Quizás pueda arrojar un punto de luz sobre esta cuestión la siguiente anécdota recogida por Jean During, especialista en las músicas de Irán, en el libro “La musique à l’esprit” [1]. La anécdota a la que nos referimos, ocurrida en uno de esos momentos privilegiados que ponen cara a cara al maestro y al alumno, es la siguiente: ante un auditorio perplejo, un brillante y virtuoso maestro de percusión hizo repetir un pasaje a un alumno durante más de media hora, sin decirle ni una sola palabra, sin jamás hacer referencia verbal al error que el alumno cometía una y otra vez. El maestro no hablaba, se limitaba simplemente a tocar de nuevo el fragmento, y el alumno, cada vez más angustiado, lo repetía, cometiendo una y otra vez la misma equivocación. Y así, innumerables veces, hasta que el alumno identificó finalmente su error. Esta experiencia resultó ser para el discípulo la enseñanza más importante de todo su aprendizaje musical.
De esta jugosa anécdota destacamos dos aspectos que parecen especialmente importantes, de cara a poder aprender que hay “deficiencias” que ignoramos tener: el primero se refiere al marco en que se produce el aprendizaje, esto es, la relación entre el maestro y el discípulo. Y el segundo, al lenguaje mediante el cual el saber es transmitido. Respecto a la primera cuestión, recojamos las siguientes palabras Mawlânâ Rûmî: “El compañero del camino que no es amigo del Amigo, es sólo causa de problemas. Haz lo que convenga, pero no te asocies con el ignorante, pues te dará una imagen de ti falsa, que enturbiará tu verdadero rostro”. A tenor del contenido de la anécdota, podríamos decir que el verdadero amigo del camino, el maestro, si quiere llamársele así, no es aquél que nos ofrece una imagen aduladora y falsa de nosotros mismos, sino quien, de forma amorosa pero firme, nos confronta con nuestros propios límites. Dar testimonio de lo real y ensanchar la visión es seguramente la función del verdadero amigo o maestro. Su testimonio y su presencia son la enseñanza en sí. Dice de nuevo Rûmî: “La presencia del amigo de Dios es un libro y más. El libro del sufí no se compone de tinta y letras: no es más que un corazón blanco como la nieve”.
Pero, el maestro es sólo uno de los dos polos de la relación. A la presencia firme y honesta de quien guía, que, como un espejo pulido, refleja nuestros nudos, corresponde la presencia del discípulo, afrontando y sosteniendo la imagen reflejada. Para este último, son éstos, sin duda, momentos difíciles e importantes, puesto que se ponen a prueba la sinceridad de su anhelo de ver, la humildad para reconocer sus “deficiencias”, la fortaleza para sostener la situación y, también, por qué no decirlo, su confianza en el maestro. Seguramente, sólo la sinceridad, la humildad, la fortaleza y la confianza permiten al discípulo no huir y encarar como es debido la situación. Es, precisamente entonces, cuando la dificultad, o el misterio del camino, se vuelve la propia guía, de tal manera que el nudo se deshace.
La segunda cuestión de la anécdota expuesta que nos gustaría destacar, se refiere al “lenguaje” que propicia la comunicación entre el maestro y el discípulo. Muchas veces se ha dicho que las tradiciones musicales islámicas son “tradiciones orales”, pero quizás habría que matizar, como explica Jean During, y hablar de “tradiciones presenciales”, ya que hay una cierta transmisión que se produce, según la expresión persa, sine be sine, “de pecho a pecho”. El término sine, precisa During, remite a la idea de confiar un secreto, un misterio, es decir, algo no formulable mediante palabras. A esta forma de lenguaje que irrumpe cuando el parloteo verbal calla, Mawlânâ Rûmî le llamó zabân-e hâl, esto es, “la lengua del estado interior”. Halil Bárcena ha escrito al respecto: “Podría decirse que se trata del lenguaje del silencio interior, la música callada que propicia lo que los sufíes han dado en llamar el conocimiento del corazón” [2]. El silencio se vuelve, así pues, instrumento pedagógico de lo inefable.
Pero, seguramente, aún hay otro aspecto interesante en este modo “silencioso” de enseñanza. Y es que, si el maestro hubiera mostrado verbalmente la equivocación a su alumno, éste habría “creído” sin más la explicación y, en base a ella, habría rectificado. Creer, en este sentido, comporta que alguien piense por nosotros, al tiempo que nos hurta la experiencia de confrontarnos con el límite. Sin embargo, la anécdota parece mostrar que sólo la identificación y la experiencia del límite permitieron al alumno ampliar el horizonte de su mirada. Y esto último, el cultivo de la capacidad de ver, más que la subsanación del error en sí, era probablemente la cuestión que el maestro planteaba a su alumno. De ahí las siguientes palabras de Mawlânâ Rûmî: “Cuando el oído es penetrante, se convierte en ojo”.
[1] Jean During, "Valeurs et projet moral dans les traditions musicales orientales", en Jean During (ed.), La musique à l'esprit. Enjeux éthiques du phénomène musical, París: L'Harmattan, 2008, p. 93.
[2] Halil Bárcena, “Rûmî y la mística de la escucha. El simbolismo musical en el sufismo de Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî” [Trabajo de investigación, DEA].
Lili Castella es licenciada en derecho y pianista. Rebabista del grupo 'Ushâq, es coordinadora del Institut d'Estudis Sufís