La confusión
de lo psíquico y lo espiritual (2)
René Guénon
[René Guénon ofrece en su libro El reino de la cantidad y los signos de los tiempos (1945) una de las descripciones críticas del mundo moderno, cuya concepción del conocimiento parece basarse exclusivamente en la noción de cantidad, más precisas y punzantes que se hayan realizado jamás. 'La confusión de lo psíquico y lo espiritual', capítulo 35 de dicho libro, pretende aclarar uno de los errores más comunes -y desastrosos, por sus consecuencias tan devastadoras- del modernismo como es la confusión entre lo psíquico y lo espiritual, tan en boga en una actualidad como la nuestra, donde el psicologismo, de tanto coach y tanto consejero, se abroga una espiritualidad de la que ignora casi todo por completo. Dada la importancia del tema, y al objeto de poner los puntos sobre las 'íes', este blog ofrecerá dicho texto de René Guénon al completo, en sucesivas entregas. He aquí la segunda. Nota de la redacción].
En este punto resulta necesaria la mayor precisión con el fin de evitar todo posible malentendido: no puede decirse que un desarrollo cualquiera de las posibilidades de un ser, incluso en un orden poco elevado como el que representa el ámbito psíquico, sea esencialmente 'maléfico' en sí mismo; mas tampoco conviene olvidar que este ámbito es, por excelencia, el de las ilusiones y además siempre hay que saber situar cada cosa en el lugar que normalmente le corresponde; en definitiva, puede decirse que todo depende del uso que se hace de tal desarrollo y, antes que nada, es necesario considerar si se toma como un fin en sí o, por el contrario, como un simple medio destinado a alcanzar un objetivo de orden superior. En efecto, según las circunstancias de cada caso particular, cualquier cosa puede servir de ocasión o de 'soporte' a aquel que emprende la vía que ha de llevarle a una 'realización' espiritual; esto es cierto sobre todo al principio, dada la diversidad de las naturalezas individuales cuya influencia alcanza entonces su grado máximo; mas, hasta cierto punto, sigue siendo así mientras los límites de la individualidad no son sobrepasados por completo. Sin embargo, y por otra parte, cualquier cosa puede constituirse tanto en obstáculo como en 'soporte', si es que el ser se detiene en ello y se deja ilusionar y extraviar por ciertas apariencias de 'realización' que no tienen ningún valor propio y son resultados completamente accidentales y contingentes, si es que pueden ser considerados como resultados desde un punto de vista cualquiera; además este peligro de extravío existe siempre, mientras no se salga del orden de las posibilidades individuales; por otra parte, es en lo referente a las posibilidades psíquicas donde adquiere sus más amplias proporciones y, naturalmente, se va haciendo tanto mayor cuanto más inferior es el orden de sus posibilidades.
Ciertamente, el peligro es mucho menos grave cuando no se trata más que de una serie de posibilidades de orden simplemente corporal y fisiológico; buen ejemplo de todo esto es el error cometido por algunos occidentales que, como decíamos antes, toman el Yoga, o lo poco que conocen de sus prolegómenos, por una especie de método de cultura física; en semejante caso apenas se corre el riesgo de obtener, mediante unas 'prácticas' realizadas descuidadamente y sin ningún control, un resultado completamente opuesto al que se buscaba arruinando la salud en vez de mejorarla. Este hecho nos interesa sólo por revelarse en él una burda desviación en la utilización de tales 'prácticas' destinadas, en realidad, a una utilización completamente diferente y perfectamente ajena a este ámbito fisiológico al que se pretende limitarlas y cuyas repercusiones naturales dentro de éste no constituyen más que un mero 'accidente' al que no conviene dar la menor importancia. No obstante, es preciso añadir que estas mismas 'prácticas' , con el desconocimiento del ignorante que las emprende como si de una simple 'gimnasia' se tratara, pueden tener repercusiones sobre las modalidades sutiles del individuo, lo cual contribuye de hecho a aumentar considerablemente el peligro; así, sin darse cuenta, puede abrirse la puerta a una serie de influencias de todo tipo (siendo por supuesto las de más baja cualidad las primeras en aprovechar la ocasión), contra cuyo influjo se suele estar tanto más indefenso cuanto que, a veces, ni siquiera se sospecha su existencia y que, con mayor motivo aún se es incapaz de discernir su verdadera naturaleza; pero al menos no hay aquí ninguna pretensión 'espiritual'.
(René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Paidós, Barcelona, 1997, p. 208-210).