Entrevista a Marià Corbí, director del CETR (Centro de Estudio de las Tradiciones de Sabiduría), por Pepa Torras Virgili
Respuesta.- En su lógica cultural pienso que esto es así, puesto que la religión nació en una estructura cultural agraria autoritaria que ya no existe. Seguramente aún tardará un centenar de años en desaparecer porque puede vivir en los márgenes relativamente bien. Por otra parte, en una sociedad de cambio continuo y de riesgo, hay que asumir la libertad en todos los ámbitos de la vida y poca gente es capaz de ello. La tentación es que le dicten a uno lo que debe hacer, cosa que hacen las tradiciones religiosas con un prestigio externo, divino. Continuarán así existiendo los integrismos, las formas religiosas tradicionales u otras de nuevas. La religión ha tenido un doble papel: el espiritual puro, que pocos alcanzaban, y el que aportaba una cierta calidez, que servía incluso como realización personal y daba sentido a la vida.
Por otra parte, pienso que las cosas han cambiado radicalmente. La necesidad de sobrevivir prevalece sobre cualquier otra consideración. La religión en las sociedades occidentales ha perdido su prestigio cultural y religioso. La evolución de esta tendencia dependerá del grado de desarrollo de los países y de las personas, pero poco a poco se va extendiendo.
P.- El hecho de que en nuestra sociedad las tecnologías de la información y la comunicación tengan un papel fundamental, que con frecuencia nos supera y nos obliga a buscar nuevas formas de funcionamiento y autoregulación, más que una ventaja para el cultivo de la calidad humana profunda, ¿no es una importante fuente de confusión? ¿En una sociedad donde lo más valorado es el conocimiento, qué lugar ocuparía el conocimiento silencioso, un no conocimiento, nos dices, que no es nada?
R.- Diría que la sociedad de conocimiento y sus facilidades nos han caído encima de golpe. Es cierto que la abundancia de información hace que mucha gente no la asimile, pero aprenderemos a hacerlo. Iremos encontrando soluciones a los problemas culturales, humanos, políticos, etc. Mucha gente es consciente de que con las ciencias y las tecnologías tan potentes deben construir su proyecto de familia, de sociedad, incluso de convivencia de diversas culturas y países pero que no disponen de instrumentos para ello. Las religiones han caído y las ideologías están en crisis. Para ello necesitamos criterios de cualidad y cualidad humana y somos conscientes de que esto no lo pueden aportar las ciencias y las técnicas. La sociedad se dará cuenta de que es desde unos postulados o unos proyectos humanos de valores como se adquiere esta calidad. De hecho este proceso ya ha empezado, las religiones están en crisis pero la búsqueda espiritual está en auge. Quizás habrá que esperar una o dos generaciones para que esto se haga realidad.
P.- Cuando hablas de interés desinteresado, desapego y silencio (lo que llamas IDS) como requisitos para el cultivo de la cualidad humana profunda, ¿te refieres a poner en práctica estos tres elementos en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana?
R.- Absolutamente, si queremos vivir una vida social que sea humana. Necesitamos cualidad humana profunda a todos los niveles de la vida, que sería lo equivalente a lo que nuestros antepasados llamaban espiritualidad. Necesitamos que la calidad humana sea generalizada, que se eduque para ello, se estudie cómo cultivarla y se practique. De hecho, a pesar de sus inconvenientes, las religiones en el pasado nos han hecho un servicio muy grande: nos han civilizado un poco. Ahora no tenemos quien nos civilice. Los instrumentos para cultivar esta cualidad ya no pueden ser creencias ni proyectos bajados del cielo sino proyectos que construyamos conjuntamente.
P.- ¿El cultivo de la cualidad humana profunda cumple también una función social como antes tenían las religiones? ¿Debemos diferenciar entre una aplicación práctica de este método que nos propones y una aplicación más gratuita para el conocimiento de la Realidad con mayúsculas?
R.- El procedimiento es el mismo, se diferencia en el grado de profundidad. Este interés desinteresado por todas las cosas se puede hacer en muchos grados. Incluso en el pasado eran pocos los que llegaban a entrar a fondo en la espiritualidad, pero gracias a ellos existía esa posibilidad. Pienso que en nuestra sociedad pasará lo mismo. El grado de profundidad de la experiencia depende de muchos factores, del grado de decisión, de la inteligencia, de la sensibilidad, etc.
P.- Hablas de desmantelamiento del actual sistema de creencias pero aún hay emociones muy enraizadas en nuestras conciencias y que tienen una vinculación con la tradición cristiana, como el sentimiento de culpa. ¿Qué trabajo crees que debe hacerse a nivel más del inconsciente?
R.- Más bien deberíamos preguntarnos cómo trabajar el consciente. En primer lugar tener en cuenta que Dios es un símbolo antropomórfico que apunta a una Realidad y no una descripción de la realidad. Por ejemplo, si empiezas a estudiar música y por las circunstancias lo acabas dejando podrás lamentarlo pero no tendrás sentimiento de culpa ante nadie. De hecho las religiones no teístas no hablan nunca de sentimiento de culpa, hablan de las consecuencias de la ignorancia, de la falta de libertad, de vivir apegados a los deseos. El trabajo es por tanto cambiar la interpretación que hacemos de la realidad, puesto que el lenguaje de las grandes tradiciones de sabiduría es simbólico y no descriptivo.
P.- Marià, en tu biografía encontramos a una persona dedicada a la búsqueda interior, con formación artística y musical, que ha trabajado durante años en una escuela de negocios como ESADE. Este bagaje, ¿de qué manera ha influido en tu propuesta?
R.- El hecho de cultivar la música seriamente en mi juventud me ha permitido ser un intelectual con olfato. Al mismo tiempo, el tener que trabajar en una escuela de negocios me ha mantenido con los pies en el suelo, lo cual resulta útil para afrontar una crisis como la que estamos pasando. Vivir actualmente en nuestra sociedad es complicado y te exige unas determinadas condiciones para encontrar soluciones.
P.- ¿Qué te ha aportado específicamente el estudio de Mawlânâ Rûmî?
R.- Empecé leyendo su Diwân, estuve con ello tres o cuatro años, después siguió el Fihi ma Fihi y el resto de sus obras. Lo que me atrapó fue primero su calidad y después, por mi estudio del vedanta advaita, el hecho de encontrar en él una especie de vedanta advaita con cabeza y corazón. Los vedanta advaita son una gente muy mental pero Rûmî tiene la habilidad de juntar la cabeza con el corazón. No es un simple poeta. Rûmî tiene una gran cantidad de mente en su poesía, que expresa no en conceptos sino en imágenes, lo cual a veces dificulta su comprensión. Considero que para nuestra sociedad, que corre el riesgo de una cierta frialdad, Rûmî tiene un atractivo especial. Es un poeta que tiene la sofisticación de un pensador vedanta; es una rara avis, un pájaro extraño.
P.- ¿Cómo te ha influido el vedanta?
El vedanta es una corriente que crea adicción porque lo que plantea es de una enorme profundidad libre de creencias. Puede ser por tanto muy interesante para individuos de una sociedad como la nuestra, enormemente mentales y acostumbrados a trabajar con el intelecto. La ventaja es que esta corriente deja los sentimientos aparcados, puesto que los sentimientos siempre funcionan en la misma dirección: están al servicio del deseo, de las expectativas. El vedanta es consciente de que al cambiar la interpretación, los sentimientos siguen en la transformación de la comprensión de la realidad, siempre que uno sea capaz de dejarlos de lado y no quiera incorporarlos antes de tiempo. Ésta es la dificultad de la sofisticación del procedimiento.
P.- ¿Cuál piensas que jugará el CETR, que ahora cumple 10 años, en el futuro? ¿Qué esperas de él?
R.- Espero que el CETR pueda encontrar la manera de cultivar la cualidad humana en nuestra sociedad de conocimiento, lo cual va a resultar difícil. No tenemos subvenciones y nuestro trabajo es ambicioso, pues pretendemos aprender de todas las tradiciones espirituales sin estar sujetos a religiones y creencias y sin caer en la tentación del diálogo interreligioso, que no nos interesa. Vamos a contracorriente y de momento no podemos contar con la ayuda de una universidad, ni del gobierno de la Generalitat, ni de las iglesias o de donaciones. Nos gusta la música de calidad aunque pueda resultar más ardua y menos vendible. La espiritualidad light puede incluso perjudicar y por supuesto no ayuda a solventar problemas serios.
P.- ¿Nos podrías decir en qué proyecto o libro estás trabajando actualmente?
R.- En primer lugar, hay cuatro libros acabados que esperan encontrar editorial que los publique. Tenemos en perspectiva la publicación de la lectura comentada del Evangelio de San Juan y ya estamos pensamos en publicar la nueva lectura que estamos haciendo del Corán. También está en proyecto un libro que es una mezcla de textos vedanta e inspirados por Rûmî. Y por último los cuatro grupos que están funcionando en el CETR para investigar cómo podemos heredar el legado de las tradiciones de sabiduría que nos han dejado nuestros antepasados y que esperamos que terminrán en una publicación.
P.- Para acabar Marià, ¿podrías recomendarnos alguna obra de un artista que te guste especialmente?
La música me gusta toda: el jazz, el flamenco, la étnica, la clásica, también la clásica moderna...no en cambio la música más ligera. Utilizo mucho la música para hacer silencio: Bach, Mozart, Shubert, música barroca. También me gusta mucho la poesía y soy selectivo: la de tipo religioso, los haikus, la poesía china, también poetas laicos, pero profundamente religiosos, que en su tiempo fueron considerados malditos, Pessoa, Machado...
Pepa Torras Virgili. Licenciada en Derecho. Especialista en cooperación europea y derechos humanos
Ilustraciones de Lluís Valls Arenys (1927-2007)