Halil Bárcena, "Perlas sufíes. Saber y sabor de Mawlânâ Rûmî" (Herder, 2015).

«Es verdad que jamás un amante busca a su amado sin haber sido buscado antes por éste» (Mawlânâ Rûmî, Maznawî III, 4393. Traducción: Halil Bárcena).

¡... Eyval·lah ...!

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Bienvenidos al blog del "Institut d'Estudis Sufís" de Barcelona (Catalunya - España), un centro catalán e independiente, dedicado al estudio de la obra del sabio sufí Mawlânâ Rûmî (1207-1273) y el cultivo del sufismo mevleví por él inspirado, en nuestro ámbito cultural.

Aquí hallarán información puntual acerca de las actividades públicas (¡... las privadas son privadas!) que periódicamente realiza nuestro instituto. Dichas actividades públicas están abiertas a todo el mundo, ya que nadie ha encendido una luz para ocultarla bajo la cama, pero se reserva siempre el derecho de admisión, porque las perlas no están hechas para los cerdos.

Así mismo, hallarán en el blog diferentes textos y propuestas relacionados con el islam, el sufismo y la sabiduría tradicional. Es importante saber que nuestra propuesta sufí está enraizada en la sabiduría coránica y la
sunna muhammadiana, porque el sufismo es el corazón del islam, pero el islam es el corazón del sufismo.

El blog está pensado como una herramienta de trabajo para todos aquéllos que tienen un sincero interés por Mawlânâ Rûmî, en particular, y la senda del sufismo islámico, en general. Por ello, sus contenidos se renuevan puntualmente. Si se suscriben al blog podrán recibir información puntual sobre todas las novedades que se produzcan.

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Halil Bárcena

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viernes, 10 de junio de 2011

Omar Jayyâm, imprescindible

Omar Jayyâm, imprescindible



Halil Bárcena





El caso de Giyâz ad-Dîn Abú-l-Fath Omar ibn Ibrahim al Jayyâm (1040-1135), más conocido como Jayyâm, Omar Jayyâm, es único en el ámbito de la cultura espiritual islámica. Reputado matemático, astrónomo y filósofo, Jayyâm es conocido en Occidente, sin embargo, como poeta sobre todo, gracias a sus célebres Robâyât o cuartetas, traducidas al inglés, el año 1859, por el poeta Edward Fitzgerald, con un éxito insospechado, que inició toda una moda y fiebre 'omarjayyamista'. En sus Robâyât, el celebrado científico de Nishabûr, en el Jorasán, patria del renacimiento de la cultura persa tras su islamización forzada, revela una muy particular filosofía de la vida, de reminiscencias anaecrónticaas, que ha suscitado no pocas discusiones, acaloradas en muchos casos, acerca de su discutida filiación sufí.

Para la mayoría de estudiosos occidentales, así como para un buen puñado de orientales, el famoso escritor iraní Sadeq Hedayât entre ellos, la filosofía de Omar Jayyâm, descrito por Víctor Brar como 'el Voltaire del islam', nada tiene que ver con el sufismo. Es cierto que algunos autores orientales, los hermanos 'Omar 'Alí Shâh e Idries Shâh por ejemplo, sui generis pîrs naqshabandíes ambos, no dudan en considerar sufí al poeta de Nishabûr, en base a un manuscrito del autor, secreto y sólo conocido por ellos y su familia, como es habitual en su sufismo, que revelaría las claves sufíes de Jayyâm, pero el testimonio de dichos hermanos es muy poco de fiar, como cualquier iniciado sufí serio sabe en todo el orbe islámico. En un texto esclarecedor titulado "El neosufismo de Idries Shah", Francisco Miñarro ha escrito al respecto: "Shah incluso persuadió a Graves para que prestara su nombre a una nueva versión del "Rubaiyat" de Omar Jayyam, traducción basada en un supuesto manuscrito nunca mostrado y "desconocido en occidente". Moore indica que el libro de Graves no era una traducción, sino la copia de un comentario victoriano (auténtico), supuesta traslación debida a un tal "Jan Fishan Khan MS" (¡el propio bisabuelo de Shah!), "poeta" del siglo XII (!), de un poema de Jayyam (que, por supuesto, nunca escribió)". Pero dejemos a los hermanos Shâh y volvamos a nuestro poeta persa.






Una cosa es cierta, que el sabio de Nishabûr no perteneció a tarîqa alguna de eso que podríamos llamar el sufismo confrérico. Lo que ocurre es que, como hemos dejado escrito en otros lugares, las turuq (plural de tarîqa) no agotan todas las posibilidades expresivas del sufismo tradicional; es decir, hay un sufismo, para mí de una gran belleza y riqueza espirituales, más allá de las formas organizativas sufíes clásicas, como es el caso, por ejemplo, del heterogéneo movimiento qalandar de influencias malamâtíes, caracterizado por la rebeldía e independencia radical de sus seguidores, una suerte de derviches errantes muy poco fieles a la legalidad religiosa islámica, aunque sí a su espíritu, muy libremente interpretado. Canta Jayyâm:

"De aquellos qalandares, el camino has de andar:
sangre del corazón para el rostro lavar.
¿Qué pensabas, acaso? Como un hombre sabio,
incluso a ti mismo debes aabandonar" (1).

Por consiguiente, llevan razón quienes sostienen que poco se parece Jayyâm a un adepto sufí shadilí o naqshabandí, pongamos por caso, vías caracterizadas por un cumplimiento escrupuloso de la ley religiosa islámica. Pero, también tienen razón, y no poca, quienes, más allá de su escepticismo congénito y de su revuelta personal contra Dios, han sabido ver en Jayyâm a un ser humano de una muy refinada espiritualidad. Al fin y al cabo, su rebelión apunta más que nada hacia el 'dios producto humana' que no hacia la divinidad en sí, en tanto que símbolo del misterio del mundo. En ese sentido, podríamos decir que el 'dios' menor, fruto imperfecto de la mente humana, en absoluto es Al·lâh.

Sea como fuere, quisiera traer a colación unas palabras de alguien tan serio y riguroso como Frithjof Schuon, nada dado a la frivolidad espiritual, que me parecen muy atinadas, respecto al papel tan singular (e imprescindible, bajo mi punto de vista) que juega Omar Jayyâm, en el ámbito de la espiritualidad islámica. A mi modo de ver, Schuon es de los pocos que ha comprendido a la perfección de qué hablaba Jayyâm y cómo tuvo que hacerlo. Y es que comprender es ser. Por eso escribía Julien Green, "habría que ser santo para comprender a un santo". Sea como fuere, esto es lo que dice Schuon: "La sabiduría revestida de frivolidad de Omar Jayyâm se opone al fariseísmo revestido de piedad; si la hipocresía religiosa es posible, la paradoja contraria ha de serlo igualmente". Para Schuon, y la expresión me parece acertadísima, "Jayyâm es una suerte de 'bufón de la corte' de la espiritualidad", cuya función no era otra que "decir verdades que la convención social tiende a disimular, o, de una manera más general, de hacer sentir el aspecto de necedad propio de la vida convencional" (2).




En definitiva, lo que en Jayyâm se disimula bajo un ropaje aparente de escepticismo y displicencia antiespiritual es, justamente, lo contario, como bien ha sabido ver Esteve Serra, un poco siguiendo la estela dejada por Schuon: "Su apariencia de descreencia y de menosprecio de las formas externas oculta en realidad una espiritualidad muy elevada, la del hombre que ha alcanzado un estado interior que implica una superación de todas las antítesis y dualidades. Significa, también, una llamada a los hombres que siguen el camino espiritual para que vayan más allá de las prácticas y virtudes externas, obligatorias para todos los creyentes, y profundicen su espiritualidad en el sentido de una mayor sinceridad y una consciencia más intensa de la Realidad única que trasciende todas las formas y todos los credos religiosos" (3).

Y es que si algo detesta Jayyâm sobremanera, de hecho cualquier espiritual serio, es el fanatismo del necio, así como la hipocresía humana, en especial la de los hombres de religión. Jayyâm es de esa ínfima clase de seres humanos, pero tan valiosos e imprescindibles, que no desean ser esclavos de sus defectos, por supuesto, pero tampoco de sus virtudes, rasgo éste de indudable sabor malâmatí. Hipocresía, fanatismo, egolatría, todo es fruto de la ignorancia de creerse lo que no se es. Jamás quien vive en la presencia de su precariedad y de su nada esgrimirá un 'yo soy' como forma de estar en el mundo. Dice un viejo proverbio sufí: "Sólo quien se vive a sí mismo como nada, lo vive a Él como todo". En un sentido muy aproximado canta Jayyâm, con la salvedad de introducir un nuevo elemento muy propio de su pensamiento, el de la muerte, que es la gran correctora de egos:

"A cada instante se alza uno diciendo: ¡yo soy!
Acicalado con oro y plata viene gritando: ¡yo soy!
Justo cuando su vida va miel sobre hojuelas,
la muerte llega un día y le dice: ¡yo soy!".

En resumen, una personalidad tan sumamente rica y compleja como la de Omar Jayyâm resulta de un enorme valor en una tradición espiritual, por su libertad interior y su atrevimiento. Y es que es imprescindible que existan hombres que como él se atrevan a denunciar, a veces en clave de humor incluso, falacias o naderías que por haber sido repetidas hasta la saciedad o haber sido dichas con verbo almibarado nos parecen verdades absolutas. Y no concreto más porque, a pesar del espíritu 'omarjayyamista' que uno posee, hoy no andamos con ánimo de escandalizar a nadie: ni a tirios ni a troyanos, es decir, ni a apocalípticos ni a integrados, ni a alienados ni a indignados, ni a las personas de orden ni a los alternativos tampoco, que tanto se parecen, unos y otros, en tanto que (casi) todos dicen '¡yo soy!', y decir 'yo', esto lo dejó escrito Mawlânâ Rûmî, es un veneno. No hay cambio sin cambiarse, y así gira y gira la rueda del mundo desde siempre, sin que en lo sustancial nada varíe.


Notas:
(1) Omar Jayyam, Robaiyat, Barcelona, DVD, 2002, p. 147 (Edición y traducción de Nazanín Amirian).
(2) Cfr. Omar Jayyam, Rubaiyat, Palma de Mallorca, J. J. de Olañeta, 1997, pp. 8-9.
(3) Ibídem, p. 8.

Lecturas recomendadas

  • Abbas Kiarostami, Compañero del viento (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006).
  • José Antonio Antón Pacheco, Intersignos. Aspectos de Louis Massignon y Henry Corbin (Athenaica, 2015).
  • Khalili, Una asamblea de polillas (Mandala, 2012).
  • Masood Khalili, Los susurros de la guerra (Alianza, 2016).
  • Olga Fajardo (ed.), La experiencia contemplativa. En la mística, la filosofía y el arte (Kairós, 2017).
  • Seyed Ghahreman Safavi, Rumi's Spiritual Shi'ism (London Academy of Iranian Studies, 2008).
  • Shams de Tabriz, La quête du Joyau. Paroles inouïes de Shams, maître de Jalâl al-din Rûmi. Trad. Charles-Henry de Fouchécour (CERF, 2017).
  • Tom Cheetham, El mundo como icono. Henry Corbin ya la función angélica de los seres, (Atalanta, 2018).

¡Ah... min al-'Eshq!

"A nosotros que, sin copa ni vino,
estamos contentos.
A nosotros que, despreciados o alabados,
estamos contentos.
A nosotros nos preguntan: “¿En qué acabaréis?”.
A nosotros que, sin acabar en nada,
estamos contentos"

Mawlānā Ŷalāl al-Dīn Rūmī

¡... del movimiento a la quietud!

... de la palabra al silencio !!!

"Queda mucho por decir,
pero será Él quien te lo diga
para que lo entiendas, no yo"

Mawlânâ Yalâl al-Dîn Rûmî (m. 1273)