Vacío y plenitud
Madrid, Siruela, 2008
Si en el sufismo los dos pasos principales del ‘camino interior’ son fana, esto es, la anihilación del yo, o mejor aún, de la falsa ilusión de ser real, y baqa, o subsistencia en lo realmente real, en la concepción china del universo y de su comprensión del mundo objetivo son fundamentales las nociones de vacío y plenitud. Estos dos términos, con sus múltiples implicaciones, son explicados detalladamente en el ensayo de François Cheng, Vacío y Plenitud. La obra explora a través de la noción de vacío cómo se organizan una serie de conceptos relacionados entre sí en el arte de la pintura china, animada por un pensamiento estético que comporta una espiritualidad específica, influida en gran parte por el taoísmo y el budismo zen. En una segunda parte de la obra, el autor concreta dicho arte de la pintura china a través de los escritos del célebre pintor Shitao. El libro incorpora además fragmentos de escritos de otros pintores y teóricos chinos sobre elementos y aspectos concretos de la actividad pictórica, además de imágenes de pinturas de algunos de los artistas que se citan. Resulta interesante ver cómo al igual que el sufí se ocupa de la realización de las realidades espirituales que existen tanto en el interior de la forma externa del universo como en su propio ser interior, en la pintura china las figuras exteriores se vuelven representación de un mundo interior que revela asimismo el mundo exterior. La pintura china no busca ser un simple objeto estético, sino que, como afirma François Cheng, "tiende a convertirse en un microcosmos que vuelve a crear, de igual manera que el macrocosmos, un espacio abierto donde la verdadera vida sea posible". Y aquí el término macrocosmos se refiere esencialmente a la realidad interior del universo y no a su forma exterior. En este sentido, la pintura en China es vista como una práctica sagrada, porque su objetivo es la realización total del hombre. Arte y arte de vivir son, pues, una misma cosa y lo bello es considerado siempre en su relación con lo verdadero. Entre otros aspectos, nos sorprende leer de la cosmología china la importancia de la nostalgia del regreso al origen, al aliento primordial, a la unidad inicial a la que debe tender todo hombre, rasgos éstos tan caros al sufismo persa. También el lugar fundamental que ocupa la pincelada, por el hecho de encarnar el proceso por el cual el hombre que pinta se suma a los gestos de la creación, al igual que el derviche que gira se suma al ritmo total del universo. En efecto, son diversos los aspectos filosóficos y espirituales esenciales que esta obra permite contemplar desde un ángulo distinto pero a la vez complementario a la espiritualidad sufí. Pepa Torras i Virgili