De la belleza o ihsân
Halil Bárcena
Son múltiples y profundas las realidades
espirituales que encierra el término árabe tasawwuf,
con el que se conoce de forma genérica en Occidente al sufismo islámico. De
ahí el uso de otros vocablos, mucho más precisos y ricos en matices, para
describir con mayor tino la senda de los derviches. Es el caso de la palabra
árabe ihsân, que podríamos traducir
por ‘belleza’, ‘perfección’, ‘excelencia’ y también ‘virtud’. Tal como lo usan
los sabios sufíes de primera época, el término ihsân significaría más precisamente belleza interior, belleza del
espíritu o, si se quiere, belleza del corazón. Titus Burckhardt lo define como
la belleza del corazón “que se expande
hacia el exterior, transformando cada actividad humana en arte y cada arte en
recuerdo de Dios (dhikr-ul-Lâh)”.
Como es lógico pensar, el término ihsân ocupa un lugar especial en el
ámbito del arte y la enseñanza de los oficios, así como en el de la futuwwa o caballería espiritual, tan
ligada en el islam, como se sabe, a los gremios de artesanos, cuya dinámica,
tanto interior como exterior, sufrió un duro golpe tras el colonialismo europeo
y la industrialización moderna. Es, nuevamente, Titus Burckhardt quien apunta: “La enseñanza de los oficios se acerca a la
enseñanza espiritual cuando se esfuerza por alcanzar esa perfección de la que
habla el Profeta [Muhammad] cuando
dice: “Dios recomienda la perfección en toda cosa” (en árabe, kataba
Al·lâhu-l-ihsâna ‘alà kul·li shay)”; que no es sino otra forma de subrayar
que todo ha de ser realizado según su propio adab, esto es, según sus propias reglas y bases, ya sea lo más
nimio e insignificante o lo más elevado.
En
otras palabras, las cosas se han de hacer bien, y no de cualquier manera. Por
todo ello el arte constituye una necesidad vital en la economía tanto
espiritual como social del islam, siendo los derviches, maestros de la senda
interior del sufismo, quienes mejor lo han comprendido y más arte (esto es,
belleza o ihsân) han creado.