Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

AVISO PARA NAVEGANTES

Amigas y amigos, salâms:

Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

Para cualquier tipo de consulta o información, no duden en ponerse en contacto con nosotros, a través de nuestra dirección de correo electrónico: sufismo786@yahoo.es

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Halil Bárcena

Director de l'IES

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viernes, 26 de abril de 2013

Mawlânâ Rûmî y la música

Mawlânâ Rûmî y la música

Halil Bárcena




La obra de Mevlânâ Rûmî (m. 1273) rezuma musicalidad por los cuatro costados; y no sólo por las notables cualidades rítmicas de su poesía, sino por la mayoría de metáforas, símiles y demás recursos estilísticos que emplea, todos ellos relacionados de una u otra manera con la música y lo musical, incluyendo aquí también la danza. No hay más que abrir el Mesneví, su magnum opus, y leer el ney-namé, los primeros dieciocho versos (el número dieciocho, conocido como nezr-i Mevlânâ, goza de un rico simbolismo espiritual para los derviches mevlevíes, al que atribuyen incluso poderes benefactores) dedicados al ney, la flauta derviche de caña, para comprobar cuanto decimos respecto al valor que Mevlânâ concede a la música y, por extensión, a lo sonoro.

Y es que para Mevlânâ, el universo, más que un libro que hay que leer, es una suerte de sinfonía musical, cuyas notas cantan por doquier los secretos divinos, aunque sólo son capaces de percibirlas quienes han sabido despertar el sentido interior de la escucha, que es lo que, por otro lado, significa samâ’ en árabe (sema en su forma turca), término con el que se conoce, por extensión, el particular oratorio musical mevleví, inspirado en y por Mevlânâ y codificado por su hijo y discípulo Sultan Veled (m. 1312), que incluye la célebre danza circular de los derviches giróvagos, declarada, el año 2003, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO, algo que, a mi modesto entender, no ha sido valorado como se merece.


Por todo ello, nos atrevemos a decir que la filosofía sufí del maestro persa de Konya constituye una verdadera ‘mística de la escucha’, como ya hemos dejado escrito en otro lugar. Así pues, todo es samâ’ para Mevlânâ, todo suena y todo danza al sonido de una misteriosa melodía interpretada en la distancia por un ejecutante invisible. Muy posiblemente, si Mevlânâ echa mano del simbolismo musical sea porque, a diferencia de la palabra discursiva, la música constituye el lenguaje más adecuado para predicar la experiencia íntima, silenciosa, inefable de Dios. El lenguaje discursivo se da de bruces con sus propios límites, topa con su propia futilidad, y es entonces cuando calla y guarda silencio. No en vano, Mevlânâ concluye buena parte de sus gazales u odas poéticas con la palabra persa jâmûsh, que significa, justamente, ‘silencio’ e incluso ‘silencioso’ y ‘silente’. De hecho, jâmûsh puede ser considerado como uno de los tajallus o “nom de plume” de Mevlânâ. Con su uso se trata de subrayar el reconocimiento de la inefabilidad de la experiencia divina que, con mayor o menor fortuna, intenta describir. “La historia admite ser contada hasta este punto”, escribe el propio Mevlânâ, “pero lo que sigue está oculto y es inexpresable en palabras. Aunque intentara hablar y expresarlo en cien formas, sería inútil. El misterio no se torna más claro. Puedes cabalgar sobre un caballo ensillado hasta la orilla del mar. Pero a partir de ahí tienes que servirte de un caballo de madera [barca]. Un caballo de madera es inútil en tierra firme. Pero es el vehículo especial para los que viajan por el mar. El silencio es este caballo de madera. El silencio es el guía y el sostén de los hombres en el mar”.

En cierto modo, la música hace acto de presencia, justamente, para decir, o al menos insinuar, lo que la palabra es incapaz de verbalizar. La música comporta una relación de carácter auditivo con el ámbito nouménico, con una armonía suprasensible y supraudible. El oído atento del espiritual sufí tiene noticia a través de las melodías musicales de un algo más escondido, substancial y silencioso. Como apunta George Steiner en Presencias reales: “Resulta casi cruel contrastar la riqueza comunicativa de lo musical con los baldíos movimientos de lo verbal”. Y es, justamente, toda esa riqueza comunicativa de la música, en tanto que el arte más sublimemente espiritual como suele apuntarse, lo que Mevlânâ descubre y comprende; ese es su gran logro.


Así pues, la música en Mevlânâ no es un mero adorno estético, como a veces uno lee aquí y allá en estudios muy superficiales. Dice el propio maestro persa de Konya: “En el interior de la música reside un gran misterio. Si yo lo revelara el mundo se destruiría”. En efecto, hay algo en la música que resulta misterioso y es dicho misterio el que Mevlânâ descubrió y trató de legar a los hombres a través de su obra y de la tarîqa que se constituyó alrededor suyo. No sabemos si el antropólogo Claude Lévi-Strauss se inspiró en Mevlânâ cuando escribió que “la invención de la melodía musical es el supremo misterio del hombre”. Sea como fuere, y citando de nuevo a Steiner, “preguntar «¿qué es la música?» puede perfectamente ser un modo de preguntar «¿qué es el hombre?»”. En ese sentido, podría decirse que a Mevlânâ lo que en verdad le interesa es el hombre, más que la música en sí; o mejor aún, que a Mevlânâ le interesa la música porque le apasiona el hombre y su destino. Y es que la cuestión de la música resulta capital a la hora de interrogarse acerca del misterio que rodea al ser humano. He ahí el núcleo de la ‘mística de la escucha’ de Mevlânâ Rûmî; he ahí el porqué de su siempre indeleble contemporaneidad.

[Fuente: http://www.revistacascada.com/article/mevlana-rumi-y-la-musica
'Cascada' es una revista turca en lengua española, dedicada al pensamiento científico y espiritual. Desde este blog agradecemos la gentileza de acoger la publicación de nuestros textos y su amable colaboración]        

miércoles, 24 de abril de 2013

Despertar, la tarea sufí



Despertar del sueño,
la tarea sufí

Halil Bárcena


La senda del tasawwuf o sufismo islámico ha mostrado durante siglos la tarea, ardua tarea, dolorosa a veces incluso, del despertar. Afirma el profeta Muhammad en uno de sus hadices o aforismos sapienciales más conocidos y caros a los sufíes: “El hombre vive dormido, en un sueño del que sólo despierta cuando muere”. Morir significa aquí (al menos ese es uno de los sentidos posibles) adquirir consciencia de la propia nada ontológica. Quien se vive a sí mismo como nada lo vive a Él ( en árabe), nombre divino esencial, según la espiritualidad sufí, como todo. Al mismo tiempo, morir a sí mismo implica ser consciente, primero, y encarnar, después, la corriente cósmica, valga la expresión, que recorre nuestro cuerpo. Es lo que los maestros sufíes de la tarîqa naqshabandiyya (Ahmad Sirhindí o Shâh Walîyyul·lâh de Delhi, entre otros), nacida en el corazón de Asia central, describieron en sus prolijas exposiciones a propósito de los latâ’if o centros sutiles del organismo, que constituye toda una verdadera fisiología sutil del ser humano.

Abrirse a dicha corriente cósmica, sintonizarse con el universo, digámoslo así, comporta una cierta imprevisibilidad, más allá de todo convencionalismo o forma imperante de pensar. Se trata del lado más desconcertante (¡y loco!) del sufismo, el que se vislumbra cuando la persona transita por derroteros jamás antes vistos, y que, justamente por eso mismo, requiere de la máxima cordura por parte del adepto o murîd. He ahí una de las máximas paradojas de la senda interior. Pero, volviendo a la tarea del sufismo, una de sus mayores preocupaciones ha sido implementar en el mundo impulsos para invertir las formas habituales (y tan precarias) de pensar y ver las cosas. Y esto los sufíes lo han llevado a cabo de forma abierta o bien desde el más anónimo de los anonimatos, según las necesidades y conveniencias de cada momento. 

lunes, 22 de abril de 2013

Sant Jordi, libros y rosas

Sant Jordi, libros y rosas

Halil Bárcena




Sant Jordi, el caballero venido del corazón de la Anatolia turca, que luchó y venció al pérfido dragón; Sant Jordi, patrón de Catalunya, es el día de los libros y las rosas. Una fiesta extraordinaria: día del amor y día del conocimiento, atesorado en los libros. La diada de Sant Jordi es la gran diada de Catalunya. Borges, el maestro Jorge Luis Borges, decía, refiriéndose al período medieval, que entonces había muy pocos libros, pero todos ellos eran principales. Hoy, que manda el reino de la cantidad, no es preciso decir lo difícil que es hallar un texto principal (y principial) entre las novedades que nos ofrece cada año por estas fechas el mercado literario. De todos modos, nos quedan los clásicos, que en su condición de clásicos son (casi) sagrados. Hay que leer lo principal y dejarse de tanta bazofia. Al fin y al cabo, ars longa, vita brevis, como reza el viejo adagio latino. Decía Schopenhauer al respecto: "Para leer lo bueno, hay una condición, y es no leer lo malo, porque la vida es corta y el tiempo y las fuerzas, limitadas" (La lectura y los libros, seguido de Sobre la erudición y los eruditos, J.J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2013, p. 40).

miércoles, 17 de abril de 2013

El latido de las palmas


El latido de las palmas


Leili Castella




Pocas maneras hay mejores, para acercarse a la significación profunda de la música, que sumergirse en la obra del poeta y místico persa Mawlânâ Rûmî (m. 1273). Como nos muestra el maestro sufí persa, cada uno de los elementos constitutivos de la música contiene y muestra  aspectos fundamentales de nuestra existencia.  Es el caso del ritmo que todo lo habita y que marca tanto la danza de la de rotación de los planetas, como el sucederse de los días y las noches, o el aleteo del parpadear, el latir del corazón, o el vaivén de la respiración. Podríamos decir que el ser humano es un ser polirítmico, o quizá aún mejor, un instrumento en el que Él percute múltiples ritmos.

Hemos dicho que ninguna faceta del existir humano está exenta de ritmo. Ni tan siquiera el camino espiritual,  balanceado por la sucesión de momentos de expansión o dilatación (bast), y de contracción o pesar (qabd). Hay sin embargo un ritmo especial que marcó para siempre la vida de Mawlânâ Rûmî, y que él comprendió en su más honda significación gracias a su extraordinario encuentro con Shams al-dîn Tabrîzî: se trata del ritmo por el que se suceden la unión y la separación. Como escribe Halil Bárcena (1), en Rûmî “el dolor de la separación de los que se saben uno es la prueba del máximo amor, pues cuando la separación se vive y se sufre de manera tan superlativa, hay al final una unión aún más intensa que en el absorbimiento total”. Y es que seguramente en el ritmo constituido por la sucesión de la dilatación y de la contracción, de la presencia y de la ausencia, anida el motor del conocimiento espiritual.

Para quien, como Mawlânâ, vive inmerso en la dimensión sagrada de la existencia, el gesto más nimio y cotidiano, es motivo de comprensión y de visión. Así, y en relación a lo que precede, el simple batir de las palmas le hizo escribir:

“Bate las palmas y comprende que de ahí proviene el sonido:
Pero observa que el sonido que producen las dos manos no se da sin separación y unión” (2)

Como  explica Annemarie Shimmel, el rítmico batir de las palmas que acompaña la música y la danza es símbolo de de la constante tensión entre separación y unión, atracción y aversión, sin la cual ningún sonido ni ningún movimiento, incluido el caminar espiritual, sería posible.

Notas:
(1) Halil Bárcena, Sufismo. Fragmenta, Barcelona, 2012, p. 109.
(2) Mawlânâ Rûmî, Dîvân-e kabîr, 326/3550.
(3) Annemarie Shimmel, The triumphal Sun, SUNY, Nueva York, 1993, p. 219.


Leili Castella es licenciada en derecho y pianista. Rebâbista del grupo musical 'Ushâq, es coordinadora del Institut d'Estudis Sufís y directora de la escuela musical 'Baraka. Música con alma'.

Fuente: 

Dîwân de Hal·lâj (49)

Dîwàn de Hal·lâj (m. 922)



(49)
1. El meu deler per ell és passió per tu.
A tu s’adrecen les nostres al·lusions.

2. Som dos esperits que un sol amor ens ha acoblat,
en la lloança davant teu.

(Traducció de l'àrab al català a càrrec de Halil Bárcena)

'Dhikr', la 'encantación'



'Dhikr', 'encantación' sufí

Halil Bárcena



Toda la metodología espiritual del sufismo podría resumirse en una sola palabra: dhikr, que quiere decir, antes que nada, el acto de (re)cordar, esto es, de reconducir algo de nuevo al cordis o corazón. Todo en el sufismo es memoria, nos recuerdan -¡y nunca mejor dicho!- los propios sufíes. La vida se vive hacia delante, pero se comprende hacia atrás. Los espirituales sufíes son, así pues, hombres y mujeres que recuerdan lo que realmente son, que han tomado consciencia clara de su nada ontológica, que se saben alejados de la unidad primordial y anhelan retornar a ella. La idea del retorno -lo hemos visto ya al explicar las estaciones espirituales: tawba, la primera de ellas- recorre toda la literatura sufí, sobre todo la de ascendencia persa. De hecho, la primera estación espiritual o maqâm que recorre el derviche es, justamente, tawba, cuyo significado profundo es ‘retorno’, como nos recuerda Ibn ‘Arabí, más que no arrepentimiento, que es como se suele traducir de forma un tanto precipitada; tawba o experiencia del retorno que aparece aquilatada en la fórmula astagfirul·lâh.

De hecho, una de las características formales del propio Corán es la gran cantidad de fórmulas concisas que contiene, todas ellas de gran sonoridad rítmica, que se prestan a eso que el metafísico francés René Guénon (1886-1951) denominaba encantación. Afirma el gran metafísico francés: “La ‘encantación’ no es una petición e incluso no supone la existencia de alguna cosa exterior (lo que forzosamente supone cualquier petición), ya que la exterioridad no puede comprenderse sino en relación con el individuo, que precisamente en este caso se trata de superar; la ‘encantación’ es una aspiración del ser hacia lo Universal, a fin de obtener lo que podríamos llamar una gracia espiritual; es decir, en el fondo, una iluminación interior. El ser, en lugar de buscar que la acción de la influencia espiritual descienda sobre él como lo hace en el caso de la oración, tiende, por el contrario, a elevarse hacia ella. Esta encantación, que se define de esta forma como una operación en principio completamente interior, puede, sin embargo,  en gran número de casos, expresarse y buscar soporte en el exterior con palabras o gestos, que constituyen algunos ritos iniciáticos, tales como el mantra en la tradición hindú o el dhikr en la tradición islámica, y que deben considerarse como determinando vibraciones rítmicas que tienen una repercusión a través de un dominio más o menos extenso en la serie indefinida de los estados del ser” (Apercepciones sobre la iniciación, Sanz y Torres, Madrid, 2006, p. 218 y ss.).

Sea como fuere, y más allá de cualquier otra consideración, el dhikr constituye una suerte de remedio al estado de descentramiento y dispersión, de agitación y culto agotador a falsos ídolos, tan propio del hombre normal y vulgarizado. Leemos en el Corán: “¿Acaso no es mediante el recuerdo de Al·lâh [dhikru-l·lâh] con lo que se pacifican los corazones” (Corán 13, 28). 

miércoles, 10 de abril de 2013

¡Sempre amb el Mure al cor!

¡Sempre amb el Mure al cor!

6 d'abril de 2012 - 6 d'abril de 2013 

Un any ja sense l'amic Josep Morera Córdoba (1985-2012), 
el nostre Mure, el gran Mure. ¡Sempre amb el Mure al cor!




"Desde que te alejaste, 
cuántos lugares se han tornado vanos 
y sin sentido, iguales a luces en el día"


(Jorge Luis Borges)

Maratón, la gesta de Filípides

Maratón. 
Tras la gesta de Filípides

Halil Bárcena


La emoción que se siente al cruzar la línea de llegada tras correr una maratón es indescriptible. Yo he visto a algunos corredores y corredoras llorar. De hecho, a mí se me han humedecido los ojos tras correr los 42 kilómetros y 195 metros en que consiste la maratón moderna. Y es que no es cualquier cosa emular hoy la gesta de aquel legendario mensajero (algunos dicen que también era guerrero) griego llamado Filípides, que, según cuenta la historia (hay más de una versión), recorrió la distancia entre Maratón, al noroeste de Atenas, y la capital griega, para anunciar a sus compatriotas la buena nueva de la victoria de las tropas griegas frente a los persas, y evitar así que sus mujeres se suicidaran, tal como habían jurado en caso de triunfo enemigo, por temor a las represalias que los persas habían prometido llevar a cabo. 

Hasta aquí la historia, eso sí,  trufada de leyenda. Pero, ¿qué puede aprender uno tras realizar un esfuerzo físico (¡y mental!) de tamaña naturaleza? Lo resumiré de forma sintética. Básicamente, la maratón nos enseña que:

1) nada valioso en la vida se consigue sin esfuerzo 
2) ninguna gran carrera comienza en la línea de salida 
3) en el límite aflora una fuerza interior insospechada 
4) lo que se realiza al límite y en el límite posee un valor especial 
5) todos los corredores ganan, con independencia del tiempo invertido.

Es indudable el origen sagrado del deporte, tal como Ghazi bin Muhammad ha descrito de forma ejemplar en su libro The Sacred Origin of Sports and Culture (Fons Vitae, 1998). Pues bien, tal vez sea en la maratón, la prueba atlética más emblemática de todas, donde mejor pueda apreciarse dicha sacralidad, hoy, desgraciadamente, negada por unos cuantos y olvidada por casi todos.        

Ihsân, belleza y perfección


De la belleza o ihsân

Halil Bárcena



Son múltiples y profundas las realidades espirituales que encierra el término árabe tasawwuf, con el que se conoce de forma genérica en Occidente al sufismo islámico. De ahí el uso de otros vocablos, mucho más precisos y ricos en matices, para describir con mayor tino la senda de los derviches. Es el caso de la palabra árabe ihsân, que podríamos traducir por ‘belleza’, ‘perfección’, ‘excelencia’ y también ‘virtud’. Tal como lo usan los sabios sufíes de primera época, el término ihsân significaría más precisamente belleza interior, belleza del espíritu o, si se quiere, belleza del corazón. Titus Burckhardt lo define como la belleza del corazón “que se expande hacia el exterior, transformando cada actividad humana en arte y cada arte en recuerdo de Dios (dhikr-ul-Lâh)”. 

Como es lógico pensar, el término ihsân ocupa un lugar especial en el ámbito del arte y la enseñanza de los oficios, así como en el de la futuwwa o caballería espiritual, tan ligada en el islam, como se sabe, a los gremios de artesanos, cuya dinámica, tanto interior como exterior, sufrió un duro golpe tras el colonialismo europeo y la industrialización moderna. Es, nuevamente, Titus Burckhardt quien apunta: “La enseñanza de los oficios se acerca a la enseñanza espiritual cuando se esfuerza por alcanzar esa perfección de la que habla el Profeta [Muhammad] cuando dice: “Dios recomienda la perfección en toda cosa” (en árabe, kataba Al·lâhu-l-ihsâna ‘alà kul·li shay)”; que no es sino otra forma de subrayar que todo ha de ser realizado según su propio adab, esto es, según sus propias reglas y bases, ya sea lo más nimio e insignificante o lo más elevado

En otras palabras, las cosas se han de hacer bien, y no de cualquier manera. Por todo ello el arte constituye una necesidad vital en la economía tanto espiritual como social del islam, siendo los derviches, maestros de la senda interior del sufismo, quienes mejor lo han comprendido y más arte (esto es, belleza o ihsân) han creado.

jueves, 4 de abril de 2013

Libertad, un mito moderno



Libertad, un mito moderno


Halil Bárcena




La libertad es uno de tantos mitos modernos. Otros son el progreso (la historia es un proceso evolutivo que culmina en la civilización occidental), la democracia (vale lo mismo la opinión de un Platón o de un Mawlânâ Rûmî, pongamos por caso, que la de un asesino o un 'cabeza rapada' o un lo que fuere) y el igualitarismo (todo es igual a todo). Digamos algo de momento acerca de la libertad, ayudándonos de Ananda Kentish Coomaraswamy. En otro tiempo, el fin supremo de la vida era lograr liberarse de uno mismo. De hecho, no hay texto sagrado alguno que hable de la libertad como lo hace la cultura moderna. Hoy, sin embargo, lo que se persigue a toda costa y a cualquier precio es obtener y asegurar el máximo posible de libertad para uno, no importa respecto de qué. 

Quede claro también que nuestra crítica al mundo moderno (otros lo hicieron antes, mucho mejor incluso) no esconde un visión pesimista del mundo que nos rodea. Y es que el pesimismo (cenizo y aguafiestas) y el optimismo (bambi y tontorrón) son dos formas de ceguera. ¿Acaso era pesimista René Guénon o lo es Seyyed Hossein Nasr? De ninguna manera; es más, ambos realizan un diagnóstico (tan certero como desapasionado) de la crisis del mundo moderno. El enfermo no se cura a base de ánimos voluntariosos, sino tras haberle efectuado un diagnóstico preciso de lo que le aqueja, porque sólo puede transformarse lo que se conoce; y hoy son pocos, muy pocos, casi nadie, los que saben qué es lo que nos está matando, de otro modo ya estaríamos poniendo remedio.

Halil Bárcena, en la revista turca 'Aksyon'

Halil Bárcena, 
en la revista turca 'Aksyon'




Les ofrecemos a continuación la entrevista que el periodista Mühsin Öztürk y la filóloga Nesrin Karavar de la revista turca 'Aksyon', han realizado a Halil Bárcena, director del 'Institut d'Estudis Sufís' de Barcelona, a propósito de su último libro Sufismo (Fragmenta Editorial). En la entrevista, Bárcena explica su relación con el sufismo turco, y más concretamente con la rica tradición otomana, así como la función investigadora y de difusión que el instituto que dirige cumple en nuestro país.

Aquí tienen la entrevista en la versión digital de 'Aksyon':


Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)