Mladic, el carnicero
de Srebrenica, capturado
Halil Bárcena
Mayo, que es un mes tan bello, se nos va despidiendo con una noticia tan y tan esperada: la captura del general serbo-bosnio Ratko Mladic, máximo responsable, junto a Radovan Karadzic, del genocidio de 8.373 bosnios musulmanes en Srebrenica, el mes de julio de 1995, la peor matanza vista en Europa, tras la II Guerra Mundial, cometida ante la pasividad de los cascos azules de la ONU desplegados en la zona. Por entonces, quien esto escribe, estudiaba en Damasco, en el Institut Français d'Études Arabes, no muy lejos de la embajada de la ex-Yugoslavia (formada entonces por Serbia y Montenegro), por donde pasaba cada mañana de camino a mis clases de lengua y literatura árabes. El edificio de la embajada en cuestión era siniestro, como todo lo que en aquellos días aciagos de julio del 95 se tramaba en las cabezas de los fanáticos líderes serbios de Belgrado y de la Bonsia recientemente independizada; una Bosnia donde había florecido con el tiempo un islam único, muy bello, laico y europeo, en el que aún podían detectarse las huellas del sufismo, y más concretamente del bektashí y del mevleví. La crueldad de la guerra y la actitud de la comunidad internacional le hicieron mucho mal a aquel islam bosnio que era un ejemplo de tolerancia y modernidad, y al que dejaron desangrarse sin apenas inmutarse. ¡Y de aquellos polvos vinieron algunos de estos lodos! Este cronista vivió aquella guerra, y en particular el genocidio de Srebrenica, con una indignación, rabia e impotencia atroces.
A algunos todo aquello nos cambió para siempre: cambió nuestras vidas y nuestra forma de entender el camino interior sufí; en definitiva, cambió nuestra forma de estar en el islam, y no especifico más porque no andamos con muchas ganas de entrar en detalles. Este final de mayo nada nos ha alegrado más que la captura de Mladic, igual que meses atrás sentimos lo mismo con la de Karadzic. Dicen que este es el pago que Serbia ha de hacer para entrar en la Unión Europea. O sea, ¿que si no hubiese por medio el deseo serbio de pertencer a dicho club tan selecto ambos criminales camparían a sus anchas como si nada? ¿Es eso? Miren ustedes si hay motivos para la indignación. No quiero concluir esta breve crónica sin agradecer al escritor Juan Goytisolo y el activista José María Mendiluce todo cuanto hicieron entonces por explicar al mundo el sufrimiento que padecían los musulmanes y musulmanas de Bosnia, ante la indiferencia de casi todos.
Aquí hallarás un recordatorio del genocidio de Srebrenica:
http://www.youtube.com/watch?v=O6HPDfeZWE8&NR=1