1.
Me dices que es absurdo el universo,
que la vida carece de sentido.
Pero no es un sentido lo que busco,
cualquier explicación o una promesa,
sino el estar aquí y a la deriva:
una simple botella que en la playa
aguarda la marea.
Sí, la palabra justa es abandono:
una dulce renuncia que me nombra
señor y dueño al fin de mi camino.
Queden hoy para otros
los afanes del mundo, y que mi mundo sea
la magia de esta casa
tomada en su quietud por la penumbra,
saber que nadie llegaráa interrumpir mi tarde,
que no habrá sobresaltos,
ni voces, ni horas fijas,
porque ahora es tan sólo transcurrir
mi gran tarea.
2.
Mediodía con sol,
redondo y sin final como el deseo.
Cuerpo y roca o sopor que los omite.
Soledad absoluta y el silencio
tan especial del mundo cuando calla.
Ausencia y plenitud.
Estancias y retornos.
Existir:
luz ya que en mí confluye. Sobrevivo.
3.
Que nuestras manos puedan
protegernos del sol,
que eclipsen su contorno totalmente,
no debiera ocultarnos el tamaño
de ese astro al que quiero llamar padre.
Bajo su luz desnuda
no precisan las cosas de adjetivos:
la mañana del mundo es cuanto tengo,
contra su cielo soy
un cuerpo frente al mar que ahora procura
disfrutar de su instante
en el hueco sin pausa de los siglos.
Austeridad y lujo de lo exacto.
4.
El sueño verdadero
En el cenit del día
un derrumbe se escucha silencioso:
es el ínfimo estruendo
de la nube que quiebra su lograda figura
para ser de sí misma sólo un eco en lo alto.
Todo está en su solsticio,
en su plena apariencia mientras el sol lo abrasa.
Y a la herida del hombre su latido le presta
el frágil corazón de la que cree su hora
en la burla del tiempo.
Todo vive muriendo y, sin embargo,
qué arraigado saberse cierto y hondo
en la misma raíz del desarraigo,
qué morada a cubierto en la brusca intemperie,
qué verdad este sueño
cristalino de agosto.
Vicente Gallego (Valencia, 1963) es uno de los principales representantes de la llamada poesía de la experiencia de los años 80 y 90 del siglo pasado. Dejó los estudios de letras para desempeñar múltiples trabajos que le han permitido vivir en la soledad del campo, intensificar su vocación poética y dejarse conmover por autores como Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda y Blas de Otero, entre otros. Es autor de La luz, de otra manera, Los ojos del extraño, La plata de los días, Santa deriva y El sueño verdadero. Ha recibido numerosos premios y ha sido traducido al italiano, francés, portugués, húngaro y búlgaro.
(Sección coordinada por Pepa Torras i Virgili)