"No viajes en solitario por la vía"
Mawlâna Rûmî (m. 1273)

Comentario:
A no ser que seas un insconsciente, un temerario o un arrogante, busca la guía y el consejo de quienes te han precedido en la senda interior. Son tantos los peligros que te asaltarán a cada etapa del camino que es casi imposible que puedas sortearlos por ti mismo. Un maestro no es un bastón en el que apoyarse, sino alguien que posee un gran sentido de la orientación y que es capaz, por consiguiente, de señalar con su dedo, a lo lejos, la montaña a la que se ha de ascender. El maestro, el pîr o viejo, según lo llaman cariñosamente los derviches, no es un bastón al que asirse, insisto, sino un dedo que apunta y... ¡nada más! Lo cual quiere decir que nadie caminará en la senda por nadie. Siempre se camina solo, aunque no en solitario. La palabra del maestro sufí puede, a veces, incomodar. Y es que el maestro habla para quien esté dispuesto a escucharle, pero sabiendo que no siempre dirá lo que uno desea oír. Con todo, el maestro es alguien del que uno se puede fiar. Primero de todo, porque habla desde lo único que posee: sus cicatrices y heridas, las cuales indican que no es un cobarde ni un apocado, y que ha pagado un alto precio en sangre por transitar libremente la senda del camino interior. En segundo lugar, porque al ser libre ni nos necesita ni nos quiere para nada, por lo que su decir es absolutamente gratuito y desinteresado. El maestro sufí no persigue convencernos de nada ni convertirnos a nada. Tampoco es un ladrón de afectos que nos exija sometimiento y una entrega total a su persona. El único compromiso del derviche es con la verdad, no con nada ni nadie. Así, el maestro sufí no nos pedirá jamás que saltemos al vacío sin antes advertirnos que no vendrá una corte de ángeles celestiales a recogernos a media caída, sino que indefectiblemente nos partiremos la sesera en dos. Halil Bárcena