Üsküdar,
el barrio de los
derviches secretos
Nesrin Can
Sentada en la terraza de un café del barrio de Üsküdar, en una noche de luna llena, contemplando en el Bósforo su reflejo y el de las luces encendidas de las mezquitas más cercanas, tomo un delicioso café turco, al tiempo que me vienen a la memoria estos versos del gran maestro sufí de Üsküdar, Azîz Mahmûd Hüdayi (1541-1628):
"No te engañes con el mundo temporal. ¡Ya Hû! (1)
Este lazo se romperá un día y ya no habrá más diversión.
Esto es una ruina de dos puertas,
quien aquí llega un día partirá.
Este mundo parece el juguete de un niño,
mas los inteligentes no se divierten aquí".
De repente, emerge de la oscuridad de la noche el adhan, la última llamada a la oración del día. El almuédano entona ‘Al·lâhu Akbar, Al·lâhu Akbar’ (2) desde la Mezquita Mihrimah Sultan, conocida popularmente como la 'mezquita del amor', situada en la Plaza de Üsküdar; una mezquita femenina obra del arquitecto y gran derviche otomano Mimâr Sinan, quien la construyó para su amor imposible, Mihrimah Sultan.
Üsküdar es uno de los dos barrios más espirituales de Estambul, situado en la parte asiática de la ciudad, caracterizado por las tumbas de los muchos maestros sufíes que allí vivieron y enseñaron, las dos dergâs mevlevíes (3) y sus meczups (4). En Üsküdar han vivido, aún lo hacen, muchos espirituales secretos o anónimos, al lado de guías espirituales reconocidos por todos; también muchos artistas, escritores y músicos mevlevíes, seguidores de Mawlânâ Rûmî (m. 1273). Sin embargo, muchas de las personas espirituales, designadas en el lenguaje técnico sufí con el término veli (del árabe walî; plural, evliya en turco), son 'invisibles', es decir, no hay ningún signo exterior que les diferencie del resto: poseen su trabajo, tienen una familia como todo el mundo, pero interiormente son personas que viven en un alto nivel espiritual. Son los espirituales secretos, los sufíes anónimos, que no son identificados por el resto de personas, para quienes pasan inadvertidos. Los propios sufíes afirman que Al·lâh les cubre y protege con su nombre Settâr, que en árabe significa cubrir con un velo.
Heidegger decía que vivimos en el mundo, pero que estamos rodeados por el cielo. Pues bien, los espirituales sufíes nos ayudan a fin de que podamos tener comunicación con el cielo, es decir, con las otras dimensiones más sutiles de la realidad. En Estambul, muchas de las personas que poseen ese don espiritual de conectarnos con lo celestial actualmente viven en Üsküdar. Quizás por eso mismo contemplar el cielo en dicho barrio adquiera otro valor. Cada noche, las miradas de los viejos y nuevos maestros sufíes, las de los verdaderos amantes de Al·lâh, convergen en la misma luna, las mismas estrellas, el mismo mar. Cada noche, al elevar sus miradas al cielo, todos ellos hacen tafakkur, es decir, meditan en lo mismo. Los guías espirituales sufíes no mueren. Sus cuerpos yacen en las tumbas, pero realmente están aquí con nosotros, habitan en nuestros corazones. Al·lâh les obsequia con su nombre Hayy, el Viviente. Como canta el bardo Yunus Emre: "Mueren carne y piel/pero el espíritu no muere".
¡Qué gran privilegio es contemplar con mirada abierta y transparente la misma luna que ellos! Pero, claro, los espirituales secretos, los derviches anónimos no sólo habitan en Üsküdar; ¡aunque sean pocos también los hay que viven en Barcelona! Lo importante es poder verlos y saberlos distinguir. Todo el mundo es el escenario en el que Él (Hû) actúa. Si uno lo desea de todo corazón puede vivir y sentir profundamente la misma espiritualidad sufí, ya sea en Üsküdar o en una ciudad sólo aparentemente tan poco espiritual como Barcelona. Notas:
(1) Literalmente en árabe, ¡Oh Él!, expresión con la que los sufíes, sean de donde sean, hablen la lengua que hablen, se refieren a la divinidad.
(2) "Al·lâh es lo más grande, Al·lâh es lo más grande"
(3) Lugar de encuentro sufí, en el que se halla la tumba de algún maestro de la tarîqa u orden sufí en cuestión.
(4) Pronunciación turca del árabe madhjûb, que es la persona que vive ausente en el mundo, por causa del amor de Dios. En la calle pueden parecer locos o mendigos, pero realmente son verdaderos amantes de la divinidad.
Nesrin Can, de origen turco, es licenciada en lengua y literatura españolas.