprender siempre es recordar; recordar lo Uno y Único, lo que Es, pero hemos olvidado, enterrado bajo la montaña de nuestras construcciones. No hay rechazo ni del mundo ni de la naturaleza humana, no puede haberlo, puesto que todo cuanto existe es un signo y al mismo tiempo es Eso mismo a lo que apunta, puesto que solo Uno existe. Lo que sí se rechaza radicalmente es el kufr, es decir, esa manera de estar en el mundo, que lejos de prestar atención a los signos los ignora, los esconde, los oculta y acaba provocando el olvido; el olvido de no sólo aquello a lo que apuntan, sino de aquello mismo que manifiestan, que no es otro sino el Único.


* Inara Asensio es abogada. Coordinadora del Instituto de Estudios Sufíes y profesora de islam del CETR (Centro de Estudio de las Tradiciones de Sabiduría)

Simbolismo de la mezquita


Notas sobre el simbolismo
de la mezquita

Halil Bárcena





Gracias a la simbología y a la geometría sagrada, la mezquita (masyid en árabe, esto es, lugar de postración y admiración) resume y nos recuerda al cosmos entero con sus ritmos y armonías. La mezquita es música hecha piedra. En cierta forma, la mezquita no es sino una reproducción de la mezquita primordial que es la naturaleza virgen. Arte, ciencia, conocimiento... sabiamente integrados. De hecho, la mezquita es una réplica humana del cosmos, de la misma manera que la ciudad lo es del universo y el jardín del paraíso. Por eso, cuando uno se sienta en una mezquita -y lo mismo podríamos afirmar de una catedral gótica- se siente en el centro del mundo, enmedio del latir de la vida. Dice un hadîz o aforismo sapiencial atribuido al profeta Muhammad: "Un espiritual en la mezquita es como el sol reflejándose en el agua".

miércoles, 27 de mayo de 2009

Poetas: Allamah Muhammad Iqbal


1
Tú has creado la noche, yo he forjado la lámpara.
Tú has creado el fango, yo he modelado la copa.
Tú has creado el bosque, la montaña y el desierto,
yo he cultivado la alameda, el jardín y el huerto".



2
La melodía volandera puede regresar o no,
la brisa puede soplar de nuevo desde el Hiyâz o no,
los días del faqîr se extinguen,
otro adivino volverá o no.

3
Contémplate a la luz de Dios.
Si permaneces inconmovible frente a esta luz,
considérate tan vivo y tan eterno como Él.
Sólo es real el hombre que se atreve...
que se atreve a ver a Dios cara a cara.
¿Qué significa "Ascensión"?
Únicamente buscar un testigo
que por fin confirme tu realidad;
un testigo cuya sola información te convierta en eterno.
Nadie puede permanecer inconmovible en Su presencia.
Verdaderamente es de oro puro
quien puede permanecer inconmovible.
¿Eres sólo una partícula de polvo?
aprieta el nudo de tu ego
y agárrate fuerte a tu minúsculo ser.
¡Cuán glorioso es bruñir el propio ego
y poner a prueba su brillo en presencia del Sol!
Vuelve a cincelar tu vieja forma
y crea un nuevo ser.
Este ser es un ser real;
si no tu egono es más que humo"


Allamah Muhammad Iqbal (Sialkot, India, 1876-Lahore, actual Pakistán, 1938). Poeta nacional de Pakistán, país cuyo nacimiento no alcanzó a ver, jurista, filósofo y poeta en inglés, urdú y persa, Iqbal ha traspasado con creces el ámbito del subcontinente indio, para convertirse en uno de los referentes del islam contemporáneo. Su obra filosófica más destacada es La reconstrucción del pensamiento religioso en el islam. Por lo que hace a su obra poética, impregnada de valores místicos de aliento sufí, destaca el poemario Los secretos del yo (Asrâr-e Judi). Crítico contumaz del sufismo popular indio y de los excesos de lo que dio en llamar pirismo (los abusos de los pîrs o maestros sufíes), Iqbal hizo de Mawlânâ Rûmî su guía interior y el referente de su pensamiento espiritual.

lunes, 25 de mayo de 2009

De las perlas


"No busques perlas en un cubo de agua.
Has de sumirte en el profundo océano
para encontrarlas"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)





Comentario:
Las perlas habitan en los fondos del océano, como la sabiduría en los textos de los grandes maestros del camino interior. No pierdas el tiempo, pues, removiendo las aguas insalubres de esos cubos de plástico y colores artificiales que se te ofrecen en cada esquina, ya que en ellos hay menos que nada. Y no te engañes pensando que se comienza por dichos cubos de agua para saltar después al océano, porque eso es una falacia. El agua estancada de los cubos anulará tu capacidad de distinguir entre lo que es y lo que no es, entre las perlas y las baratijas. No pienses que todo vale o que todo ayuda o que todo sirve. En el camino interior, sólo aprovecha la luz. Por consiguiente, que sepas que todo aquello que no ilumine, ensombrece. Así pues, no pierdas el tiempo en naderías, ya que... ¡no tienes toda la vida por delante! No malgastes esfuerzos inútilmente y sumérgete ya, de cabeza y sin condiciones, en el océano de los grandes maestros del espíritu, pues sólo allí habitan las perlas, perlas de sabiduría. Cuando lo hagas, verás si no, te sonrojarás de los cubos de agua. ¿Acaso ilumina igual el sol que una cerilla? Halil Bárcena

jueves, 21 de mayo de 2009

Corán, intuiciones espirituales


Corán, intuiciones espirituales


Halil Bárcena



El Corán todo él gira en torno al tawhîd o principio de la unicidad absoluta de la existencia, que aparece condensado en la fórmula “Lâ ilâha il·lâ Al·lâh”, “No hay más divinidad que Dios”, e incluso “Lâ ilâha il·lâ Hû”, “No hay más divinidad que Él”. Ese es el núcleo de la cosmovisión islámica, del que se desprende una concepción holística de la existencia como un todo integrado.

Sin embargo, resiguiendo los pasos dados por Muhammad, hasta donde nos lo permiten los datos que de él disponemos y lo que alcanzamos a intuir de lo que fue su experiencia espiritual, podemos afirmar que el Profeta no arranca del tawhîd, sino que llega a él, algo que aparece explicitado en los pasajes coránicos más significativos referidos a los signos, como veremos más adelante.

Por consiguiente, del tawhîd no se parte, sino que al tawhîd se llega. Ello quiere decir que el tawhîd no es una ideología previa, no puede serlo, ni una creencia, ni tampoco un dogma, sino una forma de ver el mundo (y, por ende, de comprenderlo) y de estar en él. Hoy, para nosotros, el tawhîd posee un doble alcance: es, por un lado, la cristalización de la intuición espiritual fundamental a la que llega Muhammad, y, al mismo tiempo, la puerta de acceso que se nos invita a franquear, a fin de que actualicemos por nosotros mismos dicha intuición muhammadiana.

Gramaticalmente, la palabra tawhîd no es un sustantivo, sino un masdar o nombre de acción, peculiar categoría gramatical de la lengua árabe que remite siempre a la actuación y el movimiento, lo cual implica que el tawhîd no sea una conceptualización cerrada, sino una acción abierta que jamás concluye, como el mundo que, afirma el Corán, no es estático, sino que se está creando y recreando a cada instante. Cuando Muhammad proclama el tawhîd, así pues, no está diciendo en qué cree, sino cómo ve, vive y experimenta el mundo, puesto que el tawhîd tiene que ver, justamente, con el funcionamiento de las cosas.

A pesar del lenguaje teísta en el que está expresado el tawhîd, su sentido profundo es que nada es real, verdadero y operativo salvo lo Real (esto es, Al·lâh, Hû/Él, “El que es”, que de esas formas lo ha dicho la tradición islámica). No existe más realidad que la realidad realmente real. Todo es relativo, excepto lo absoluto. Sólo hay una Realidad, lo que significa que sólo la Realidad es y que toda realidad no es sino en virtud de su participación en la Realidad. A fin de cuentas, el tawhîd no es sino la manera islámica de decir la intuición universal de la unidad, que toda tradición religiosa y de sabiduría expresa de un modo más o menos explícito según sus propias categorías lingüísticas.

El tawhîd no suma nada a la realidad, no se trata, pues, de una interpretación superpuesta al mundo, sino que, justamente, es la operación de radical despojamiento de todo añadido o asociado (shirk) a lo único que es. El tawhîd es desnudamiento de la mirada, hasta ver la realidad tal cual es. Dice un aforismo sapiencial o hadîz, atribuido a Muhamamd: “¡Señor, hazme ver las cosas tal como son!”.



La revelación de Muhammad, su experiencia espiritual de lo que él llama Al·lâh, tiene que ver con la comprensión profunda del funcionamiento intrínseco de la realidad, con eso que gobierna las cosas desde su interior y las hace ser lo que son y no otra cosa. El islam de Muhammad (de hecho a lo único que podemos llamar realmente islam, pues lo que viene después no es sino un constructo sobre dicha experiencia primordial muhammadiana), no es algo aparte de la vida, sino la vida misma en su máxima plenitud. El islam de Muhammad es vivir naturalmente lo que hay.

Y lo que hay es más que lo aparentemente observable. Eso es lo que intuye Muhammad desde un principio y esa es la rendija a través de la que se cuela y sale de sí mismo. Lo que hay es la trama de la vida. El mundo es un texto (que etimológicamente quiere decir tejido) de teofanías, o si se quiere, de signos teofánicos. Este mundo es, en consecuencia, el mundo de los signos, por cuanto no contiene nada que no sea un signo, que es otra forma de decir que en todo late vida, que nada es inerte. Y es, justamente, el conocimiento de los signos lo que permite presentir la dimensión absoluta de la realidad e intuir la unidad de todo cuanto es. Obsérvese, al respecto, que en árabe ‘âlam, mundo, ‘alâma, signo e ‘ilm, conocimiento, comparten la misma raíz gramatical. Por consiguiente, el tawhîd no es un dogma misterioso, sino algo, en principio, accesible a la comprensión humana. En definitiva, lo que el Corán preconiza es un saber de los signos y no un saber de las esencias.

La existencia es el escenario donde se expresa y multiplica la vida en múltiples e infinitos matices. Todo es expresión de lo que el Corán denomina la rahma o fuerza creadora y misericordiosa de Al·lâh, que es la materia prima, o si se quiere, la estructura interior que constituye un universo en el que todo cuanto existe, incluido el ser humano, es signo de la vida expresándose a sí misma a través de todo.


Llegado a este punto, el reto que plantea Muhammad es el siguiente: cómo estar en el mundo, que se resume en los dos aforismos o ahâdîz siguientes. Dice el primero: “El mundo es maldito”; y el segundo: “El mundo todo él es una mezquita”. La contradicción, obsérvese, es sólo aparente. El mundo es maldito, y fuente perpetua de sufrimiento, si te identificas con él; pero es una mezquita, esto es, un lugar de postración y constante admiración (hayrat), si eres capaz de entrever que todo en él es signo de una realidad única que las formas no agotan. El mundo es maldito, tal como un infierno, para quien cree ser por sí mismo, mientras que es una mezquita para quien es consciente de que todo le pertenece a Él y que tenemos las cosas, también la vida, en depósito.

Vivir en el recuerdo, reconocimiento y presencia de la rahma o fuerza creadora de la vida que se expresa a través de los signos, comporta un obrar amoroso y solidario en el mundo a favor de la vida, la paz y la justicia, dado que el amor y la solidaridad derivan del sentido de la unidad subyacente de toda la existencia. Amar a una criatura, solidarizarse con ella, es reconocer su vínculo con lo real y con el todo y, llegado el caso, incluso, ayudarla a no perder dicho vínculo, que está en la base de su realidad. Para Muhammad, la perfección del conocimiento se verifica con la perfección de las obras. A fin de cuentas, el tawhîd es, ya lo hemos dicho, una acción.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Yo soy tú


"De día te alababa y nunca lo supe.
De noche contigo estaba y nunca lo supe.
Siempre pensé que era yo,
pero no: yo era tú. ¡Y nunca lo supe!"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)




Comentario:

Eres eso, aun sin saberlo, o por mucho que lo hayas olvidado. De hecho, siempre has sido eso y nada más que eso, aunque, es cierto, hubo un tiempo en que creíste ser otra cosa: creíste ser tú, cuando, en el fondo, no hay más que Él. ¡Y es que has vivido durante tanto tiempo en la desmemoria y el extrañamiento de lo que realmente eres! La invitación del derviche no admite duda: que regreses como el exiliado a tu sí mismo más profundo, pues esa es tu auténtica patria de origen, donde late tu naturaleza primordial o fitra, que no es sino la cualidad que te permite considerarte realmente humano. Nada has de buscar fuera que no esté inscrito ya en los pliegues más recónditos de ti mismo. A fin de cuentas, lo espiritual participa de la consciencia humana más profunda. Él reside en ti desde siempre, más cercano que tu propia vena yugular, como afirma el dictum coránico (Corán 50, 16). Por eso, el derviche, que actúa en vida como un exiliado, no persigue conocer lo desconocido, sino reconocer lo de siempre. El derviche no progresa, sino que regresa a lo que es, al que es, pues él es eso y, a diferencia del hombre común, lo sabe. Halil Bárcena

lunes, 11 de mayo de 2009

Volverse amor


"Ya has pensado en el amor lo suficiente.
Ahora, vuélvete amor, ¡vuélvete amor!"


Mawlânâ Rûmî (m. 1273)








Comentario:
El filósofo se pasa la vida dando vueltas y más vueltas alrededor de cuanto de sagrado hay en la vida. El predicador moralista, por su lado, nos pide ser buenos y que sometamos nuestro pensar y nuestro sentir a creencias que ya no producen el menor eco en el interior del ser humano. ¿Y qué hay del derviche? Su senda no es ni la de la especulación ni la de la fe ni la de la moral voluntariosa. El derviche penetra en lo sagrado, provisto de un arrojo irreductible no exento de la más implacable lucidez. El filósofo filosofa -¡en algunos casos, pobre, no alcanza sino a balbucear!-; pero filosofar no es saber. El filósofo filosofa y el predicador predica, pero sus verbos -florido el del primero, rancio el del segundo- dejan indiferentes. Unos y otros, filósofos y predicadores, hablan, pero sus palabras están gastadas y dicen poco, muy poco, casi nada, de la vida y sus signos maravillosos. Y es que la palabra "vino" no embriaga, del mismo modo que pensar en el agua no quita la sed. A vivir se aprende viviendo; y a amar, amando. El amor no te exige que creas en él, sino que te transformes en amor, que es el motor de la vida, y para ello un único requisito es necesario: que salgas fuera de ti mismo. Halil Bárcena

miércoles, 6 de mayo de 2009

Poetas: Jalil Yubrân


1
Tráeme el ney (flauta derviche de caña) y canta conmigo
que el cantar encierra en sí el secreto de la inmortalidad
y el rumor del ney perdura
aun después de que todo se haya extinguido.

Tráeme el ney y canta junto a mi.
Olvida cuanto dije,
pues las palabras no son más que estrellas fugaces.
Así, háblame de ti.
¿Acaso has escogido morar en el bosque como yo
y no en palacios suntuosos?
¿Has seguido el curso de los ríos
o trepado hasta la cima de las montañas?

¿Acaso te has bañado en perfumes naturales
y secado con la luz del sol?
¿Has paladeado el vino de la aurora en copas relucientes?
¿Has reposado al atardecer, como yo lo he hecho,
entre viñas repletas de racimos
cual lámparas de araña de fúlgido cristal?

¿Acaso has dormido alguna noche al raso,
cubierto tan sólo por el manto del firmamento,
despreocupado ante el futuro
e indiferente ante lo que pudo haber sido y no fue?

¿Has sentido alguna vez el silencio nocturno
abrazándote como un mar,
al tiempo que el seno de la noche
sembraba e tu lecho un corazón palpitante?

Tráeme el ney y acompáñame con tu canto.
Olvida ofensas y también halagos,
pues cuanto la gente dice
no son sino versos escritos sobre el agua.

¿Qué provecho podrías hallar tú
en cenáculos en los que todo es fatuo,
discutiendo entre quienes no desean sino oír banalidades,
o protestando a gritos entre la multitud?

Muere con celeridad aquél cuyo destino
es cavar en la oscuridad como los topos
o trepar telas de araña que pronto se descomponen.





2
La felicidad no es más que un falso mito
que perseguimos en balde.
Una vez obtenida, nos aburre y cansa.
Como el río que se dirige veloz hacia los campos
y una vez en ellos desciende enlodado hacia el mar,
así es la vida del hombre.

Uno sólo es feliz en la búsqueda constante.
Cuando lleganmos al final de nuestro camino
todo deja de interesarnos.
Por eso emprendemos el viaje de nuevo
en pos de otros horizontes.







3
Tráeme el ney y canta conmigo,
que no existe plegaria alguna que al cantar iguale,
y el rumor del ney perdura
aun después de que la vida se haya extinguido.



(Fragmentos del libro Al-Mawâkib -Las procesiones-, traducidos del árabe por Halil Bárcena)


Yubrân Jalil Yubrân (Bicharre, Líbano, 1883-Nueva York, Estados Unidos, 1931). Poeta y pintor libanés. De origen cristiano maronita, es una de las grandes voces de la literatura árabe contemporánea. Su obra, de un lirismo muy personal, exhala toda ella una espiritualidad libre que se nutrió de diversas tradicones, la sufí entre ellas. De adolescente, partió con su familia hacia Estados Unidos, donde viviría el resto de su vida, anhelando el retorno imposible a su amado Líbano natal. Es autor de El Profeta, una de las obras más bellas y evocadoras de la literatura contemporánea universal.

lunes, 4 de mayo de 2009

Dentro de ti


"¿Por qué vas de un lado para otro
buscando por todas partes,
si todo aquello que deseas está en ti?"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)






Comentario:
Nada hay más alejado del verdadero camino interior, nada aparta más de él, que la búsqueda compulsiva, aquí y allá, de experiencias mal llamadas espirituales o de otra índole, que exacerban el sentimentalismo, pero ofuscan la razón y el sentir profundo. La senda sufí tiene por fundamento la reunificación de la mirada, de tal suerte que todo cuanto existe deviene para el derviche signo que apunta a la dimensión absoluta de la realidad. De hecho, eso es, en cierto modo, el tawhîd, la cosmovisión unitaria del sufismo, según la cual sólo existe la realidad realmente real y no nuestras construcciones egoicas. Dicho en lenguaje mitológico, todo perece salvo el rostro de la divinidad. El derviche invita a caminar del takzîr, o dispersión del hacer que descentra, al tawhîd, que es centramiento e interiorización que silencia. Nada puede sustituir a la verdad. Nada tiene valor salvo lo real. Y todo ello late en nuestro interior, en el centro del corazón. Por consiguiente, ¿a qué buscar fuera? Halil Bárcena

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)