Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

Para cualquier tipo de consulta o información, no duden en ponerse en contacto con nosotros, a través de nuestra dirección de correo electrónico: sufismo786@yahoo.es

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Halil Bárcena

Director de l'IES

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jueves, 26 de enero de 2012

Fakarava, Islas Tuamutu (Polinesia Francesa)


En Fakarava,
tras las huellas de Stevenson








"Son pocos los hombres que vienen a estas islas y las dejan", escribe Robert Louis Stevenson en su crónica de viajes Por los mares del Sur (la versión catalana de Edicions del Salobre, En els mars del sud, que es la que yo he devorado más que leído, es excelente), refiriéndose, justamente, a las islas del Pacífico que tan bien conoció y donde, fiel a sus propias palabras, acabó sus días, concretamente en la isla de Samoa, entre gentes que le aportaban más, mucho, muchísimo más, que sus contemporáneos europeos. Y es que el poder de imantación de estas islas es único. Dice el escritor escocés: "Ningún lugar del mundo ejerce una atracción tan poderosa sobre el visitante"; y este cronista, tras dos estancias en Tahití y otras islas de la Polinesia Francesa, no puede estar más de acuerdo con su admirado escritor. Stevenson atravesó el Pacífico -¡que es el menos pacífico de todos los océanos!-, a bordo del 'Casco', una goleta de setenta y cuatro toneladas, preciosa de hechuras, a juzgar por las fotografías de la época, en 1888, recalando en Fakarava, en las Islas Tuamutu, hoy territorio francés de ultramar, dos años más tarde. Y a Fakarava, justamente, que es como una perla emergente en medio del Pacífico, va dedicada esta 'postal de viaje'.



A diferencia de otras islas de la Polinesisa Francesa, como las Marquesas, por ejemplo, verdadero corazón de la cultura mao'hi y de su espiritualidad ultrajada por los misioneros cristianos y colonizadores americanos y europeos, las Islas Tuamutu carecen de montañas escarpadas y valles sinuosos, como los que Herman Melville, otro escritor que se dejó caer por estos pagos, describió en Taipi (un edén caníbal), tras su azarosa peripecia en las Marquesas. Y es que, como su propio nombre indica, las Tuamutu son un conjunto de 'motus'. En los distintos dialectos de la lengua polinesia, de Hawai (donde se le llama 'moku') a Nueva Zelanda y de Tahití a Rapa Nui, la Isla de Pascua chilena, 'motu' quiere decir islote. De hecho, un motu es un islote coralino bien de la corona de un atolón, bien del escollo de coral de una isla volcánica, lo cual ha condicionado su forma absolutamente plana.






A unos quinientos kilómetros al noreste de Tahití, la mayor isla de la Polinesia Francesa y su centro neurálgico, político y cultural, Fakarava es un atolón de forma rectangular de sesenta kilómetros de largo y tan solo veinticinco de ancho. Se trata del segundo atolón más grande de las Tuamutu, tras la decepcionante Rangiroa, una isla donde quien esto escribe no volverá a poner los pies jamás. Los habitantes de Fakarava no llegan a quinientos, concentrándose la mayoría en Rotoava, que ejerce de minúscula capital administrativa, y en cuyo puerto hace escala una vez al mes el mítico 'Ara-Nui-3', el barco mixto de mercaderías y pasajeros que une Tahití con las Islas Marquesas. Conocida antiguamente como Havaiki, nombre hoy, justamente, de la pensión familiar en la que este cronista pasó sus días, Fakarava fue descubierta por Bellinghausen en 1820 y evangelizada por el católico Laval en 1849, esto es, hace dos días. Y es que uno de los atractivos de visitar estas islas, más allá del embeleso que produce su belleza natural, insisto, única, es comprobar por uno mismo lo que en verdad significan la colonización y cristianización de unos territorios que, desde el punto de vista cultural y, por ende, espiritual, han sido literalmente hecho añicos.

Hoy, el espíritu del polinesio, "esos bribones tatuados", como se referían a ellos los pacatos y puritanos misioneros, es un continente a la deriva. Hablando de tatuajes, constituyen una expresión superlativa del espíritu y la espiritualidad polinesia y, por consiguiente, una de sus principales señas de identidad. Tras permanecer prohibido por los colonizadores, el arte del tatuaje vive hoy, afortunadamente, un instante de eclosión, de tal manera que es difícil ver hoy un polinesio no tatuado. En este, como en otros casos, los intentos evangelizadores han fracasado estrepitosamente. Dicho esto, aprovecho para mencionar el nombre de Siméon Huuti, un excelente tatuador marquesano, buen conocedor del espíritu que anima a este ancestral arte ritual, en cuyas manos me puse en el mercado central de Papeete, en Tahití, a la vuelta justo de mi estancia en Fakarava.






Pero, el lector ávido de conocer la trágica realidad del aplastamiento de la cultura polinesia puede dejarse guiar por Stevenson o Melville. Escribe, por ejemplo, el autor de Moby Dick: "Las atrocidades perpetradas en los mares del Sur contra algunos de sus inofensivos isleños superan lo creíble". Porque, a pesar de su espíritu guerrero, o tal vez por eso mismo, los polinesios son inofensivos, sobre todo si se les compara con los europeos, los franceses a la cabeza, que han hecho de la hipocresía y la doble moral sus mayores logros. Prosigue Melville, cargando ahora directamente contra los galos: "Y sin embargo, a pesar de su conducta inicua, en éste y otros asuntos, los franceses siempre han presumido de ser la más humanitaria y pulida de las naciones. Un alto grado de refinamiento, sin embargo, no parece refrenar tanto nuestras propensiones perversas, después de todo; y si la civilización misma se hubiera de estimar por algunos de sus efectos, resultaría quizás mejor que lo que llamamos la parte bárbara del mundo permaneciera sin cambiar". Pero, dejemos toda esa ruindad para subrayar la belleza sin parangón de las aguas azul turquesa que bañan la isla de Fakarava, los fondos marinos, un mundo invisible pero fascinante para el experto submarinista. Dejemos de lado toda esa ruindad que no ha podido subyugar del todo el espíritu indómito de unos hombres y mujeres siempre acogedores que atesoran en su corazón el latido de un espacio natural único, paradísiaco podría decirse, que para ellos es como una suerte de libro divino animado que les acoge, provee y guía. Curiosamente, no existen animales hostiles en las islas de los cálidos mares del sur, nada de arañas o serpientes, salvo el mosquito, importado por los blancos, y... ¡el francés! (la francesa también, por supuesto).



Al escribir estas notas de viaje, en estos días de enero en los que se enseñorea el frío en nuestra ciudad, uno echa la vista atrás con nostalgia y añora la calidez polinesia. Atrás quedan los chapuzones e inmersiones en Fakarava, los paseos en bicicleta de punta a punta de la isla, las veladas de risas y música de ukelele, las puestas de sol electrizantes y los amaneceres en la playa. Ya lo decía Stevenson, tras cuyas huellas vinimos a este rincón del planeta que más parece un santuario al aire libre en el que el espíritu humano se ensancha al unísono con el latido de la Tierra: "Ningún lugar del mundo ejerce una atracción tan poderosa sobre el visitante". Y es que todo aquí despierta la alegría de vivir.


Nota: se recomienda leer el presente texto con la siguiente banda sonora de fondo:

http://www.youtube.com/watch?v=_Q_Ayb5sH8c

Halil Bárcena (agosto, 2011)

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)