Muchas veces, el adab son pequeños detalles que hacen que las cosas, los ambientes, las situaciones, los lugares (¡en una palabra, todo!) cobren un nuevo sentido. El adab es como un perfume que lo impregna todo. No en vano el sufismo es la tradición del perfume. En el ámbito del sufismo mevleví, el que arranca del ejemplo de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), la gestualidad forma parte inextricable del adab del derviche y ningún gesto como el llamado en turco ‘ayak mühürlemek’, que podríamos traducir por ‘el sello del pie’, también llamado ‘gesto de Ateş Bâz Velî’. Ateş Bâz Velî era el cocinero de Mawlânâ y constituye uno de los personajes históricos más entrañables del sufismo mevleví. Se cuenta que en cierta ocasión Ateş quiso obsequiar con una buena cena a Mawlânâ y un nutrido grupo de derviches que lo acompañaban, pero no tenía troncos suficientes para encender el fuego. Mawlânâ le indicó que colocase su pie dentro del fuego sin miedo a fin de avivarlo, cosa que Ateş hizo para no contravenir al maestro. El caso es que justo en un momento de duda, Ateş se quemó su pie izquierdo. Cuando el fiel cocinero se presentó ante Mawlânâ, ocultó la quemadura de su pie izquierdo pisándose con el derecho. Al ver el gesto de Ateş Bâz, Mawlânâ les comentó a todos los presentes que ese gesto de pisarse el pie izquierdo con el derecho (ayak mühürlemek) constituiría a partir de entonces el saludo por antonomasia entre los derviches mevlevíes y su principal seña de identidad. El gesto simboliza, en primer lugar, la fidelidad del derviche, pero también su humildad, dado que se sabe imperfecto, siempre en tránsito. Al fin y al cabo, la quemadura de Ateş Bâz Velî fue producto de la duda.
El gesto completo de ayak mühürlemek consiste en replegar los dos brazos sobre el pecho, en forma de cruz, la mano derecha sobre el hombro izquierdo y la izquierda sobre el hombro derecho. La cabeza está ligeramente inclinada hacia la derecha y los pies ‘sellados’ tal como hemos indicado anteriormente: el derecho pisa el izquierdo. Según la tradición mevleví, dicho gesto corporal indica que el derviche es quien se halla en disposición de recibir: el derviche no posee ni manos ni pies, su cabeza está rendida, y así, humilde y respetuoso, se presenta ante los perfectos (eren).