Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

Para cualquier tipo de consulta o información, no duden en ponerse en contacto con nosotros, a través de nuestra dirección de correo electrónico: sufismo786@yahoo.es

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Halil Bárcena

Director de l'IES

Yâ man Hû...!

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lunes, 27 de febrero de 2012

Caligrafía otomana



El arte de la caligrafía otomana



Halil Bárcena





La caligrafía constituye la expresión artística islámica por excelencia. Y es que en el contexto del islam la palabra, ya sea salmodiada o escrita, juega un papel de primer orden. En cierta forma, la palabra constituye una suerte de intermediario entre el hombre y Dios. En el islam, Dios se revela a la humanidad a través del Corán. Así pues, la palabra coránica no es solo una palabra divina, sino también, sostiene la tradición islámica, una palabra increada y, por consiguiente, eterna. El recitador, al entonar musicalmente cualquier pasaje del librro sagrado, y el calígrafo, cuando pergeña unas breves aleyas sobre el muro de una mezquita, por ejemplo, están rememorando y, en cierta medida, actualizando el mensaje interior del Corán.

La escritura basada en el alifato árabe sigue una disposición horizontal en el espacio y, como es sabido, comienza por la derecha, que es el plano del devenir de las cosas, y se desplaza hacia la izquierda, ámbito del corazón. Diríamos, por lo tanto, que la progresión del discurso caligráfico árabe sigue una línea que nos conduce del exterior al interior, del plano de la acción al de la interiorización.

La caligrafía árabe no es ajena a los dos polos alrededor de los cuales gira toda expresión artística islámica, esto es, el sentido del ritmo y el espíritu geométrico. Y nadie mejor que los calígrafos otomanos para expresar dicho rigor geométrico con el ritmo más melodioso y musical. Y digo musical expresamente, pues música y caligrafía poseen en el islam, y más particularmente en el tasawwuf o sufismo, su dimensión interior, un estrecho maridaje. No en vano, el calígrafo escribe mediante un cálamo de caña y el neyzen compone música con un ney, la célebre flauta derviche también de caña.





Durante el largo período otomano, la caligrafía o jatt adquirió un desarrollo extraordinario. La capital imperial, Estambul, fue uno de los centros caligráficos más importantes del orbe islámico. De ahí el famoso dicho: "El Corán se reveló en La Meca, se recitó en el Cairo y se caligrafió en Estanbul". Los turcos otomanos adoptaron el alifato árabe, soporte básico de la caligrafía, en el siglo X, una vez el arte de la caligrafía había alcanzado un notable desarrollo en el conjunto del mundo islámico. Sin embargo, los calígrafos turcos otomanos no se conformaron únicamente con una mera importación mimética sino que introdujeron notables novedades, hasta el punto de creer incluso nuevos estilos caligráficos antes ignorados, como es el caso del yeli divani, por ejemplo, utilizado en un principio nada más para la correspondencia diplomática de los sultanes otomanos.

La caligrafía fue considerada como la expresión más prestigiosa del arte otomano. Los mismos sultanes, algunos de ellos excelentes calígrafos, favorecieron su desarrollo con notables ayudas destinadas a mantener a los creadores más sobresalientes, a la manera de los mecenas europeos. Lo cierto es que la caligrafía otomana no se aleja mucho de la realizada en los ámbitos árabe o persa, salvo en el gusto y la predilección por los llamados 'lazos mágicos', por las composiciones en espejo basadas en la duplicación simétrica y también por los emblemas gráficos, como es el caso de la célebre tugra o sello personal de los sultanes otomanos, cuyo origen, según algunos investigadores, se remontaría al escudo, arco y flechas de los antiguos guerreros turcos de Asia central.




Un elemento importante a destacar es el proceso de aprendizaje del arte caligráfico. En efecto, la estrecha relación maestro/discípulo llegó a constituir durante el período otomano, especialmente, toda una forma de educación tradicional y de transmisión del conocimiento que hoy en día aún subsiste, a pesar de los importantes cambios sociales y culturales que ha traído la modernidad.

La latinización del alfabeto turco introducida el año 1928 y consiguiente abandono del alfabeto árabe supuso un duro golpe para un arte secular que aún pervive en Turquía, merced al afán de los grandes maestros calígrafos herederos de la vieja tradición otomana, que han conseguido alentar, en los últimos tiempos, un renovado interés por la caligrafía. Dichos maestros, Hasan Çelebi o Hüseyin Kutlu, por ejemplo, mantienen viva con su arte la memoria de Hamed Al Amadi, muerto el año 1982, el último gran representante de la fecunda saga de los viejos calígrafos otomanos. En paralelo a la latinización, ha aparecido una nueva forma de arte caligráfico en Turquía, basada, justamente, en dicho alfabeto latino, pero con aires y reminiscencias otomanas, lo que prueba el ancestral gusto turco por la caligrafía, aunque, por supuesto, ya es otra cosa.

jueves, 23 de febrero de 2012

Cuentos de Sa'adî


Cuentos de Sa'adî Shirazî (m. 1292)




"Recuerdo que de niño, como era piadoso, me levantaba por la noche para practicar habitualmente la devoción y la abstinencia. Estaba sentado una noche con mi padre, y permanecía despierto y con el amado Corán en el regazo, mientras que la gente que teníamos a nuestro alrededor se habían quedado dormidos. Y dije: "Ninguna de estas personas levanta la cabeza ni hace una genuflexión. Están tan profundamente dormidos como si estuvieran muertos". Él me respondió: "Predilecto de tu padre, mejor sería que te hubieras dormido tú también, antes que menospreciar a la gente".


El pretencioso no ve otra cosa que a sí mismo

porque tiene ante los ojos el velo del menosprecio.

Si tuviera tu visión el discernimiento divino

habrías visto que ninguno es más poco que tú mismo.


(Sa'adî, El Jardín de Rosas (Gulistán), Edición de Richard F. Burton, traducción al español de Jerónimo Sahagún, Palma de Mallorca, J. J. de Olañeta, 2004, p. 126)

Confianza y despojamiento interior


Confianza y despojamiento interior


Halil Bárcena





Acercarse a la senda sufí nada tiene que ver con acumular prácticas o llenar nuestra cabeza con nuevas creencias. No se acude al sufismo en busca de respuestas o a fin de dar sentido a nuestras (desnortadas) vidas, sino para abrir puertas insospechadas que nos dan acceso a rincones de nosotros mismos antes inimaginables. El sufismo no nos cubrirá con unos ropajes nuevos y exóticos, como algunos desearían; antes bien nos desnudará despojándonos de todo aquello que es artificial en nosotros. Y es que un derviche no es quien posee respuestas para todo, sino aquel que es capaz de plantearse nuevas preguntas a cada paso que da. Desidolatrizar nuestro mundo interior, primera tarea en el sufismo, significa airearnos por dentro, a fin de permitir que ese gran misterio de la vida que hace que las cosas sean lo que son y al que denominamos Al·lâh suceda en mí. Afirma un conocido hadîz qudsî: “No me contienen [dijo Al·lâh] mi tierra ni mis cielos, pero sí me contiene el corazón de quien se entrega a mí”. Hollar la senda sufí es devolvernos a la naturalidad e inocencia primordiales (fitra) de cuando carecíamos de todo aparato doctrinal e ideológico y no habíamos hecho de la indagación espiritual una especialización al margen de la vida y de las cosas tal como son. Adentrarse en el sufismo significa recuperar un estado de confianza primigenia en la vida perdido entre tantas y tantas entelequias y construcciones fantasiosas acerca de la realidad. Solo quien confía abiertamente en la vida es capaz de ponerse en disposición de recibir, como el derviche que al girar sobre sí mismo simboliza la receptividad más embrionaria del ser humano. Y es que estar vivo, en el sentido más profundo y total del término, comporta confiar plenamente en aquello que no requiere de nuestra confianza o imân. Al fin y al cabo, las cosas, desde el recorrido de los planetas a la floración de los almendros o la respiración que me mantiene vivo, operan sin que precisen de nuestra intervención consciente.

Rugby: Gales, imparable

Gales, imparable



Halil Bárcena






Tras la jornada de descanso, prosigue la presente edición del Seis Naciones de Rugby. La tercera jornada dejó bien claro algo que ya veníamos anunciando en nuestras crónicas anteriores: Gales anda muy fuerte y, hoy por hoy, es el principal candiadato para llevarse el torneo. Los del dragón vencieron a domicilio a una Inglaterra (12-19) que anda remodelándose con muchos titubeos (el próximo mundial, el 2015, se jugará en suelo inglés), en un encuentro vibrante resuelto en los últimos compases gracias a un par de acciones demoledoras, sobre todo la de Scott Williams que voló de palomita para transformar un ensayo sublime. En resumen, los del País de Gales, ya con la Triple Corona en su poder, tras vencer a Irlanda y Escocia en las primeras dos jornadas, estuvieron magníficos. El resto de la jornada transcurrió como sigue: Irlanda apabulló como era previsible a una Italia solo voluntariosa (42-10) y Francia se las vio y se las deseó para doblegar a domicilio a una Escocia (17-23) que no acaba de explotar todo su potencial, siendo una lástima que todo un histórico del rugby haya de luchar, junto a Italia, justamente, por evitar llevarse la 'cuchara de palo' con la que se 'premia' de forma un tanto sarcástica al combinado que queda en último lugar del torneo habiendo perdido todos los encuentros.

Escribe el periodista Albert Turró a proósito del rubgy, ese magnífico y atípico deporte: "Otro dato que debe resaltarse sobre el juego es el hecho que cualquier jugador (quizá con la excepción del medio de melé), por mucha actividad que desarrolle durante un partido, apenas tendrá el balón en las manos durante un minuto, como mucho. Los otros setenta y nueve los deberá dedicar a labores de apoyo a sus compañeros. Por tanto, la parte fundamental de su trabajo será colaborar con el colectivo". He ahí otra, una más, de las grandezas de este deporte señorial: la primacía solidaria del grupo por encima de las individualidades, algo tan infrecuente en la sociedad de hoy, donde mirar para uno es norma y ley.


Para ver un buen resumen del emocionante Inglaterra-País de Gales, clikd aquí:

miércoles, 22 de febrero de 2012

Cafres


Cafres




Halil Bárcena





“Fueron incapaces de oír y no pudieron ver”, dice el Corán (11, 20) a propósito de los kâfirûn (plural árabe de kâfir). El kufr, atributo del kâfir, en modo alguno es ‘infidelidad’, como a veces, muy a lo loco, suele traducirse, sino ‘cerrazón’ e, incluso, ‘ocultamiento adrede’. El kâfir no es un negligente, alguien que en su ensimismamiento amnésico pasa inadvertido ante los signos divinos (ayât) que se muestran por doquier. “¡Cuántos signos hay en los cielos y en la tierra, junto a los cuales pasa el hombre indiferente!”, se lamenta el Corán (12, 105). No, la acción del kâfir, que es premeditada, obedece a otras causas. El kâfir no es que no quiera oír o ver, es que no puede. Y no puede dado que su ego o yo fenoménico, nafs al-ammâra en el léxico técnico de los sufíes, se lo impide. Podríamos traducir al-ammâra como ‘lo imperativo’, esto es, esa parte de nosotros que nos dicta sus órdenes impositivamente, sin posibilidad de réplica, empujándonos en una dirección siempre contraria a la vida y su multiplicación generosa.

En castellano, el vocablo árabe kâfir ha dado ‘cafre’. Pues bien, un kâfir es eso, justamente, un cafre: un ocultador de la vida, quien rema a contracorriente, alguien que pone palos a las ruedas. Si el derviche es un excavador de pozos de agua -de luz y conocimiento- para el disfrute de todos, el cafre es quien trata de taparlos echándoles tierra encima. A veces, es un acto perversamente consciente; otras, obedece al mandato del ego imperativo como si de una máquina se tratara. Y es que quien vive bajo los dictámenes de su ego es incapaz ofrecer una respuesta positiva a nada: de ser agradecido, por ejemplo, ante el regalo incesante que es la vida. La envidia, por ejemplo, constituye una de las formas más perversas de kufr. El profeta Muhammad detestaba la envidia y la definía como la peor de las enfermedades humanas; porque, en efecto, quien envidia (hasid) padece una grave enfermedad. Envidiar a otro es, al fin y al cabo, negar la vida que se dice en él a raudales; y, por consiguiente, constituye un atentado contra Al·lâh, o lo que es lo mismo, contra la propia trama insondable de la vida que, como el espíritu, sopla donde quiere. ‘Umar ibn Abd al-Azîz decía: “No se me ocurre de un malhechor más propenso a ser él mismo víctima del mal que quien envidia a otro”. Dicho de otro modo, el cafre que envidia se hiere a sí mismo.





Hemos afirmado más arriba que kufr bien podría traducirse por ‘cerrazón’. Siguiendo la primera aleya coránica citada en este texto, podríamos decir que quien no puede ni oír ni tampoco ver vive aislado en su cerrazón: cree ser por él mismo, cree en las cosas aisladas de su raíz vivificadora. Más aún, el cafre es empujado por su nafs al-ammâra a idolatrar la ficción de su individualidad aislada. El cafre deposita toda su confianza, y eso es en verdad la auténtica idolatría, en seres, cosas u objetos tomados como entidades reales. Y es que un ídolo es todo aquello en lo que depositas tu confianza, que no sea Él, como dirían los sufíes. Solo en ese sentido kufr es idolatría. Pero hay algo más todavía, tal vez lo más revelador de todo. Leemos en la magnífica traducción del Corán realizada por Muhammad Asad: “Y los seres a quienes hacían partícipes en la divinidad de Dios dirán [a los cafres idólatras]: “No era a nosotros a quienes solías adorar” (11, 28). Y es que, en efecto, el ídolo es solo la excusa que el idólatra tiene para adorarse a sí mismo. No es de extrañar, pues, que Mawlânâ Rûmî (m. 1273) afirmara que no hay peor idolatría que la egolatría; y más cuando se reviste de (falsa) espiritualidad.

martes, 21 de febrero de 2012

'Mundo iranio', una nueva revista


'Mundo iranio',
una nueva revista




Desde este blog sufí queremos saludar la aparición de 'Mundo iranio', publicación semestral de carácter estrictamente cultural dedicada a la divulgación de la iranología en lengua española. Y saludamos su aparición por varios motivos. Primero, porque, en estos momentos convulsos, en que suenan de nuevo los tambores de guerra en Oriente Medio, bueno es que la cultura alce su voz pacífica y pacificadora. Segundo, porque es conveniente darse cuenta que son muchas las puertas, una de ellas la persa, que dan acceso a la riqueza de la cultura y espiritualidad islámicas, máxime en un país como el nuestro que tradicionalmente ha primado lo árabe como única posibilidad de comprensión de lo islámico. Y, tercero, pr la enorme magnitud de la cultura persa, tanto islámica como pre-islámica. Del número 0, que gentilmente ha llegado hasta la redacción de este blog sufí, destacamos el artículo del profesor J. A. Antón Pacheco sobre el trasfondo iranio del islam persa, en el que se percibe la larga sombra del iranólogo francés Henry Corbin, así como el texto de Alfred Gutiérrez-Kavanagh acerca de la visión literaria de Persia en el siglo XIX europeo. Esperemos que 'Mundo iranio' tenga larga continuidad y pueda llenar así el enorme vacío existente en lengua española sobre una disciplina tan necesaria como la iranología, a fin de que podamos conocer mejor una de las culturas más fertiles de la historia de la humanidad: la persa. Halil Bárcena

Para saber más:


miércoles, 15 de febrero de 2012

Símbolos: 'La leche'

El simbolismo de la leche



Halil Bárcena





Cuenta la tradición que durante el vuelo nocturno o mirâj de Muhammad, relato simbólico que recoge la experiencia mística del profeta del islam y modelo del viaje interior para los sufíes, se le ofreció a escoger entre la leche, el agua y el vino, decántandose el Profeta por la leche, siendo éste, a partir de entonces, el elemento que define por antonomasia a la tradición islámica. El islam es la tradición de la leche, laban en árabe (de donde deriva el topónimo Líbano, en referencia a las cumbres nevadas del país de los cedros, es decir, blancas como la leche), como también lo es del viaje. La leche constituye, según Frithjof Schuon, un elemento equilibrador. En efecto, la leche simboliza en la espiritualidad islámica el equilibrio y el justo medio. No en vano, el propio texto coránico se refiere a la umma, esto es, a la comunidad conformada alrededor de la experiencia muhammadiana, como la "comunidad del medio", umma wasat en árabe (Corán 2, 143), esto es, justa, equilibrada, apartada de los extremos. Al mismo tiempo, la leche constituye el símbolo de la fitra o naturaleza primordial del ser humano. Afirma un hadîz narrado por Abû Hurayra: "En sueños, la leche [laban] corresponde a la naturaleza primordial [fitra]". No en balde, se dice que el islam es la tradición espiritual de la fitra; en otras palabras, la tradición de la leche.

Dîwân de Hal·lâj (35)


Dîwân de Hal·lâj (m. 922)




35.
1. Quietud, després silenci i a la fi mutisme;
coneixement, després passió i tomba al final (1).


2. Fang, foc i després llum;
fred, ombra i després sol.

3. Pedregar, més enllà planura i al final desert;
riu, més tard oceà i acabat terra ferma.

4. Embriaguesa, més enllà sobrietat i al final anhel;
proximitat, confl uencia i a la fi intimitat.

5. Constricció, delectanca i al final esborrament;
separació, tot seguit reunió i al final extinció.

6. Captura, després devolució i finalment atracció;
descripció, més tard il·luminació i a la fi embolcallament.

7. Expressions per a gent lúcida
que sap bé que aquest món és una autèntica desferra,

8. remor de veus confuses darrere de la porta;
però els mots del savi són xiuxiueigs a cau d’orella.

9. I l’últim que el servent lliura en arribar al darrer límit
és el destí personal i la pròpia ànima,

10. car l’home és el servent de la fe confiada:
la veritat de la veritat és acomplir la santedat en un mateix.

Notes:
(1) El poema és una enumeració de cada etapa o maqâm del camí espiritual, segons el concep Hal·lâj.


(Traducció de l'àrab al català a càrrec de Halil Bárcena)

Rugby: Seis Naciones - 2012



Gales sigue adelante
en una jornada incompleta




Halil Bárcena





La segunda jornada del torneo de las Seis Naciones de Rugby fue incompleta, ya que el a priori interesantísimo test-match entre Francia e Irlanda hubo de suspenderse, caso insólito en la historia del torneo, a causa del hielo que cubría el Stade parisino. El choque entre los franceses y los del trébol tendrá lugar el 4 de marzo. Por lo que respecta al resto de la jornada, Inglaterra tuvo que emplearse a domicilio para doblegar a unos correosos italianos (15-19) que no desean llevarse la cuchara de palo nuevamente. En el encuentro restante, País de Gales, cada vez más sólido en su papel de favorito (y, que no se olvide, donde el rugby se vive como en pocos lugares) venció con holgura a unos escoceses (27-13) que no acaban de dar con la fórmula para ganar, a pesar de que por momentos despliegan un juego interesante.

Es mucho lo que se aprende de este deporte único, más aún en estos tiempos almibarados donde la sensiblería empalagosa lo invade todo, incluso el ámbito de la espiritualidad. No hay más que darse cuenta del tipo de traducciones que hoy circulan de la poesía de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), por ejemplo, para darse cuenta de la ola de sentimentalismo que nos azota. El caso es que cada jornada del Seis Naciones de Rugby constituye una oportunidad inmejorable para aprender de estos nobles caballeros que son los jugadores de rugby. Me vienen ahora a la memoria unas sabias palabras de Tomás Petersen, que vistió en 29 ocasiones la camiseta albiceleste de Los Pumas argentinos, en las que decía a propósito de su experiencia como jugador de rugby: "El rugby a mí me ayudó a sentirme alguien y a la vez me dio una pauta para no sentirme demasiado"; algo, curiosamente, que algunos ni siquiera han vislumbrado después, eso sí, de años y años de prácticas y más prácticas de meditación y otras lindeces.


Toda la información del Seis Naciones la pueden seguri aquí:


lunes, 13 de febrero de 2012

Sufismo, la perplejidad

Sufismo,

senda de la perplejidad



Halil Bárcena





El modelo muhammadiano sobre el que se construye y fundamenta el sufismo no es una doctrina, ni un sistema de pensamiento, ni tampoco un dogma religioso. El tawhîd o unidad y unicidad del ser, que es la intuición espiritual primordial del profeta Muhammad, no es nada de eso. El tawhîd, sintetizado en la fórmula árabe ‘Lâ ilâha il·lâ Al·lâh’, una de cuyas posibles traducciones sería: ‘Nada existe fuera de Al·lâh’; el tawhîd, digo, es una experiencia radical de la realidad realmente real de la que deriva una honda certeza vital, fruto de una manera de ser y estar en el mundo. Y ese es el legado muhammadiano que heredan los maestros sufíes y que experimentan y reinventan en sí mismos. En ese sentido, cabe decir que Mawlânâ Rûmî (m. 1273) no hace otra cosa que invitar a vivir el tawhîd; y quien no lo sienta así es que carece de oído musical para la espiritualidad. Lo que es cierto es que ni la música ni la danza sufíes, tan relevantes en Rûmî, carecen de todo sentido sin el tawhîd. De ahí la inconsistencia de ese pseudo-sufismo new age construido a base de musiquillas sensuales y darse vueltas sin ton ni son.

Es preciso una humilde y constante indagación del secreto a voces que proclama la fórmula 'Lâ ilâha il·lâ Al·lâh'. Nada es, todo significa. Nada posee vida por sí mismo, todo es signo teofánico. No hay ídolo que sustituya la presencia de Al·lâh. Todo aquello en lo que depositamos nuestra confianza que no sea Él es un 'ídolo'. En resumen, y esto es lo que constituye el verdadero sabor del sufismo: primero es preciso negar falsedades para luego afirmar verdades. De otro modo, nada es posible. Y es que sin que el propio mundo se venga abajo hecho añicos, no es posible abrirse al misterio desconcertante pero maravilloso de la vida y de Al·lâh, que no es, en definitiva, sino aquello que hace que las cosas sean lo que en verdad son. Por eso mismo, el sufismo, ese gran destructor de ídolos, es decir, de mundos fantasiosos (eso que el Corán denomina amânî, plural de umniya), no es llenarse de ideas, dogmas, conceptos o prácticas exóticas con las que sentirse importante, sino vaciarse de todo afán interpretativo y vivir en la absoluta perplejidad o hayra, porque cada mundo nuestro construido cierra ante nosotros todo un universo de posibilidades impensables.




Hay que ser valiente para ser ummí, esto es iletrado, como lo fue el profeta del islam; es decir, alguien vacío de sí mismo como un ney, la flauta derviche de caña, a través del cual transita el aliento de la vida en todo su esplendor. Pero ummí también quiere decir ‘virginal’, alguien que ha sido capaz de retornar al útero materno; en definitiva, alguien que aún es capaz de mirar al mundo con ojos de niño. Y es que no es posible la experiencia de Al·lâh si uno ha amputado la capacidad de sorprenderse y de sentir admiración. Heredero del estilo muhammadiano, el derviche es, así pues, quien vive a la intemperie, sin parapeto alguno. Decía Mawlânâ Rûmî que en la senda interior se avanza de hayra en hayra, de perplejidad en perplejidad. Por eso el profeta Muhammad suplicaba: “Rabbî, zidnî hayra”, que en árabe significa: “Oh, mi sustentador, aumenta mi perplejidad”.

martes, 7 de febrero de 2012

Cocina sufí: 'Sopa de Tandır'


Sopa de Tandır





"Antes de empezar cualquier comida di 'Bismil·lâh' ('En el nombre de Al·lâh'); y si lo olvidas dilo cuando lo recuerdes"
(Hadîz atribuido al profeta Muhammad)

Descripción:
En turco, se conoce como 'tandır' al horno construido debajo de la tierra. Tal vez en la antigüedad la sopa que hoy traemos se cocinaba en dichos hornos, y de ahí provenga su nombre. Por lo que hace a la visión mevleví del alimento, hay que tener en cuenta que en la cultura sufí de los derviches mevlevíes comer no es tan solo alimentarse sino un elemento más de la 'ibâda o práctica espiritual del derviche. Comer es casi como una oración. De ahí que en el momento de ingerir cada alimento pronuncie un agradecimiento a Al·lâh.

Ingredientes:
¼ taza de garbanzos
¼ frijoles secos
2 cebollas
2 cucharas soperas de aceite
½ taza de bulgur
½ taza de lentejas verdes
2 cucharadas soperas de carne bien cortada
8 tazas de agua
1 cucharada de postre de pimienta negra
1 cucharada de postre de comino
Sal

Preperación:
Ponemos en remojo toda una noche los garbanzos, las lentejas y los frijoles secos. Vertemos en una olla aceite y cebolla troceada y lo ponemos a fuego lento, hasta que la cebolla se dore un poquito. Primero, añadimos el bulgur y, luego, la carne, y así lo removemos un poco para que adquiera gusto. Añadimos más tarde las lentejas, los garbanzos y los frijoles, y, por último, la pimienta negra. Una vez comienza a hervir tapamos la olla y dejamos que vaya hirviendo a fuego muy lento, aproximadamente unas dos horas hasta que los garbanzos y los frijoles estén al punto. Finalmente, añadimos sal y comino, y lo dejamos hervir diez minutos más.


(Sección coordinada por Nesrin Can)

Componer en espejo

Caligrafías en espejo



Halil Bárcena





Uno de los modelos compositivos más usados por los calígrafos o jattât adeptos al sufismo es el llamado ‘modelo en espejo’, consistente en una composición doble, en la que la parte derecha de la caligrafía se refleja en la parte izquierda, y viceversa. Acostumbran a ser caligrafías muy equilibradas, que transmiten serenidad a quien las contempla. Las composiciones caligráficas en espejo (ya sean dos -literalmente Él- que se miran, o dos letras como la wâw, por no citar sino ejemplos muy clásicos) persiguen mostrar, a través del arte de la caligrafía islámica o jatt, la que es la intuición espiritual fundamental del sufismo, a saber, el llamado tawhîd espiritual, reformulado por los sufíes bajo la fórmula sintética árabe wahdat al-wuyûd, que podríamos traducir como principio de la unidad y unicidad del ser, según el cual sólo la divinidad es existente, siendo el mundo un depósito de signos teofánicos.



Las caligrafías en espejo vienen a expresar de otra forma la aleya coránica predilecta de los derviches mevlevíes que dice así: “A Al·lâh pertenecen Oriente y Occidente. Allá donde te gires verás el rostro de Al·lâh. Él todo lo conoce y abarca” (Corán 2, 115). Dicha idea del espejo como símbolo de un mundo que no hace sino reflejar los signos o ayâts divinos, la hallamos también en el saludo islámico por antonomasia: “As-salâmu ‘alaykum” (La paz esté con vosotros); y en su respuesta: “Wa ‘alaykumu-s-salâm” (Y sobre vosotros la paz). También la poesía de un sufí como Mansûr Hal·lâj (m. 922), el primer mártir místico del islam, recoge esa mismo modelo en espejo de los calígrafos sufíes. Dice Hal·lâj: “Yo soy aquel a quien amo y aquel a quien amo es yo. Somos dos almas en un mismo cuerpo. Verme a mí es verle a Él y verle a Él es verme a mí”. Incluso la arquitectura islámica ha tratado de expresar el principio de la unidad y unicidad del ser; y para ello ha usado el agua, en forma de estanques, por ejemplo, a fin de que la construcción se refleje en ella. Dicho recurso no es solo una manera de aligerar la pesantez de los momumentos arquitectónicos, que también, sino, fundamentalmente, un recurso, insisto, para transmitir en el observador atento la idea de que en el cosmos nada es, que todo significa. El arte musical, por último, se ha servido de la repetición de unos mismos pasajes melódicos en octavas distintas para perseguir el mismo objetivo.

sábado, 4 de febrero de 2012

Rugby: Seis Naciones - 2012

Rugby, llega el Seis Naciones

Halil Bárcena




Por fin echó a andar la decimotercera edición -en el formato actual- del Torneo de las Seis Naciones, la gran cita rugbística del hemisferio norte, que enfrentará a los combinados de Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda, Francia e Italia, desde el 4 de febrero hasta el próximo 17 de marzo. Y lo hizo sin excesivas sorpresas. Como era de esperar Francia dio buena cuenta de Italia, que no acaba de ponerse al nivel de resto de selecciones (30-12); Inglaterra batió a Escocia a domicilio (6-13) y, en el que era el choque más importante de la primera jornada, Gales presentó su firme candidatura a alzarse con el torneo al vencer en Dublín a una Irlanda que acusó en demasía la ausencia por lesión de su gran capitán Brian O'Driscoll (21-23). El choque entre galeses e irlandeses tuvo gran emoción y alternativas en el marcador, resolviéndose a favor del quince del dragón gracias a un golpe de castigo transformado por Leigh Halfpenny ya dentro de los últimos sesenta segundos de juego. Confirmaron de esta manera los del País de Gales, una formación donde impera el talento y la juventud, las buenas sensaciones causadas en el último mundial celebrado en Nueva Zelanda; y todo ello a pesar de las notables bajas que presentó el equipo que entrena Warren Gatland.

Hoy, que tanto cuesta hallar referentes fiables en una cultura y una sociedad tan desnortadas, el deporte del rugby continua siendo una escuela inmejorable de nobleza y caballerosidad. Y es que el jugador de rugby, al igual que el fatâ o caballero espiritual sufí, es antes que otra cosa un hombre generoso. La generosidad, tan escasa hoy en día, en un mundo caracterizado por la depredación (¡depredan los integrados y depredan los alternativos!) constituye uno de los pilares fundamentales de este juego apasionante. El resto de virtudes rugbísticas (coraje, valentía, solidaridad, vigor, sagacidad…) no son nada sin la generosidad.

Eso es todo por el momento. En próximas crónicas iremos informando de todo cuanto acontezca en este gran acontecimiento rugbístico que es el Torneo de las Seis Naciones, al tiempo que aprovecharemos para acercar al lector a la filosofía de un juego único.

El día a día del Torneo puede seguirse aquí:
www.rbs6nations.com

El perfume de la música 'mevleví

El perfume

de la música sufí 'mevleví'



Leili Castella





Si por algo se distingue un derviche es por su adab o forma de estar en el mundo. Quizá no se le reconozca a primera vista, puesto que no tiene interés alguno en llamar la atención ni en figurar; sin embargo, a poco que uno se fije, la exquisitez de sus gestos le delata. Hace unos años, en Istanbul, centro sufí como pocos hay, vi uno de estos gestos que actualmente tengo el placer de ver con frecuencia aquí mismo, en Barcelona: un neyzen o intérprete de ney (la célebre flauta derviche de caña), antes de empezar a tocar, vertió en el interior de su instrumento unas gotas de perfume de rosas, de modo que, al emitir sus sonidos, el ney expandía una fragancia irresistible.


Como bien comentaba Halil Bárcena en una reciente entrada de este mismo blog sufí dedicada al istilâhât o lenguaje técnico del sufismo, la lengua árabe posee una enorme capacidad alusiva que les permite a los sufíes “usar al límite la red de asociaciones morfosintácticas que pueden establecerse entre los diversos términos de una misma raíz árabe”, lo cual supone poder “conferir a las palabras un nuevo sentido adecuado a su experiencia” [1]. En este contexto, Halil Bárcena explicó en cierta ocasión que warda, palabra árabe que significa 'rosa', acoge también la idea de sus capas concéntricas. Curiosamente, warda comparte raíz semántica con wird, que es la práctica de invocación que realiza el derviche a diario. Si ponemos en relación ambos términos puede concluirse que el término wird alude a la invocación entendida como una entrada progresiva en las distintas capas de profundidad del dhikr o recuerdo de Al·lâh. Y es que el neyzen al hacer música, dice su oración. Esta bellísima asociación conmueve por “la conformidad entre la experiencia y la vivencia” [2]. No es una asociación que surja de una abstracción o de una mera especulación, sino de una experiencia de lo indecible, que sólo se atisba a decir llevando las palabras a su límite.





Aún así, para invocarle a Él, forma alusiva como los sufíes se refieren a la divinidad, las palabras son insuficientes, por lo que se hace necesario recurrir a otros lenguajes, como el del perfume o el de la música: ambos tienen en común el ser perfectamente perceptibles y, sin embargo, intangibles, y por ello son vehículos adecuados de lo inefable. Ambos comparten aún otra cualidad: la de despertar el recuerdo. Nada hay que avive más nuestra memoria que el recuerdo de un perfume o de una música. No es de extrañar, pues, que Annemarie Shimmel explique que en la poesía persa, en la que con frecuencia quien (o lo que) conduce hacia el Amado es llamado Jâdir, en alusión al enigmático personaje que en el Corán guía a Moisés [3], se haya referido en alguna ocasión a la fragancia de la rosa como al “ruiseñor de Jâdir” [4]. Y es que el derviche es quien ha comprendido que tanto el perfume como la música son lenguajes del amor. En palabras de Mawlânâ Rûmî (m. 1273): “El amor tiene cien idiomas más. Cuando el perfume del encantador de corazones comienza a volar, todas esas lenguas se quedan mudas. Lo dejaré (me callaré): el Amado ha empezado a hablar, escucha; y Dios sabe mejor el camino correcto” [5].


Notas:
[1] Pablo Beneito, El lenguaje de las alusiones: amor, compasión y belleza en el sufismo de Ibn ‘Arabî, Murcia, Editora Regional de Murcia, 2005, p. 30. Citado en la reciente entrada de este blog 'Istilâhât, la lengua de los sufíes' de Halil Bárcena.
[2] Ibídem.

[3] Corán, 18, 60-82.
[4] Annemarie Shimmel, “A two-colored brocade. The imagery of persian poetry”, Chapel Hill 1992, p. 345, not. 92.
[5] Rûmî, Masnawí, libro III, versos 3840 y ss.

Leili Castella es licenciada en derecho, pianista y rebâbista del grupo 'Ushâq. Coordinadora del Institut d'Estuddis Sufís, dirige la escuela de música 'Baraka, música con alma'.

Mawlîd an-Nabí

Mawlîd an-Nabí


(4 de febrero de 2012 - 12 de rabi'a al-awwal 1433)


Aniversario del nacimiento

del profeta Muhammad







Na'at-i sharîf

(Himno dedicado al profeta Muhammad)


Letra: Mawlânâ Rûmî (1207-1273)

Música: Buhûrizade Mustafá Itri Efendi (1640-1711)

Maqâm: Rast

(Traducción del persa: Halil Bárcena)




"¡Oh, nuestro amado maestro, amigo de la Verdad!

¡Oh, estimado de Al·lâh, profeta sin igual del creador!

Tú eres el ser más puro que Al·lâh ha escogido entre sus criaturas.

¡Oh, nuestro amigo y sultán! Eres el amigo del Eterno,

el más perfecto y exaltado ser del universo.

Eres el elegido entre los profetas y la luz de nuestros ojos.

¡Oh, nuestro amado maestro, amigo de la Verdad!

¡Oh, nuestro amigo y sultán, mensajero de Al·lâh!

Tú sabes bien cuán débil e indefenso es el hombre.

Tú eres el guía de los que nada tienen y de los humildes de espíritu,

amigo de la Verdad, nuestro sultán.

Eres el ciprés del jardín de los profetas.

Eres la primavera del jardín del conocimiento.

Eres el jacinto y el rosal del jardín de la profecía.

Eres el ruiseñor del mundo superior.

Shams de Tabrîz ha echado al aire alabanzas a la gloria del Profeta.

Eres el más puro, el elegido, el sublime, el elevado.

¡Oh, tú, que sanas los corazones!

Amigo íntimo de Al·lâh.

Amigo, amigo.


Paradojas del sufismo


Paradojas del sufismo



Halil Bárcena




El sufismo es un conocimiento perdurable que ilumina nuestra auténtica condición de seres humanos, lo que en verdad somos, nuestra complexión más insondable, el fondo profundo de luz que reposa en nuestro interior, eso que el islam, a través del Corán, denomina fitra (Corán 30, 30) o naturaleza cardinal. De ahí que los sufíes pongan el acento más en el carácter liberador de la comprensión que en la moralidad, conscientes de que ésta es consecuencia directa de aquélla. A veces, un acto considerado como negativo en el plano moral nos puede aproximar al centro de la comprensión, mientras que una buena acción podría, al contrario, alejarnos de dicho centro, enturbiando nuestra visión. He ahí una prueba fehaciente de la lógica paradójica tan característica del sufismo, una lógica que está por encima de la del religioso común, a la que a menudo hace trizas. Lo que es cierto es que ver, objetivo primordial de la senda interior, es para el sufí mucho más que distinguir entre el bien y el mal. Los sufíes siempre han defendido, para escándalo de los doctores de la ley religiosa, que lo que es un buen acto para el hombre piadoso constituye una falta para el sufí, algo al alcance sólo de los espíritus más despiertos.


Al mismo tiempo, empero, el sufismo es una experiencia gustativa de esta misma fitra, que es también norma primordial, o lo que es lo mismo, el estado de armonía entre el hombre, el cosmos y la Realidad última o Dios. Una noción, fitra, que algunos autores sufíes, sobretodo indios, han comparado al dharma universal de los hindúes e incluso al tao chino. La experiencia gustativa del sufismo nos pone en contacto inmediato con la realidad realmente real, la dimensión absoluta de la existencia, que se despliega ante nosotros con todo su esplendor y magnificencia sólo cuando la cacofonía del ego o yo fenoménico ha sido silenciada, dejando de ser el epicentro de nuestro hacer, estar y ser, y el criterio interpretativo de las cosas. Roto el cascarón del individualismo, de nuestro yo monádico y aislado, el ser del sufí es entonces parecido al cosmos. Sólo entonces puede el hombre participar de algo mucho más amplio que su angosto mundo interpretativo. Y es que los límites del mundo se circunscriben al mundo que conocemos. Si el mundo es un gran libro, valga la expresión, la mayoría de hombres no ha pasado de la primera página.

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)