1
El corazón se acerca a aquel de cara jubilosa.
No es buena la tristeza, mas mi pena por él es jubilosa.
Pide la vida y no se la doy por unos días.
La vida no importa, su petición es jubilosa.
2
Llegó el amor y sobre mi alma tamizó el polvo de rebeldía.
Huyeron la ciencia, la inteligencia y la mente mías.
Ante estos sucesos no me ayudó ningún amigo,
Excepto el ojo que derramó en mis pies cuanto tenía.

3
Tu camino, comoquiera que se siga, es alegría.
Encontrarte, dondequiera que se alcance, es alegría.
Cualquier ojo que tu rostro vea se enamora.
Y tu nombre, por quienquiera se pronuncia, es alegría.
4
¡En pie!, que hablan del secreto los enamorados la noche entera.
Y en torno a la puerta y al tejado del amigo vuelan.
Donde haya una puerta, la cierran de noche,
Menos los que aman, que, de noche noche, abren la puerta.
5
Si el corazón la vía del amor no sigue, ¿qué hará?
Si el alma no busca el reino del encuentro, ¿qué hará?
Y en el momento en que el sol llegue al espejo,
Si el espejo no dice ‘soy el sol’, ¿qué hará?
Abusaíd Abuljair, Rubayat, Trotta, Madrid, 2003 (Traducción de Clara Janés y Ahmad Taherí).

Abusaíd Abuljair (Maihané, Jorasán, al noreste del actual Irán, 967-1043). Sabio sufí famoso por sus rubâyât o cuartetas, y por haber sido el primero -así lo recoge la tradición sufí- en difundir el samâ', la liturgia musical y de danza sufí. Desde pequeño, entró en contacto con el mundo sufí y con diversos maestros, entre los que se cuentan Pir Abû-l-Fazl Sarajsí, el shayj Abû-l-'Abbâs Gasab y Abû Abdurahmân Salâm. Estudió durante años la tradición y se entregó a una dura disciplina de ejercicios sufíes. Se dice que llegó un momento en que dejó a un lado la ciencia y enterró todos sus libros plantando sobre ellos árboles. A partir de entonces, recibió discípulos e impartió lecciones en las ciudades persas de Maihané, Tûs y Nishabûr. El gran poeta y místico Fariduddîn al-'Attâr incluyó su semblanza en el Memorial de santos, que se incluye en la edición de la que hemos extraído alguno las rubâyât de Abuljair y que cuenta notables proezas. De él se dice también que afirmó: "El verdadero santo entra y sale entre las gentes, come y duerme con ellos, compra y vende en el mercado y participa de la vida social, y no olvida nunca a Dios ni un solo momento". Ibn Sînâ, el Avicena de los latinos, a quién también conoció, comentando el modo de entender el sufismo de Abuljair, a través de la vida y la experiencia y no mediante una rígida doctrina, destaca la alegría y calidez que caracterizaba a sus reuniones sufíes. No en vano nuestro poeta dejó dicho: "Juzgar es incredulidad y ser alegre es obligación".
(Sección coordinada por Pepa Torras i Virgili)