Jalil Gibrán,
el poeta/profeta de Líbano
Halil Bárcena
Romántico, místico, amante de los espacios naturales, de la música y del dibujo, el poeta libanés Jalil (se ha transcrito a veces Khalil e incluso Kahlil) Gibrán ha sido una de las personalidades más sugestivas y universales de la literatura árabe contemporánea. Sus poemas, relatos y pinturas desafiaron las normas establecidas de la pacata cultura libanesa de su época. Su obra también supuso un revulsivo para los intelectuales, tanto cristianos como musulmanes, que compartieron con él la aventura renovadora que experimentó el mundo árabe durante el primer tercio del siglo pasado.
La actitud vital de Jalil Gibrán (1883-1931) ha inspirado a generaciones enteras de lectores, que lo vieron como algo más que un escritor, como una suerte de profeta contemporáneo del amor al hombre y a la naturaleza. El escultor francés August Rodin dijo de él que era el "William Blake del siglo XX". También el pensador indio Jiddu Krishnamurti se contaba entre su asmiradores, mientras muchso escritores y poetas quedaron subyugados por su escritura diamantina: Gabriela Mistral, Eugeni D'Ors, José Juan Tablada.
En su extraordinaria y compleja personalidad resuenan los ecos inmarchitables de su oriente, desde el cristianismo maronita al sufismo, pero también de autores occidentales (Blake, Whitman, Nietzsche...) que llenaron sus madrugadas lectoras. Algunos lo han acusado de romántico trasnochado, blandengue y hasta "cursi", pero bien leído, Jalil Gibrán proporciona un verdadero goce, la voz de la conciencia que el hombre no siempre sabe escuchar.
Jalil Gibrán nació en el seno de una familia humilde de confesión cristiana maronita, en el pueblo de Bicharri, en el corazón de las montañas de Líbano, no muy lejos de donde crecían los cedros sagrados que dieron fama al país. Durante 1895 la familia de Gibrán, con la excepción del padre, emigró. Su hermanastro Butrus, sus hermanas Sultana y Mariana, su madre y el propio Gibrán se instalaron en los alrededores del barrio chino de Boston (Estados Unidos). Al cabo del segundo año de estudios, Gibrán ya leía y escribía inglés sin ninguna dificultad. A los catorce años tuvo su primera relación amorosa, con una mujer once años mayor. Se cree que este fue el motivo -y no el deseo de que estudiara en profundidad la lengua materna- que indujo a su madre a enviarlo de regreso a Líbano.
Los profesores de Gibrán en Líbano se sorprendieron por su ansia de conocimiento. La música y la pintura lo cautivaban sobremanera; la escritura, también. Hasta 1902, permanecería en su Líbano natal, donde se había iniciado ya en el arte del retrato, habiendo comenzado también a pergeñar las primeras notas en árabe de la que más tarde sería su obra maestra, An-nabí, El profeta. En enero de dicho año, regresará a Boston. El 1908 fue un año fatídico para Gibrán: en marzo muere su hermanastro Butrus y tres meses más tarde, su madre. Tantas fatalidades lo unieron aún más a su hermana Mariana.
Una vez en Estados Unidos, Gibrán empezó a dedicarse en cuerpo y alma a la creación artística. Pintaba día y noche, y comenzó a publicar sus primeros artículos periodísticos en el diario en lengua árabe "Al-Muhâyir" (El Inmigrante), por dólares cada uno. Simultáneamente exponía sus lienzos. Durante esa época conoció a Mary Haskell, amiga, quizás amante, y más tarde, protectora y consejera del joven artista. En 1905, apareció en Nueva York su primer trabajo literario, La Música, una recopilación de sus colaboraciones periodísticas. Se trata de un librito de pocas páginas, en el que Gibrán evoca los efectos benefactores de la música sobre el espíritu humano. Dos años más tarde publicó Ninfas del valle y en 1908, Espíritus rebeldes. El tono extremista de esta última obra le granjeó la reprobación pública de los sectores más conservadores del cristianismo libanés y de la intelectualidad árabe, pero en modo alguno la excomunión del clero maronita, como erróneamente se ha exagerado.
Cautivado por su halo de ciudad del arte, Gibrán viajó a París durante 1910. Allí se dedicó a la lectura apasionada de Nietzsche. Sin embargo, el provecho artístico que extrajo de su estancia parisina fue más bien escaso, con la excepción de su amistad con el escultor Rodin.
Un año más tarde regresó a Boston, aunque con la firme idea de trasladarse lo antes posible a Nueva York, donde colaboró activamente en los círculos políticos sirio-libaneses que se oponían a la administración turca y la penetración de las potencias europeas. Expuso en repetidas ocasiones y publicó, entre otros libros, Alas rotas (1912), Lágrimas y sonrisas (1914) y Las procesiones (1919). Colaboró asimismo en la prensa árabe con asiduidad. Para entonces, Jalil Gibrán ya se había ganado el afecto de sus compatriotas. Durante esa época inició una apasionada relación sentimental, únicamente a través de carta, con Mayy Zyada, reputada escritora, sin duda la más célebre que ha dado Líbano.
En 1923, apareció El profeta en inglés, y la crítica estadounidense se deshizo en elogios. Gibrán inició así un fructífero periodo de escritura en su lengua de adopción: publicó Arena y espuma (1926), Jesús, el hijo del hombre (1928) y Dioses de la tierra (1931). Encumbrado en el éxito, se convirtió en el corazón de la Liga Literaria (Ar-Râbita al-Qalamiyya), formada por un grupo de prestigiosos escritores árabes emigrados. Al mismo tiempo, impulsó diversas publicaciones literarias en lengua árabe.
Los últimos años de su vida se los pasó añorando el regreso definitivo a su país natal, a su Lubnân al-hanîn, ese "Líbano de la nostalgia" que tanto les gusta evocar a los libaneses que residen fuera del país. Pero el destino le volvió la espalda: el 10 de abril de 1933 murió en Nueva York. Meses más tarde sus cenizas fueron trasladadas a Líbano y depositadas en el convento de Mar Sarquís, hoy convertido en Mueso Jalil Gibrán, cerca de donde nació.
(Publicado en la revista Integral nº 196, abril 1996, pp. 64-65)
Clikad aquí para oír a la célebre cantante libanesa Fayruz interpretando un poema de Jalil Gibrán, "Atinî an-nay" (Tráeme el ney), contenido en su libro Las procesiones. El poema gira en torno a la figura simbólica del ney, la flauta sufí de caña:
Y aquí la cantante Shakira, colombiana de padre libanés, cantando la misma canción, con imágenes de la gran diva Fayruz al fondo: