Mawlânâ Rûmî y el 'temor reverencial'
A propósito de la palabra árabe taqwà
Halil Bárcena

No es fácil verter a nuestras
lenguas el término árabe taqwà, que
aquí hemos optado por traducir como 'temor reverencial', pero que incluye en su
campo semántico también las ideas de 'vivir en la presencia de Dios' y de
'responsabilidad ante Él'. En otras palabras, para el derviche no hay amor sin
temor. Como decía Rudolf Otto, lo sagrado se nos presenta al mismo tiempo como
'tremendo' y 'fascinante'. Y lo tremendo atemoriza, causa vértigo; mientras que
lo 'fascinante', seduce y enamora. En lenguaje coránico, Al·lâh, Dios,
es Yalâl, Majestuoso, y en
consecuencia aterrador; y Yamâl,
Bello, y en consecuencia amoroso. Insisto, por eso se dice que no hay amor sin
temor; y cuando no hay temor es que no hay amor. De la misma manera, una
experiencia de lo sagrado que no incluya lo ‘tremendo' es que no es tal.
Evidentemente, la sensibilidad moderna (igualitarista, democrática, materialista,
psicologista y sentimental) está a años luz de la filosofía tradicional de
Mawlânâ Rûmî (m. 1273), que, por supuesto, sabía de lo que hablaba.
Se
equivocan quienes, desde el sentimentalismo new
age tan en boga, pretenden ver en Mawlânâ al poeta de la danza, el éxtasis,
el gozo y el amor. Mawlânâ Rûmî es como un sol: reconforta en primavera y quema
en verano. Mawlânâ es tremendo y fascinante. Toda la experiencia islámica de lo sagrado está atravesada por lo que la palabra taqwà significa. Dicha experiencia, sin taqwà, deja de ser islámica. Es hasta cierto punto comprensible que en un ambiente tan flojo y disperso como el nuestro, alérgico a todo aquello que comporte disciplina, honor, esfuerzo, valor y fidelidad, en definitiva, las cualidades propias de un espíritu superior como el del profeta Muhámmad, el término taqwà, el 'temor reverencial', resulte imposible de aceptar. Pero, no porque el vino añejo del sufismo sea fuerte y embriague debe rebajarse a base de agua. En la taberna derviche, sólo los borrachos tienen cabida.