Julius Evola
Actuar puro no
significa actuar ciego. Y la norma de no mirar a las consecuencias concierne a
los móviles afectivos individualistas, no ya al necesario conocimiento de
aquellas condiciones objetivas que la acción debe tener en cuenta para ser en
lo posible una acción perfecta, es más, para no ser una acción destinada ya
desde la partida a ser un fracaso. Podrá no tenerse éxito: esto es secundario,
pero ello no debe depender de un defecto en el conocimiento de todo aquello que
se refiere a las condiciones de la eficacia, por ende en general, a la
causalidad, a las relaciones entre causas y efectos, a la ley de las acciones y
de las reacciones concordantes.
(Julius Evola, Cabalgar al tigre, Heracles, Buenos Aires, 1999, p. 89).