
Comentario:
Recorrer el camino sufí no es quemar etapas sin más (entre otras cosas porque no se ha de ir a ninguna parte), sino despertar a lo que en realidad se es, y ver. El sufismo corre paralelo al proceso natural de maduración de toda persona. Hollar la senda sufí nada tiene que ver con la práctica desnortada de técnicas y métodos, cuanto más exóticos mejor, en búsqueda compulsiva de estados especiales de consciencia o experiencias extáticas. Quien así opere está llamado al fracaso más rotundo; habitará siempre en los límites del sufrimiento. Ser un derviche implica la comprensión de que en el camino no hay nada que hacer. Tampoco consiste la senda sufí en acumular saberes que uno es incapaz de asimilar. El sufismo no es para hacer bonito, puesto que no mira hacia fuera sino hacia la más honda hondura de nuestro ser. Los derviches no son acaparadores -ni menos aún expendidores- de información, sino iniciadores en la senda del conocimiento que libera y el amor incondicional por todo. La senda sufí, como cualquier otro viaje, requiere ir ligero de equipaje, con lo justo. Y nada resulta tan pesado como el saber inútil, radicalmente superfluo, que no sirve para nada, ese que, eso sí, le permite a uno convertirse en un necio erudito de gran postín, carente de oído musical para la espiritualidad profunda. Halil Bárcena