Dijo el mensajero de Al·lâh [Muhammad] a los suyos:
"Buscad el conocimiento aunque sea en China..." (Utlubû-l-‘ilma wa law fî-s-Sîn).
"Buscad el conocimiento desde la cuna a la tumba" (Utlubû-l-‘ilma min al-mahdi ilâ-l-lahd).
[Ahâdîz -pl. de hadîz- recopilados por Ibn Abd al-Birr]
Comentario:
En la naturaleza intrínseca del ser humano
reside el ansia de saber, un saber que incluye también eso que podríamos llamar
conocimiento espiritual, que es el que verdaderamente nos hace humanos y sin el
cual uno se vive a medias. Así pues, la razón de ser del derviche es la
búsqueda del conocimiento, búsqueda vivida como una pasión, la pasión por el
saber que marca toda su existencia hasta que muere. Y es que vivir es conocer,
que es una forma de ver y comprender la naturaleza real de las cosas. Todo el dîn (o tradición) expuesto por el
profeta Muhammad, y recreado por los sabios sufíes, gira alrededor de un
conocimiento que, sin embargo, no sólo tiene que ver con la razón, sino también
con eso que los propios sufíes denominan en árabe ma’arifa bi-l-qalb o conocimiento a través del corazón. He ahí una
de las más grandes peculiaridades de la senda sufí: el órgano a partir del cual
se conoce, el ojo del corazón o ‘ayn
al-qalb, que no es sino el ‘tercer ojo’ de los orientales. No es, pues, el del derviche un
conocimiento reducido a datos o informaciones, ni nada que no haya penetrado
sus entrañas transformándolo de cuajo. Ma’arifa,
el conocimiento sufí, que se ha de buscar donde sea que se halle, es sabiduría
hecha amor. Por consiguiente, todo cuanto signifique presentar el sufismo de
otro modo (sentimentalizado, por ejemplo, o transformado en una mera piedad
religiosa) significará desnaturalizarlo; eso ya no será sufismo islámico, será
otra cosa. Halil Bárcena