
Ambos elementos, geometría y ritmo, los hallamos, por ejemplo, en la caligrafía, tal vez la más singular y original de las diversas manifestaciones artísticas islámicas; pero, también, en las distintas músicas cultas islámicas (persa, turca, árabe e, incluso, indopaquistaní), así como en la arquitectura, de la que nos ocupamos aquí, más concretamente. El entrelazado geométrico, rítmicamente combinado, constituye la forma predilecta de los artistas y artesanos musulmanes, al objeto de plasmar el tawhîd, la unidad subyacente que está bajo la variedad inagotable de lo existente. En sus manos, el rigor geométrico y el ritmo melodioso persiguen expresar la armonía del mundo, que no es sino otra forma de referirse a la unidad de la multiplicidad (al-wahda f al-kazra), equivalente a la multiplicidad en la unidad (al-kazra fi al-wahda).