Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

Para cualquier tipo de consulta o información, no duden en ponerse en contacto con nosotros, a través de nuestra dirección de correo electrónico: sufismo786@yahoo.es

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Reciban un cordial saludo, sean quienes sean y lo que sean, estén donde estén, y muchas gracias por su visita. Huuu...!

Halil Bárcena

Director de l'IES

Yâ man Hû...!

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miércoles, 26 de octubre de 2011

Saber y sabor

Sufismo, un saber y un sabor



Halil Bárcena





El sufismo es al mismo tiempo un saber (ma’rifa) y un sabor (dhawq). Para el sufí, conocer es, efectivamente, saborear. O sea, conocer es ser y ser es vivir, que significa hacer que algo sea real en uno a base de convertirse en ello (tahqîq). El conocimiento del sufí no es un saber libresco sino un conocimiento unitivo (y unificador), llamémosle así, que persigue la unión con el objeto conocido, en este caso la realidad divina (Haqq), del mismo modo que va implícita en la esencia del amor el que busque la unión total y sin fisuras con el objeto amado. Y todo ello a pesar de que el término ‘unión’, aun teniendo una cierta validez subjetiva y psicológica, resulta inadecuado e impropio, espiritualmente hablando. Más aún, constituye una absurdidad metafísica, puesto que introduce la dualidad en el ámbito de la pura unidad (y unicidad) divina, dado que la unión de lo único realmente existente -Dios, que es la realidad permanente, a ojos sufíes- es un contrasentido. También el término ‘presencia’, huzûr en árabe, que se refiere al estado de quien vive en la presencia de Dios, resulta un tanto absurdo, metafísicamente hablando, puesto que ello presupondría que en algún momento alguien podría vivir en la ausencia de Dios, cuando lo cierto es que nada es existente fuera de la presencia abarcadora de Dios, más allá de que uno sea o no consciente de ello. Sea como fuere, el sufí aspira a una visión directa de la realidad, no siendo la suya una enseñanza sólo racional, como ocurre con algunos filósofos y teólogos, con quienes no congeniaron jamás. Y es que la palabra ‘agua’ no calma la sed, del mismo modo que hablar del vino no emborracha.

Cuentos: 'Colicorpios'




Colicorpios




Un día, la mujer del Mol·lâ Hodja Nasreddín se encontró a su marido en el jardín de la casa, dando gritos como un poseso y lanzando estocadas al aire de forma tan violenta como ridícula. Tras pedirle explicaciones a propósito de aquella conducta, el Mol·lâ respondió:
- ¡No me interrumpas, mujer, que estoy cazando colicorpios!


- ¿Y cómo son esos colicorpios?, preguntó la mujer, que jamás antes había oído aquel nombre tan extraño.


Nasreddín respondió lo siguiente:

- ¡Y cómo diablos quieres que lo sepa si aún no he cazado ninguno!


La senda interior transcurre por caminos y veredas jamás antes transitados. Tampoco el final -llamémosle así, para entendernos- es conocido, puesto que está más allá de las pobres categorías interpretativas humanas. Así, todo es nuevo para el derviche, que recorre el tarîq con los ojos admirados del niño, aunque con la lucidez implacable del gnóstico.


Halil Bárcena

martes, 25 de octubre de 2011

Cantos sufíes (ilâhis): 'Ilim Ilim bilmektir...'

İlim ilim bilmektir


Letra: Yunus Emre

Música: Tahir karagöz

Maqâm: Rast




İlim ilim bilmektir

İlim kendin bilmektir

Sen kendini bilmezsin

Ya nice okumaktır


Okumaktan maânâ ne

Kişi Hak'kı bilmektir

Çün okudun bilmezsin

Ha bir kuru ekmektir


Okudum bildim deme

Çok taat kıldım deme

Eğer Hak bilmez isen

Abes yere gelmektir


Dört kitabın mânâsı

Bellidir bir elifte

Sen elifi bilmezsin

Bu nice okumaktır


Yiğirmi dokuz hece

Okursun uçtan uca

Sen elif dersin hoca

Mânâsı ne demektir


Yunus Emre der hoca

Gerekse bin var hacca

Hepisinden iyice

Bir gönüle girmektir





Saber es conocer,

conocerse a sí mismo.

Si no te conoces,

¿qué sentido posee cuanto has leído?


El significado de leer

es conocer al único real verdadero.

Leer y no saber nada de Él

es una tarea inútil.


No presumas jamás de haber leído y conocer

ni de haber orado mucho.

Si en el hombre no ves una chispa divina

lo que sabes carece de valor.


El significado de los cuatro libros santos

todo él se halla en un solo 'alif'.

Si ignoras dicho 'alif'

¿qué sentido tiene lo leído?


Lees veintinueve letras,

de principio a fin,

y lo único que pronuncias es un solo 'alif',

pero ¿sabes qué significa?


Yunus Emre le dice al supuesto sabio:

tal vez debamos de peregrinar mil veces,

pero más valuoso que todo ello

es penetrar en lo profundo de un corazón.


(Traducción del turco al español a cargo de Nesrin Can)


Clikando aquí, oirás el ilâhi a cargo del cantante Ahmet Özhan:

http://www.youtube.com/watch?v=FgRJIQkkTx8

Cocina sufí: 'Pekmezli ceviz'


Pekmezli ceviz





Descripción:


Se trata de una melaza de nueces que estaba frecuentemente en la mesa de Mawlânâ Rûmî, particularmente en los desayunos. Los ingredientes, para unas cinco personas, son estos: un vaso de agua, un buen puñado de nueces y un vaso de melaza. Primeramente, se lavan las nueces y se vierten en una olla. Añadimos después el agua y la melaza y lo ponemos todo ello a fuego no demasiado fuerte. Cuando empiece a hervir bajamos el fuego y lo mantenemos así, a fuego lento, durante unos cinco minutos. Después, servir bien caliente y... ¡buen provecho!


Beneficios:


Se trata de una receta muy simple y un desayuno (o bien un postre) muy sano y nutritivo, recomendado por los derviches para preservar la buena memoria.


(Sección coordinada por Nesrin Can)

lunes, 24 de octubre de 2011

De la comprensión

De la comprensión


Leili Castella





La comprensión es no comprender

(Mawlânâ Rûmî)

En su artículo "Ibn ‘Arabî y Mawlânâ Rûmî, dos luminarias del sufismo", publicado recientemente en este mismo blog, Halil Bárcena observaba cómo ambos Maestros, Ibn ‘Arabî (m. 1240) y Mawlânâ Rûmî (m. 1273), compartían el haber conseguido restablecer el lazo roto de unión entre amor y conocimiento. Resaltaba también el autor del citado artículo la necesidad de superar la perniciosa tendencia de reducir el conocimiento únicamente a la razón. Es curioso observar cómo, en su día, tanto Ibn ‘Arabî como Mawlânâ Rûmî, coincidieron en la necesidad de pronunciarse sin ambages sobre las limitaciones de la razón en relación al inabarcable conocimiento espiritual. Precisamente a esta coincidencia dedicaremos las siguientes líneas.

Empecemos, si les parece, por Ibn ‘Arabî. En su excelente biografía (1) sobre el 'Shayj al-Akbar' (2), Claude Addas nos relata cómo Ibn ‘Arabî no dudó en posicionarse con claridad meridiana ante dos grupos de acérrimos defensores de la razón: los teólogos del kalâm y los falâsifa, los filósofos. Aún reconociendo cierto valor a las reflexiones meramente especulativas de teólogos y filósofos, Ibn ‘Arabî consideraba, por un lado, que dichas especulaciones podían convertirse fácilmente en un velo que sólo provocara confusión y alejamiento de la Verdad, y, por otro, que aquéllos que pretendieran apoyarse sólo en su intelecto (‘aql), se verían irremediablemente limitados a no aprehender más que una ínfima parte de la Realidad. Para ilustrar la posición de Ibn ‘Arabî en relación a los defensores de la razón, Addas nos recuerda el relato alegórico contenido en el capítulo 167 de una de las obras cumbre de Shayj al-Akbar, Las Iluminaciones de la Meca (Al-Futûhât al-Makkiyya).

En dicho relato, Ibn ‘Arabî describe la ascensión espiritual o mi’râj de dos personajes: un creyente que caminaba en pos de las huellas de los profetas, y un filósofo que contaba tan solo con su razón para acceder a la verdad. Y así, mientras el creyente se entregaba a la guía de los sucesivos profetas que iba encontrando en su viaje de ascensión, el filósofo pretendía poder realizar el mismo viaje por sus propios medios. Continúa la narración describiendo cómo los dos personajes atravesaron, uno a uno, los siete cielos. En cada uno de ellos, el creyente era recibido por el profeta de turno que lo habitaba, el cual lo iniciaba en sus secretos y le transmitía sus ciencias espirituales. El filósofo, en cambio, era acogido por el ángel que regentaba el cielo correspondiente, el cual le comunicaba sólo una parte de las ciencias cosmológicas propias de la esfera. Llegados al séptimo y último cielo, el del profeta Ibrahîm, el Abraham bíblico, al filósofo se le prohibió proseguir su camino: se le dijo que debía volver sobre sus pasos y convertirse, para, acto seguido, rehacer todo el trayecto del creyente, el cual, por cierto, continuó su itinerario hasta acceder al umbral de la presencia divina. Concluye Addas que para Ibn ‘Arabî, sólo es verdaderamente filósofo, o mejor dicho sabio ('ârif o hakîm), aquel que busca perfeccionar su conocimiento por medio de la contemplación y la experiencia espiritual.





No muy distinta consideración le merece a Mawlânâ Rûmî la figura del filósofo, de quien no duda en decir: “El filósofo, con su pensamiento y opinión, se vuelve incrédulo: ¡dile que vaya y se rompa la cabeza contra este muro!” (3). En su lucidez sobre la condición humana, estas palabras de Mawlânâ Rûmî, seguramente no aluden sólo a los filósofos propiamente dichos, sino que son extensibles a un cierto “mecanismo de filósofo” que habita en muchos de nosotros.

Dice Mawlânâ: “La razón es buena y deseada hasta que te sitúa en la puerta del Rey. Cuando hayas llegado, repúdiala, pues como un salteador, la razón es perjudicial y nociva para ti. Cuando llegues a Él, abandónate a Él y no te ocupes más del cómo y del porqué" (4). Y con su inigualable capacidad pedagógica, ilustra su idea con el siguiente ejemplo: “Supongamos que quieres que te hagan un abrigo con una tela que aún no está cortada. Tu razón te conduce a la sastrería. Hasta entonces, la razón que te hizo llevar la tela al sastre era útil. Ahora repúdiala y abandona tu iniciativa en la sastrería”. Y es que, como nos indica el maestro persa de Konya, “la comprensión es no comprender”, lo cual supone probablemente realizar que nuestra razón en modo alguno puede abarcar ni explicar la inmensidad de cuanto se despliega ante nosotros. Asumir que “comprender es no comprender” implica dar un solo paso: el que lleva de la razón al conocimiento. Es éste un paso que muy pocos dan, puesto que supone, tal como expresaba Halil Bárcena en el artículo al que nos hemos referido al inicio de estas líneas, una radical conversión tanto de la potencia de la mente (cognición), como del corazón (afectividad). Supone pasar del pretencioso e irreal control del yo, a la entrega total y confiada a Él.



Y para acabar, el siguiente e impagable relato de Mawlânâ Rûmî sobre este único paso a dar. Dice así. Resulta que por todo el mundo se había extendido la fama de un león. Un hombre sintió la curiosidad de ir a verlo y para ello, pasó un año recorriendo distintas etapas. Al llegar a la espesura en la que habitaba el león, el hombre lo vio a lo lejos, y se quedó paralizado, sin poder avanzar. Los que allí se encontraban le dijeron al viajero: “Has recorrido un largo camino por el placer de ver al león: pues bien, has de saber que el león tiene la característica de que si alguien avanza hacia él sin temor y lo acaricia con ternura, no le hace daño. Pero si alguien lo teme, se enfada, y puede matarlo por su desconfianza. Puesto que esto es así, y has pasado un año recorriendo los caminos, ahora que has llegado cerca del león, ¿por qué permaneces inmóvil aquí? Da un paso adelante”. Nadie tuvo la audacia de adelantarse. “Ha sido fácil recorrer distancias tan largas”, constató el hombre, “y sin embargo, ahora no puedo dar un paso adelante”. Y Mawlânâ Rûmî acaba la historia diciendo: “son muy pocos los que dan ese paso. Es cosa sólo de algunos amigos selectos cercanos a Dios. Los demás pasos son huellas de pasos. Esta fe sólo es propia de los Profetas que renuncian a su propia vida”.


Notas:
(1) Claude Addas, Ibn ‘Arabî ou la Quête du Soufre Rouge, Gallimard, París, 1989, p. 130 y ss. Existe traducción al español en Editora Regional de Murcia, 1996.
(2) Shayj al-Akbar, en árabe, “el más grande de los Maestros”, es el sobrenombre con el que es conocido Ibn ‘Arabî.
(3) Rûmî, Mathnawi I, verso 3270.
(4) Esta cita y las siguientes, pertenecen a Rûmî, Fihi-ma-fihi. El libro interior, Paidós, Barcelona, 1996, p. 148 y ss.


Leili Castella es liceanciada en derecho y pianista. Rebâbista del grupo musical 'Ushâq, es coordinadora del Institut d'Estudis Sufís de Barcelona.

domingo, 23 de octubre de 2011

Cuaderno 'Black'

All Blacks, reyes

y señores del rugby mundial



Halil Bárcena





Dura, muy dura, durísima fue la final de la 'Rugby World Cup - 2011', celebrada el domingo pasado, 23 de octubre, en el Eden Park Stadium de Auckland (Nueva Zelanda). Los anfitriones, y máximos favoritos, nuestros admirados All Blacks, derrotaron por un ajustado 8 a 7 a la escuadra francesa que, contra todo pronóstico, dado el mal juego exhibido a lo largo de todo el torneo, realizó un partido muy meritorio, poniendo a los kiwis en muchos aprietos, sobre todo en la segunda parte, en la que hubieron de aplicar una defensa al límite. Los del helecho plateado sintieron como una losa la presión de jugar en casa y saberse favoritos en el que era su mundial. A ello se sumaron las lesiones de sus principales cerebros, los organizadores del juego black. Primero fue Dan Carter, después Colin Slade y, por último, Aaron Cruden en la propia final, quien se fracturó una rodilla. El caso es que el último recambio posible en la posición de medio melé de que disponía el equipo, Stephen Donald (que hace una semana estaba de vacaciones y fue convocado de urgencia), fue el encargado de transformar el golpe de castigo que, a la postre, les daría la copa a los hombres de negro. Antes, un desafortunado y nervioso Piri Weepu lo había fallado todo, con lo que hubo de ser sustituido. También los galos se resintieron de la pérdida de su pateador Morgan Parra, tras sufrir un golpe en la cara.

Sea como fuere, los Blacks se alzaron con la copa tras darlo todo sobre el césped, con lo que se coronan como la mejor selección de rugby del mundo, igualando los dos títulos que tienen Australia y Sudáfrica. Ahora, muy posiblemente, tocará renovar el equipo. Nuevos helechos plateados sustituirán a los viejos helechos que han llevado a esta admirada selección a lo más alto. Y la historia y la leyenda del noble deporte del rugby continúan en este joven país llamado Aotearoa, Nueva Zelanda, de poco más de cuatro millones de habitantes que la noche del domingo se lanzó a las calles para festejar la gesta de un equipo y de unos jugadores únicos. All passion, all power... All Blacks...!


Thanks Blacks...!:



Y aquí la haka 'Kapo O Pango':

lunes, 17 de octubre de 2011

Ibn 'Arabî y Mawlânâ Rûmî

Ibn 'Arabî y Mawlânâ Rûmî,
dos luminarias del sufismo


Halil Bárcena







A veces, se ha tratado de oponer el sufismo especulativo o cognoscente al sufismo amoroso, encarnados ambos por las figuras egregias de Ibn ‘Arabî (m. 1240) y Mawlânâ Rûmî (m. 1273), respectivamente. Craso error donde los haya. Es posible que una de las mayores consecuciones del sufismo haya sido, precisamente, haber restablecido el lazo roto entre amor y conocimiento, superando el dualismo letal que nos empuja a razonar entre sí o no, blanco o negro, fruto de nuestro pobre pensar dialéctico y de la acusada tendencia cientificista a reducir el conocimiento únicamente a la razón. Y es que la vía espiritual sufí no se plantea como una elección dicotómica y excluyente entre luz y fuego. Los sufíes conocen amando y aman conociendo. Si algo llama la atención de ellos es su fecunda combinación de rigor intelectual y espíritu amoroso contemplativo. Ya el teólogo y místico sufí persa Abû Hâmid al-Gazalî (m. 1111), una de las personalidades que más influencia ha ejercido en la historia del islam, había dicho: “El amor sin gnosis es imposible, sólo se puede amar lo que se conoce”. Rûmî, por su lado, sostenía algo muy similar: “Este amor nuestro es el resultado del conocimiento”.

El amor de los sufíes es, por lo tanto, un amor cognoscente, al tiempo que su conocimiento es un conocimiento amoroso. La experiencia mística sufí supone una verdadera metanoia, es decir, una conversión tanto de la potencia de la mente (cognición) como de la del corazón (afectividad), dos facultades humanas no antagónicas, sino más bien complementarias. Los sufíes, más allá de cuál sea su sensibilidad primordial: más intelectiva en unos casos, amorosa en otros, muestran con su ejemplo que la luz del conocimiento enciende el amor, mientras que el fuego del amor enciende la luz del conocimiento. En sus textos escritos y, por supuesto, en sus vidas no hay luz sin calor, no hay conocimiento sin amor. Y el amor permite la presencia y la presencia alimenta el amor. En este nivel, la vía del conocimiento y la vía del amor no son más que una sola y misma realidad. El amor sería como el fuego; y el conocimiento, la luz que emana de aquél.

Hay quien ha querido ver en una anécdota humorística de Mawlânâ Rûmî sobre Ibn ‘Arabî, recogida por Shamsuddîn Aflâkî, el principal biógrafo del maestro persa de Konya, la brecha que separa a ambas sensibilidades sufíes. Sin embargo, el suceso no pasa de ser eso, una anécdota que en todo caso muestra el fino humor que gastaba Mawlânâ, y poca cosa más. Cuenta Aflâkî que, en cierta ocasión, unos estudiantes de Mawlânâ acabaron extenuados tras leer algunos pasajes muy oscuros del libro de Ibn ‘Arabî Al-Futûhât al-Makkîyya (Las Revelaciones de La Meca). Los estudiantes se quejaban de la ininteligibilidad del texto. En ese momento, irrumpió cantando en la sala de estudio el músico Zakî, miembro del círculo de discípulos de Mawlânâ. Éste dijo entonces: “Bien, ahora son mejores Al-Futûhât al-Zakîyya (Las Revelaciones de Zakî) que las Futûhât al-Makkîyya”
[1].


Pero veamos lo que afirma el islamólogo francés Henry Corbin a propósito de ambas luminarias del sufismo: “A primera vista, la enseñanza de Jalâloddîn Rûmî y la de Ibn ‘Arabî parecen reflejar dos formas de espiritualidad enteramente distintas. Mawlânâ no tiene ningún interés en los filósofos y su filosofía: algunas de sus insinuaciones podrían incluso compararse con los ataques del teólogo Ghazâlî en su “Destrucción de los filósofos”. Desde este punto de vista, hay también un contraste total con la doctrina de Sohravardî, que quiere que sus discípulos conjuguen la formación filosófica y la experiencia mística, pues no hay sabio perfecto sin la plenitud de ambas. La misma síntesis puede constatarse en la obra de Ibn ‘Arabí, donde las páginas de alta teosofía especulativa alternan con las de un Diarium spirituale, que atestigua que el sentido de la primera es tender a una metafísica del éxtasis. Y, sin embargo, contentarse con señalar el contraste entre las distintas formas que toman la espiritualidad de Mawlânâ y la de Ibn ‘Arabî sería quedarse en una perspectiva totalmente superficial. Un mismo sentimiento teofánico inspira, a una y a otra, una misma nostalgia por la belleza, una idéntica revelación del amor. Las dos tienden a la misma “conspiración” de lo visible y lo invisible, de lo físico y lo espiritual, en una unió mystica en la que el Amado se convierte en el espejo que refleja el rostro secreto del amante místico, mientras que éste, purificado de la opacidad de su ego, se convierte recíprocamente en el espejo de los atributos y las acciones del Amado. Al igual que Sadroddîn, los discípulos de Mawlânâ tuvieron clara conciencia de esto. En los amplios comentarios del Masnawî que se escribieron en la India y en Irán, aparecen continuamente las referencias a las obras de Ibn ‘Arabî. Por eso, es imprescindible el estudio de estos comentarios si se quiere conocer cómo fue vivida en la práctica la espiritualidad de Mawlânâ” [2].



El Sadroddîn al que hace referencia Corbin en la cita que hemos recogido in extenso no es otro que Sadroddîn Qunawî (m. 1274), hijastro de Ibn ‘Arabî y su más eminente comentarista. Natural de Konya, en el corazón de la Anatolia turca, Sadroddîn mantuvo estrecha relación de amistad con el propio Mawlânâ y su círculo de derviches. Es más, fue el encargado de dirigir los funerales a la muerte del maestro persa de Konya, y, según gusta referir la tradición mevleví, fue tal la emoción que sintió que se desmayó justo en el momento de pronunciar el primer takbîr de la oración. En cierto modo, Sadroddîn representa simbólicamente el nexo de unión entre ambas sensibilidades complementarias del sufismo encarnadas por Ibn ‘Arabî y Mawlânâ Rûmî. Quien los tome a ambos como guías andará seguro por la senda interior sufí.


Notas:
[1]. Véase Shamsuddîn AL-AFLÂKÎ, The Feats of the Knowers of God (Manâqeb al-‘Arefîn), Brill, Leiden, 2002, p.324. Traducción del persa al ingles de John O’Kane.
[2]. Henry CORBIN, La imaginación creadora en el sufismo de Ibn ‘Arabî, Destino, Barcelona, 1993, p. 88-89.

Adab, educación sufí

Cargados de libros como burros



Nesrin Can






Adab (edeb en la transcripción del turco moderno) es una palabra árabe que significa, entre otras cosas, ‘ser respetuoso’. Se trata de una educación interior, modelada por la sabiduría ética coránica, que se expresa en un recto obrar. Poseer adab es el signo que muestra prácticamente el nivel de sabiduría espiritual de alguien. Se trata de la comunión con la esencia de la senda interior, que supone actuar en la vida diaria como si se estuviese siempre en presencia de la divinidad. Se ha dicho que todo en el sufismo es adab, es decir, actuar siempre de acuerdo a lo que toca en cada momento y situación.

En la educación espiritual islámica o tarbiya lo más importante es ser respetuoso con todo el mundo, desde los niños hacia los mayores. El espiritual sufí ha de ser humilde como la tierra, ante cualquier tipo de persona, ya sea un potentado o una persona sencilla. En la época otomana, los sultanes cumplían con una curiosa costumbre, a fin de vacunarse contra el orgullo. En el día de su proclamación como sultán, éste aparecía ante el pueblo reunido en el plaza del palacio. Las gentes le gritaban a coro: “¡Oh, nuestro sultán, jamás seas orgulloso, que hay alguien más grande que tú: Al·lâh!”.

Las familias musulmanas, por muy sencillas que sean, educan a sus hijos según las reglas de la ética coránica, corazón del adab sufí. Dicha ética coránica la vemos encarnada en la persona del profeta Muhammad. Un día le preguntaron a su viuda Aisha a propósito de la personalidad del Profeta y su forma de estar en el mundo. Aisha les contestó si jamás habían leído el Corán, a lo cual le respondieron afirmativamente. Aisha les contestó entonces: “El Profeta era un Corán andante”. De hecho, una de las principales funciones de los distintos profetas y maestros espirituales históricos ha sido enseñarnos las reglas del buen vivir, esto es, el adab. Así, los musulmanes, en general, y los sufíes, en particular, aprenden el adab del comer o del beber, del dormir o del hablar, gracias a la sunna o ejemplo del profeta Muhammad, lo cual quiere decir que hay un adab para cada cosa.





Pero lo más importante es comprender que si uno posee adab posee sabiduría, tiene conocimiento (‘ilm). Si alguien carece de adab, aunque haya leído miles de libros y posea todos los títulos del mundo, en una sociedad islámica tradicional jamás será considerado por la gente. Para un musulmán arraigado en la tradición muhammadiana, las personas así son como “un burro cargado de libros”, según la fórmula coránica (62:5).

El poeta turco Yunus Emre (m. ca 1321) expresa lo mismo en los siguientes versos: "Saber es conocer, conocerse a sí mismo / Si tú no te conoces, ¿qué tipo de sabiduría es la tuya?Antiguamente, en la entrada de los colegios turcos había una inscripción que decía así: “¡Adab, yâ Hû!”, que es una forma de pedirle a Dios poseer un carácter y una educación coránicos. Y es que lo primero que un colegio debía inculcar a los estudiantes tenía que ver con el respeto, y alguien respetuoso es como un árbol frondoso cuya copa roza el cielo.



Dice Mawlânâ Rûmî: “Adab es una corona divina / Ponte dicha corona y te librarás de todas las desgracias”. Es Mawlânâ también quien les recomienda a sus discípulos derviches que en sus oraciones pidan tener un carácter modelado por el adab. En la historia del islam hemos conocido muchísimas personas importantes que estaban (y están) repletas de respeto hacia Él, que fueron como esclavos ante su morada divina. Sólo los poseedores de dicho adab actúan como un cero en sociedad, y, sin embargo, son los más valiosos e imprescindibles.


Nesrin Cân es licenciada turca en lengua y literatura españolas.

domingo, 16 de octubre de 2011

Poetas: Eloy Sánchez Rosillo

1
Camino del silencio


Y ahora cállate. No dejes que a tus labios

se asomen nunca más las palabras que hoy

has dicho por vez última. Guarda la voz

para tu soledad. Que tu trabajo

sea el silencio, el gozo o el dolor de callar

lo que las horas te dieran, lo que aprendiste

en los días luminosos que se fueron.


2

Después de la lluvia


En el atardecer, después de la lluvia,

el sol acariciaba las piedras de la antigua ciudad

de una especial manera,

con un profundo y triste y natural amor.

Y al mirarnos supimos que éramos conscientes

de aquel minuto prodigioso,

de aquella intensa belleza inestable.






3

La luz


No se puede prever. Sucede siempre

cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas

por la calle, deprisa, porque se te hace tarde

para echar una carta en correos, o que

te encuentres en tu casa por la noche, leyendo

un libro que no acaba de convencerte; puede

acontecer también que sea verano

y que te hayas sentado en la terraza

de una cafetería, o que sea invierno y llueva

y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,

que tengas treinta años o que tengas sesenta.

Resulta imprevisible. Nunca sabes

cuándo ni cómo ocurrirá.

Transcurre

tu vida igual que ayer, común y cotidiana.

"Un día más", te dices. Y de pronto,

se desata una luz poderosísima

en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras

hace sólo un momento. El mundo, ahora,

es para ti distinto. Se dilata

mágicamente el tiempo, como en aquellos días

tan largos de la infancia, y respiras al margen

de su oscuro fluir y de su daño.

Praderas del presente, por las que vagas libre

de cuidados y culpas. Una acuidad insólita

te habita el ser: todo está claro, todo

ocupa su lugar, todo coincide, y tú,

sin lucha, lo comprendes.

Tal vez dura

un instante el milagro; después las cosas vuelven

a ser como eran antes de que esa luz te diera

tanta verdad, tanta misericordia.

Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,

lleno de gratitud. Y cantas, cantas.



Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948). Poeta que ejerce de profesor de literatura española en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia y colabora activamente en numerosas revistas literarias. Antes de cumplir los treinta años obtuvo el Premio Adonais 1977 por su libro Maneras de estar solo. Posteriormente publicó Páginas de un diario, Elegías y Autorretratos, así como dos recopilaciones de toda su poesía, Las cosas como fueron de 1974 a 1988, y La vida, donde reúne composiciones escritas entre 1989 y 1995.

Sección coordinada por Pepa Torras i Virgili

Dîwân de Hal·lâj (29)


Dîwân de Hal·lâj (m. 922)






29


1. Escric, bé que no escric pas a tu (1)
m’adreço al meu esperit, sense emprar cap escriptura.

2. Que l’esperit i els seus amants
mai no es poden separar amb un text.

3. Tot escrit que ve de tu a tu retorna
i no cal enviar cap resposta a ningú.


Notes:

(1) El poema és, en realitat, el fragment d’una carta adreçada a Ibn ‘Ata’, amic íntim de Hal·lâj.


(Traducció de l'àrab al català a càrrec de Halil Bárcena)

martes, 4 de octubre de 2011

Cuaderno 'Black'



Los Blacks, a la final



Halil Bárcena






Tras un choque vibrante, lleno de potencia y virilidad, pero no exento de la caballerosidad que distingue al noble deporte del rugby, inventado (¡ahí es nada!) por un estudiante de teología, nuestros admirados All Blacks de Nueva Zelanda derrotaron a los Wallabies de Australia, 20 a 6, y se plantaron en la final de la 'Rugby World Cup 2011', que disputarán el próximo 23 de octubre (a las 10'00 de la mañana, hora catalana), ante la Francia que entrena Marc Lièvremont, muy cuestionado por la prensa gala durante todo el campeonato, pero que a lo tonto ha conseguido meter a los del gallo en una final que ya disputaron sin éxito el año 1999. Pero, vamos con el test-match de hoy, porque este humilde cronista hacía tiempo que no veía un encuentro de tal envergadura, jugado sin remilgos por dos escuadras que se conocen a la perfección y que, muy posiblemente, sean las dos mejores del torneo. Y es que uno tiene la impresión de que hoy ha asistido a la final anticipada (y deseada), a la que en buena lógica debió de producirse, pero así son las cosas de los grupos y los caprichos del azar y los sorteos. Salieron los Blacks a la pelouse avasallando a los galos, tras una seria e intimidadora haka ‘Kapa O Pango’ que hacía presagiar que las cosas iban a ir muy en serio. ¡Y vaya si fueron! Los Blacks jugaban con un empuje inusitado, como si el mundo estuviese a punto de acabarse. En defensa eran una muralla infranqueable y en ataque rompían la fallona línea defensiva de los Wallabies, de tal modo que a los cinco minutos de juego el gran Ma’a Nonu culminaba en ensayo una trepidante jugada del zaguero Israel Dagg, tan incisivo como de costumbre. Todo funcionaba a la perfección para unos Blacks implacables, y nunca mejor dicho, ya que los australianos llegaban tarde y mal siempre a todos los placajes, capitaneados por un inmenso Richie McCow, verdadero guerrero del oval. Todo, salvo los tiros a palos, puesto que Piri Weepu transformó sólo cuatro de ocho intentos.




Mucho tiempo hacía que no se veían tantas magulladuras y caras ensangrentadas en un encuentro, lo que prueba la intensidad del choque y lo mucho que ambas selecciones se juagaban. Por parte australiana, fue decepcionante una vez más la actuación de su estrella Quade Cooper, neozelandés de nacimiento, que estuvo desentonado y fuera de lugar (sus errores de manos fueron incomprensibles), a pesar del drop que consiguió, un espejismo sin dudas, ya que no sirvió de mucho. La alegría kiwi del final era lógica. Tras haber desplegado un juego excepcional, tanto en ataque como en defensa, vuelven a disputar una final frente a Francia, como ya ocurriera en el 87, la única copa del mundo que albergan en sus vitrinas. Pero, eso será el próximo domingo. Hasta entonces, el trabajo es de médicos y recuperadores, ya que las secuelas del choque de hoy no serán pocas. Qué bello es el rugby, amigos y amigas, seguidores todos de este blog sufí. Y cuánta verdad transmite, hoy que todo es tan poco verdadero.

Clikando aquí hallaréis más información sobre el test-match:


http://www.youtube.com/watch?v=3C9tQq-tlGs


Y aquí, la haka:


lunes, 3 de octubre de 2011

Libros: La civilización hispano-árabe




Titus Burckhardt
La civilización hispano-árabe
Alianza Editorial, Madrid, 2008






Titus Burckhardt (Florencia 1908-Lausana 1984), gran conocedor del arte y la civilización islámicos, nos invita, en el libro que ahora reseñamos, a adentrarnos en el fascinante mundo de la civilización hispano-árabe que floreció en la Península Ibérica durante más de ocho siglos. En la línea de la philosophia perennis, de la cual Burckhardt es uno de sus máximos exponentes, el autor pone de relieve los valores de contenido universal de la cultura de Al-Ándalus, y, al mismo tiempo, nos traslada su sabor específico e inconfundible.

Para ello, en lugar de ofrecer una exposición histórica lineal, Burckhardt opta por tratar, en cada uno de los distintos capítulos, un tema significativo de la civilización hispano-árabe. Se suceden así apartados dedicados a sus ciudades más emblemáticas (Córdoba, Toledo y Granada), o a cuestiones diversas como, por ejemplo, 'Lengua y creación literaria', 'Juego de ajedrez por España', 'Cielo y tierra', 'la Ciudad', etc. De este modo pasamos de transitar por las bellísimas estancias de los palacios nazaríes de Al-Hamrâ (La Roja), la extraordinaria Alhambra granadina, a tener noticia de la teoría del multifacético pensador Ibn Jaldún (m. 1406), según la cual la causa de la decadencia política que experimentó la España (llamémosla así) musulmana a partir del siglo XI, se debió al desequilibrio que se produjo entre la población nómada y la sedentaria, o a tener conocimiento de la impronta que dejó la lengua árabe en la literatura andalusí, especialmente en la poesía. Apasionante es también, en el capítulo dedicado a 'Lengua y creación literaria', la descripción que nuestro autor hace de los mecanismos de funcionamiento interno de la lengua árabe.

Titus Burckhardt, que en su día se convirtió al islam, escribió que para comprender una civilización hay que amarla; pues bien, amor por la civilización islámica es lo que desprende este libro en todas sus facetas, tanto en su contenido como en su estructura, la cual, bajo su aparente dispersión, no hace sino manifestar la idea nuclear del islam: la de una única realidad divina expresándose en todas y cada una de las múltiples facetas de la existencia: el arte, la política, la arquitectura, etc. Leili Castella

Cuaderno 'Black'


A semis, tras derrotar a los Pumas



Halil Bárcena





Tras imponerse a la floja escuadra canadiense por un abrumador 79 a 15, nuestros admirados All Blacks pasaron a los cuartos de final de la 'Rugby World Cup 2011', donde se las vieron con los Pumas de Argentina, la rocosa formación sudamericana que dio la campanada al colarse en cuartos tras ser segunda del grupo B, tras Inglaterra, en detrimento de una disminuida Escocia que no levanta cabeza. Los Pumas de Ledesema, Farías, Camacho y compañía cayeron 33 a 10, de forma dignísima, no sin antes haber plantado cara a unos Blacks nerviosos, que acusaron en demasía la presión de saberse favoritos y, sobre todo, una baja fundamental, la del apertura Dan Carter, uno de los pilares del equipo kiwi. El test-match contra los argentinos vivió momentos agridulces. Así, el zaguero Mils Muliaina cumplió su partido 100 como black, el mismo día que se rompía un hombro y decía adiós a la competición y también a su trayectoria como hombre de negro, ya que la próxima temporada jugará en el campeonato japonés y abandonará la selección black. El helecho plateado es el símbolo de la selección nacional de Nueva Zelanda y una de las señas de identidad del país. Se dice que cuando cae un helecho otro crece de inmediato. No cuentan las individualidades sino la fuerza del colectivo. Pues bien, esa ha sido y es la filosofía black. Sin Carter y sin Muliaina, los All Blacks habrán de afrontar las semifinales contra la Australia del magnífico (¡y marrullero...!) Quode Cooper, los eternos rivales. Y si pasan, se las verán contra los franceses, que aun practicando un juego rácano y haber perdido dos partidos en la fase previa de clasificación han llegado a la final.


Aquí la haka 'Kapa O Pango' de los Blacks frente a los Pumas:

Dhikr, recuerdo del corazón


'Dhikr', recuerdo del corazón



Halil Bárcena








A algunos sufíes se les ha censurado, con más o menos fundamento, haber priorizado el dhikr o invocación de Dios en detrimento de la oración ritual (salat en árabe, namaz en persa), segundo pilar de la fe islámica. El texto coránico alude al valor de la salat en tanto que «refrena al hombre de las acciones deshonestas y de cuanto atenta contra la razón». Ese es el alcance y el objetivo de la plegaria islámica. Sin embargo, el dhikr obedece a otra razón, como se refiere en la continuación de la misma aleya: «pero el recuerdo de Dios [dhikr] es en verdad el mayor bien» (Corán 29, 45). Y es que, para el derviche, lo importante es recordar. Esa es la quintaesencia de la senda interior sufí. La atención pura, que es presencia de lo divino, es en sí oración y más incluso que oración. El dhikr es el corazón del recuerdo y también el recuerdo del corazón.

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)