Juro
Haber recibido en pleno rostro la bendición del sol
Cuando desde lo alto los árboles son graves
Y el color neófito
Cuando el mundo da sus primeros pasos
Tras la noche
El aire comparte un mismo amor
La tierra que late en mi pecho tiene forma de desierto
Hay agua fuera de los muros
Que constata la soledad en el preciso momento del retorno
Juro por el viento denso de almizcle
Por la arena que se levanta en armas
Por el beso de un cielo abierto
Por la tradición que me anula
Juro
Haber querido este tiempo que recuerdo
2
Extranjero
Has manchado el mar por ternura
Extranjero
Pero no sabías que era espacio vacío,
Que es todo cuanto queda del camino
Necesario
Para la respiración de las biblias,
Para el pacto entre nosotros y nosotros
Para la muerte fértil que se convierte en jardín
Del sueño y del agua para liberar las razas,
Necesario
Como cada piedra
De la cual yo soy la nieve regia,
Para que la tierra aprenda a vivir con su doble,
No conocer más ausencia.
Extranjero
La arena es lenguaje del mundo,
Nuestros pies han descifrado lo que quema tu sol
Y te empuja a ser libre como un niño.
Extranjero
Ve porqué esta noche
Bajo los últimos muros de Asia,
Ofrezco mi cuerpo móvil al filo de la ola.
3
La verdad como las nubes es alterada por el viento,
Blanqueada por la luz; solamente la noche ha podido
Mantenerla intacta.
(Poemas pertenecientes al libro Les oeuvres poétiques complètes, Dar An-Nahar, Beirut, 1986)
Nadia Tuéni (1935-1983) es una poetisa libanesa de expresión francesa. Hija de padre libanés, el diplomático y escritor druso Muhammad Alí Hamade, y de madre francesa, de su poesía se ha dicho que posee los ritmos, las visiones y la suntuosidad del verso árabe clásico. A pesar de que la poesía fue su principal forma de expresión literaria, Tuéni colaboró en periódicos y otras publicaciones tanto árabes como francesas, al tiempo que impartió numerosas conferencias y animó diversos encuentros literarios de escritores árabes, tanto en su Líbano natal como en el extranjero. Toda su obra, y especialmente la poesía, está marcada por una intensa y radical búsqueda interior que la condujo a ponerlo todo en cuestión. Compartió los viajes y peripecias personales y profesionales de su marido, el periodista y político Ghassan Tuéni, editor del diario An-Nahar, decano de la prensa libanesa, desde Beirut a París y, después, Washington y Nueva York, donde aquél fue embajador y representante del Líbano ante la ONU. En 1973, Tuéni recibió el Premio de la Academia Francesa.