Borges y el árabe
Halil Bárcena

Borges, Jorge Luis Borges, uno de los más grandes escritores de las letras hispánicas, murió un 14 de junio de hace 25 años, a los 86 años de edad. Era, en expresión de Ricardo Piglia, un hombre muy latinoamericano y a la vez muy poco latinoamericano. A algunos, muchos, la lectura de sus libros nos abrió a un nuevo mundo, un mundo desconocido en la literatura (y por qué no, también en la vida). Hay escritores que escriben libros (porque hay otros que se la pasan en tertulias radiofónicas opinando de memeces, en los bares o tras una pancarta con cara de indignados), y algunos incluso son buenos, pero lo que hizo Borges es construir por sí solo toda una literatura. Es lo que Alberto Manguel denomina 'AdB' y 'DdB'. Y es que, en efecto, existe la 'Literatura Antes de Borges' y la 'Literatura Después de Borges'. Y haber construido toda una literatura él solo es lo que le convierte en un escritor rabiosamente poliédrico y tan adictivo. Y es que quien caiga atrapado entre sus páginas no será capaz de quitarse jamás. Borges es (como Van Morrison en la música popular) para siempre; y lo demás son cuentos. Aunque para cuentos los borgeanos, construidos a base de retazos de ficción y de realidad. Borges fue un escritor total: poeta, cuentista, ensayista. Algunos le achacaron y le achacan no haberse atrevido con la novela, un género para él menor. Y es que lo sublime está contenido en lo poco y en lo breve. El escritor catalán Josep Pla decía que uno no debiera de fiarse jamás de nadie que pasados los 4o años leyera novelas. Borges leyó toda su vida, incluso novelas (las de R. L. Stevenson, sin ir más lejos, por quien profesaba adoración) y también, cuentan, la Enciclopedia Británica, además de pe a pa, que ya es haber leído. Sea como fuere, tal vez una de las mayores contribuciones de Borges al género humano haya sido, justamente, no haber escrito ninguna novela, y así hacer buenas las palabras de Pla, porque no hay libro alguno de Borges que, una vez llegados a los cuarenta años, deba ser rechazado. Todo en él vale.

Ser un autor tan poliédrico, lo hemos dicho ya, permite una aproximación múltiple a su obra. Borges puede ser abordado desde la astrología, por ejemplo, o también desde las matemáticas o desde la semiótica incluso. También hay quien ha hecho un abordaje desde la mística sufí al autor de Historia universal de la infamia, como es el caso de la profesora portorriqueña Luce López-Baralt. Y es que lo sufí, lo islámico en general, incluyendo lo árabe y lo persa, fascinó desde muy pronto al genio argentino. Lo que no sabíamos, sin embargo, es que Jorge Luis Borges fue un tardío (e inesperado) estudiante de árabe. ¡Qué increíble, Borges estudiando árabe en el umbral de la muerte! Y es que si algo tienen los genios es que se ocupan siempre de cosas realmente relevantes, por eso a él jamás le interesó la revolución cubana, en la que algunos vieron un sueño y hoy sabemos que no fue sino una pesadilla que todavía dura, por obra y gracia del 'Coma-Andante Castro'. María Kodama, su viuda, ha revelado recientemente la pasión de Borges por el árabe, quien pasó estudiándolo los últimos días de su vida en Ginebra, donde fue a morir, prueba de su voraz e insaciable apetito intelectual. "Él quería que continuáramos nuestros estudios del japonés", cuenta Kodama, "pero no encontré ningún profesor a domicilio. Buscando al japonés vi un anuncio de un egipcio de Alejandría que enseñaba árabe. A Borges le animó la idea. Le llamé sin más, sin reparar en que eran las once de la noche, que en Suiza es como las cuatro de la madrugada en el resto del mundo, y le di todo tipo de explicaciones porque no podía tener un 'no' por respuesta. Yo estaba desesperada. Le cité el fin de semana en el hotel. Cuando le abrí la puerta y vio a Borges se puso a llorar. '¿Pero por qué no me lo dijo?', me preguntó entre sollozos.'He leído toda la obra de Borges en árabe'. Yo no le dije nada porque quería que fuera el destino el que decidiera, no quería decirle que las clases eran para Borges, prefería que pensara que que yo era solo una señora loca. Aquel profesor le dedicó horas bellísimas en los últimos días de Borges,dibujando en su mano las preciosas letras del alfabeto árabe. Bebíamos té, hablábamos. Lo pasamos divino" (El País, 11 de junio de 2011, p. 42). O sea que el maestro Borges empleó sus últimos esfuerzos en aprender una lengua, el árabe, que los musulmanes tienen por sagrada, dado que en ella se le reveló al hombre el mensaje divino del Corán, allá por el siglo VII. ¡Qué bello final! En El libro de arena escribe el maestro: "Sé la Verdad pero no puedo razonar la Verdad. El inapreciable don de comunicarla no me ha sido otorgado". Imagínense por un momento que Borges emprendió el estudio del árabe a ver si en una lengua 'divina' le era más fácil decir esa Verdad con mayúsculas que le fue revelada. En alguien como él todo podría ser posible.