"Es tu corazón quien te conducirá al alma de tu corazón.
Es tu espíritu quien llevará amor a tu espíritu"
Mawlânâ Rûmî (1207-1273)

Suelen decir los derviches que el sufismo es el camino del corazón, que en el fértil y prolífico lenguaje sufí se designa mediante las palabras árabes qalb, fu'ad, lubb o sirr, dependiendo del matiz que quiera añadírsele al término. De hecho, no se trata sino de cuatro grados distintos de profundidad y conciencia interior, haciendo ver con dicho despliegue conceptual que adentrarse en la vía del corazón carece de límte alguno. Sea como fuere, lo cierto es que el corazón es el órgano simbólico por excelencia de la experiencia interior. No se trata aquí, por supuesto, del corazón sentimental, enfermo de sensiblería. El corazón del derviche siente, pero también ve, conoce y discrimina, puesto que está hecho de fuego y luz. Al cabo, el cultivo de la interioridad no es una elección excluyente entre la luz del conocimiento y el fuego del amor. Seguir el camino del corazón comporta, como en el arte con mayúsculas, pasión y sencillez, mucha sencillez. Ya se sabe que la mediocridad complica, mientras que la genialidad simplifica. Todo ello hace del camino del corazón del derviche un camino de verdad. Y es que no hay más camino al corazón que seguir el propio corazón... ¡con corazón! Halil Bárcena