Lo específico de la danza
Halil Bárcena
Según el maestro húngaro de danza Rudolf von Laban (m. 1958), toda actividad humana puede resumirse en dos grandes categorías: la del "hacer" y la del "danzar". El "hacer" tiene que ver, fundamentalmente, con la obtención de objetivos concretos. Así, se hace algo específico para obtener un resultado preciso. Y es que, como afirma bien Michel Guérin, nadie hace nada por nada. La condición sine qua non para poder "hacer" algo es, obviamente, saber "hacerlo". Esa es la voluntad que anima todo el "hacer" humano. Por el contrario, la danza se sitúa en un ámbito radicalmente distinto al del "hacer" interesado. La danza es pura expresión pura; y nada más, lo cual en modo alguno significa que no exprese nada. La danza, y acudo de nuevo a Guérin, es una expresión que no expresa nada, sobre todo la danza contemporánea desde Isadora Duncan, cuyo despojamiento estilístico supuso la liberación del corsé impuesto por el ballet y la coreografía programada en serie.
La especificidad de la danza reside en el hecho de no ser narrativa, o sea, que es moción y no emoción, como diría Merce Cunningham, queriendo referir con ello que la danza, a diferencia del mimo, por ejemplo, y no digamos del teatro, no trata de explicar nada. La danza constituye una expresión artística mayor, autónoma, no sometida a otras artes, la música por ejemplo. El secreto de la danza se halla en el cuerpo en sí, en su exaltación, y en la pureza del movimiento que recrea el bailarín. El cuerpo de quien danza no desea más que su propia exaltación, nada narra por lo tanto, ni tampoco imita nada. Martha Graham proclamaba: "La mano es algo demasiado admirable como para que se la reduzca a la imitación". La danza, como el canto, deviene un arte natural, puro, sin otro propósito que el deseo del movimiento; y eso es, justamente, lo que la convierte en sagrada.
Sostenía Graham, uno de los grandes talentos de la danza contemporánea, que el arte del bailarín se sustenta sobre una actitud de escucha activa que compromete a todo su ser. Y es que nuestro cuerpo y nuestra mente no son dos, aunque tampoco sean uno. La danza no es la consciencia del cuerpo, sino el cuerpo todo él como consciencia. Concluyamos con un curioso paralelismo que nos incumbe directamente: samâ', la ceremonia de los derviches mevlevíes, los discípulos del persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273), que incluye la célebre danza del giro, quiere decir en árabe, justamente, escucha activa, eso mismo que exaltaba Marta Graham.