Adiós a Paco de Lucía,
maestro de
la guitarra flamenca*
Halil Bárcena
Ha
muerto, a los 66 años de edad, Francisco Sánchez Gómez, conocido en el mundo
del flamenco -¡y en el mundo entero!- como Paco de Lucía, el maestro
indiscutible de la guitarra flamenca. La guitarra de Paco de Lucía sonaba de
forma diferente a la del resto de guitarristas flamencos, y no me refiero sólo
a su increíble virtuosismo. Contaba el propio Paco, como le llamaban los
flamencos y sus seguidores, que lo que a él le gustaba de verdad era cantar.
Paco siempre quiso ser un cantaor [cantante]
flamenco, pero su timidez se lo impidió. El genial guitarrista decía que detrás
de una guitarra se sentía protegido, más seguro que cantando ante el público.
Tal vez por eso mismo la guitarra de Paco sonaba tan distinta al resto de
guitarristas, porque su guitarra no solo sonaba, sino que parecía cantar como
ninguna otra lo había hecho jamás antes que él.
La
guitarra de Paco expresaba las mismas emociones que el quejío [dolor] de la voz de los grandes cantaores [cantantes] flamencos. La música de Paco nos habla del
dolor y del goce que supone vivir. Casi todo el flamenco es un lamento, quejío lo llaman los aficionados, que es
como se conoce a los amantes de este arte musical tan particular en el que
resuenan ecos orientales. Del mismo modo que el sonido del ney descrito por Mevlana en
el Mesnevi es el lamento de la
separación de la patria de origen, el lamento del flamenco, encarnado en la
guitarra de Paco, es el lamento del pobre, de quien nada tiene, del hombre
sencillo al que le cuesta vivir, pero que a pesar de todo es capaz de no perder
su dignidad e incluso su nobleza, porque el flamenco es un arte de gentes
pobres pero nobles como reyes.
Paco
de Lucía fue un músico que bebió de la más pura tradición flamenca, por la que
sintió siempre un respeto reverencial, no siempre comprendido por los puristas, los ortodoxos del flamenco.
Paco amaba la tradición flamenca, y, tal vez, por eso mismo quiso y supo
renovarla y enriquecerla, a fin de que no muriese, porque hay que recordar que
durante décadas el flamenco fue en España una música abandonada. Paco tuvo claro
desde bien temprano que la tradición era una fuente de inspiración, pero no una
prisión. Hay que conocer el mundo del flamenco por dentro para saber lo mucho
que cuesta introducir el más mínimo cambio en un arte muy discreto y elitista, transmitido
siempre en círculos cerrados de clanes y familias flamencas, sin apenas ninguna
variación. Hoy, todo el mundo reconoce en España la genialidad de Paco, pero,
al principio de su carrera, los puristas ortodoxos
del flamenco se lo criticaban todo, incluso su forma de sentarse en el
escenario con la pierna derecha cruzada sobre la izquierda, posición que hoy
adoptan todos los guitarristas flamencos sin excepción. Hasta él, nadie se
había sentado así.
Paco
de Lucía fue un gran innovador del flamenco. Él siempre decía que el corazón le
pedía tradición y la mente innovación. En primer lugar, otorgó un papel preponderante
a la guitarra, que hasta entonces se había limitado a acompañar al cante. Con
Paco la guitarra brilló con luz propia. Podría decirse que Paco fue una especie
de explorador musical que descubrió las mil y una posibilidades sonoras y armónicas
de la guitarra flamenca. Fue un hombre fiel a la tradición flamenca, pero
abierto a otros universos musicales de los que supo enriquecerse, como el jazz,
por ejemplo. Gracias a él, el flamenco incorporó un nuevo instrumento de
percusión, el cajón, hoy ampliamente
aceptado por los flamencos, a pesar de su origen peruano. Ya he dicho que los
flamencos ortodoxos son muy reacios a los cambios y las innovaciones. Paco
descubrió el cajón en una de sus incontables
giras por América, y lo incorporó de inmediato a su grupo pues vio en él unas enormes
posibilidades rítmicas y un sonido seco y sin armónicos, ideal para la
sonoridad flamenca.
Aunque
no era gitano, Paco de Lucía tenía alma de gitano. De hecho, nació en un barrio
gitano muy humilde de la ciudad de Algeciras, en la provincia andaluza de
Cádiz. Se sabe que el flamenco no es una música estrictamente gitana, pero los
gitanos interpretan el flamenco de una forma única. Pues bien, en ese sentido
Paco de Lucía era un músico gitano, un guitarrista con duende, palabra ésta muy flamenca pero difícil de traducir a otras
lenguas, aunque fácilmente comprensible para alguien familiarizado con la
música del tasavuf, como, por
ejemplo, los lectores turcos de este
periódico. El público turco, que pudo disfrutar en varias ocasiones de la
música de Paco de Lucía en vivo (la última vez el mes de mayo del año pasado en
Istanbul), comprenderá fácilmente lo que significa duende si mencionamos el término hâl, habitual en la literatura clásica del tasavuf.
A
su manera, Paco de Lucía hablaba también lisân
al-hâl, la lengua del hâl, el
idioma de los estados interiores. Oírlo tocar, verlo en directo, tenía algo de
mágico. Es el poder evocador de la música, algo fácilmente comprensible desde
una tradición tan musical como el tasavuf.
El maestro andaluz llegaba a lo más hondo del alma humana como sólo son
capaces de hacerlo los grandes músicos, ya se llamen Paco de Lucía o Niyazi
Sayın, por ejemplo. En ese sentido, podemos decir que su música era y es
profundamente espiritual, pues el espíritu humano vibra con ella y se eleva por
encima de la individualidad. Personalmente, siempre me fascinó la relación
física con que Paco tenía con su guitarra: cómo la sostenía entre las manos, la
manera que tenía de acomodarla al cuerpo, la naturalidad con la que la manejaba.
De hecho, la guitarra parecía un miembro más de su cuerpo, algo que he podido
apreciar también en algunos instrumentistas turcos.
Tras
cincuenta años de carrera profesional, Paco nos deja 29 discos y un próximo
álbum inédito que aparecerá el próximo mes de abril, sin que el maestro lo
pueda ver ya. De entre su extensa obra deseo destacar un disco extraordinario
por muchos motivos y no sólo musicales. Se trata de Ziryâb, editado el año 1990, dedicado al músico bagdadí del mismo
nombre. Ziryâb (789-857), cuyo nombre real fue Abū-l-Ḥasan
‘Alī
ibn Nāfi‘,
dejó Bagdad por Córdoba, capital del califato omeya, introduciendo de esta
manera en Al-Andalus, la antigua España islámica, las formas musicales cultas
que entonces se tocaban en Bagdad, capital del califato ‘abbasí, y que están en
la raíz de la música flamenca. Ziryâb, que según dicen las crónicas era un
excelente udi, introdujo importantes
mejoras en el ud, incorporando, por
ejemplo, una quinta cuerda, lo que contribuyó a enriquecer su sonoridad. Ziryâb
es considerado el padre de la música andalusí. Pero, al mismo tiempo, fue el
responsable de la introducción en Al-Andalus de ciertas costumbres refinadas de
Oriente, como todo lo relativo a la gastronomía y la cosmética. Que Paco de
Lucía le dedicara un disco a Ziryâb significaba, en primer lugar, un
reconocimiento explícito del valor de la música andalusí como predecesora del
flamenco actual, y, a la vez, que él mismo se sabía heredero de la tradición
musical de Ziryâb, un discípulo flamenco suyo.
Los
que le conocían bien dicen que Paco de Lucía era un hombre sencillo, algo poco
frecuente entre la mayoría de los músicos, cuyo ego suele ser enorme. La
sencillez es una virtud que hace que los grandes sean aún más grandes. Paco, se
dice, vivió con angustia el proceso de la creación artística, pero, fiel a sus orígenes
humildes, siempre decía que más angustia que los artistas sienten aquéllos que
pasan hambre porque no tienen nada que comer. Paco murió a causa de un infarto
de corazón, pero, como él mismo decía, su enfermedad fue otra: la perfección.
Paco estaba enfermo de perfección, de ahí que en cada disco, en cada concierto,
cada vez que tomaba su guitarra, tratara de dar lo mejor de sí mismo. Y es que
el verdadero artista no puede acomodarse jamás, nunca vive de las rentas de la
fama. El resultado de la obsesión de Paco por la perfección ha sido la música excelsa
que el maestro nos ha dejado. Hace unos años oí en Konya un viejo aforismo
sufí: “Cuando has probado la miel es muy
difícil volver al vinagre”. Pues bien, la música de Paco, el maestro Paco
de Lucia, era pura miel. Desde hoy vamos a añorar la dulzura de sus armonías
musicales.
(*) En principio, el presente artículo está dirigido al público turco. De ahí, las referencias contenidas en el mismo. Apareció en el número 1005 de la revista turca Aksyon, correspondiente a la semana del 10 al 16 de marzo, bajo el título 'Flamenko gitar yetim kaldı'. Para leer el texto turco, clikad aquí: