El 'fatâ' o el 'ilâhi' encarnado
Leili Castella

Nos gustaría traer a estas líneas unas gotas del perfume del primer Taller Sufí de fin de semana de este curso, organizado por el Institut d'Estudis Sufís y dirigido por Halil Bárcena, titulado “Ética y sufismo. Una introducción a la futuwwa o caballería espiritual sufí”. El taller se centró en la figura del fatâ o yavânmard, el caballero espiritual o 'guerrero' sufí que, habiendo sido capaz de destruir todos sus ídolos, es decir, todo cuanto le aparta de Al·lâh, ha bebido de la fuente de la Vida. No perteneciéndose ya a sí mismo, sino a Al·lâh, el fatâ no tendrá otro Señor sino Él, y su responsabilidad espiritual o wadhîfa, por la que dará su vida si hace falta, será decirle a Él en todo acto, en todo pensamiento. Pero dar testimonio de Al·lâh, de lo único Real, supone también denunciar todo aquello que, en el mundo, en la sociedad, en la cultura y en las personas del aquí y ahora, nos aparta de Él. Por ello el fatâ irá siempre a contracorriente y será un ser intempestivo, y radical. Intempestivo porque a menudo tendrá la responsabilidad de decir aquello que no se desea escuchar; y radical, porque su compromiso con Él, con la Verdad, es irrenunciable e innegociable: por todo ello se dirá que tiene alma de guerrero. En el fatâ confluirán, pues, la dureza de la denuncia y la dulzura del dar testimonio de la belleza divina.
Un poderoso ilâhi [1] titulado “Unicité”, compuesto por el neyzen turco Kudsi Erguner, y en el que la voz incomparable de Yusuf Bilgin canta unos versos del gran poeta sufí turco Yunus Emre (m. 1321), sonó en repetidas ocasiones en el Taller mencionado. Lo traemos aquí a colación porque de alguna manera explica, en términos musicales, quién es y qué cualidades posee el fatâ. Empieza el ilâhi con una hermosa frase del ney, flauta sufí de caña, símbolo del hombre vacío de todo aquello que no sea Él y, por tanto, instrumento perfecto de Su expresión. Recoge la frase del ney la voz de Yusuf Bilgin, como si la única función del verdadero ser humano, del fatâ, fuera prolongar el soplo divino que, por pura misericordia, no puede callar. Y dicen precisamente los primeros versos de Yunus Emre:
“Un océano de misericordia se ha desbordado
Y ha inundado el universo entero”

El fatâ, que es quien ha bebido de la fuente de la unidad primordial, ha comprendido que no hay nada que no Le cante, nada que no Le signifique; ha encarnado, en definitiva la fórmula islámica "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh", "No hay más divinidad que Dios". El caballero espiritual vive en permanente presencia de esta fórmula, que, en el ilâhi, después de la introducción del ney y de la voz, ya no dejará de repetirse como un obstinato de fondo. "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh" es lo que sustenta el ilâhi y también al fatâ.
Esta fórmula, auténtico concentrado de sabiduría, es la que ritma el ilâhi. Es interesante en este sentido recordar que en la música turca, ritmo se denomina usûl, palabra de origen árabe que significa “raíz”, “base”, “fundamento”. Pues bien, también para el fatâ la fórmula repetida es su centro, su núcleo, su fundamento. Pero aún hay dos cosas más que el ritmo del ilâhi nos explica del fatâ. La primera es su solidez: el ritmo que dicta "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh" late a un compás de cuatro tiempos y, por tanto, es firme, consistente, estable como el caballero. Y la segunda es que, como es sabido, no todos los tiempos de un compás tienen la misma fuerza. El primero de sus golpes es siempre el más potente y, precisamente, en él recae la partícula árabe “Lâ” de nuestra fórmula "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh". “Lâ” significa “No” y, justamente, lo que “no” es, lo que nos separa de Él, ya sean ideologías, actitudes, modas, creencias, ignorancias, etc., es lo que ha venido a denunciar el fatâ.
El ilâhi continua su avance imparable en una doble dimensión: horizontal, con el ritmo desplegándose hacia adelante en el tiempo, y vertical, puesto que, de lo grave a lo agudo, de la tierra al cielo, también la textura de la música se despliega, en la percusión, las voces divulgando "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh", y por encima, las de Yusuf Bilgin y del ney de Kudsi Erguner. Igual que en el ilâhi, también en el caballero confluyen las dos dimensiones, la horizontal (recordemos que la responsabilidad del caballero espiritual se concreta en el mundo, entre sus contemporáneos y, por tanto, en el hoy y el aquí) y la vertical, de la que toda la dimensión horizontal queda impregnada. Y es que, como hemos dicho al inicio, la acción del caballero en el mundo es la emanación natural de su contacto con la fuente de la Vida, de su cercanía con Al·lâh.
El ilâhi continua su avance imparable en una doble dimensión: horizontal, con el ritmo desplegándose hacia adelante en el tiempo, y vertical, puesto que, de lo grave a lo agudo, de la tierra al cielo, también la textura de la música se despliega, en la percusión, las voces divulgando "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh", y por encima, las de Yusuf Bilgin y del ney de Kudsi Erguner. Igual que en el ilâhi, también en el caballero confluyen las dos dimensiones, la horizontal (recordemos que la responsabilidad del caballero espiritual se concreta en el mundo, entre sus contemporáneos y, por tanto, en el hoy y el aquí) y la vertical, de la que toda la dimensión horizontal queda impregnada. Y es que, como hemos dicho al inicio, la acción del caballero en el mundo es la emanación natural de su contacto con la fuente de la Vida, de su cercanía con Al·lâh.

El conocimiento de nuestro caballero espiritual es un conocimiento encarnado, in-corporado, y ello queda patente en su respiración, que, lejos de ser mecánica, es consciente. Como lo es también la que surge del “Lâ ilâha il·lâ Al·lâh” en el ilâhi. Esta fórmula no está dicha, sino respirada, o mejor aún, la respiración dice "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh". Éste es el tesoro que anida en nuestro aliento y el fatâ es conocedor de ello. Es una respiración con presencia, susurrada, profunda, que surge cuando el ser humano está en contacto con lo más primigenio y principial que habita en él: la espiritualidad, la sexualidad, la muerte, el esfuerzo que nos lleva al límite… Por ello dice el poema de Yunus Emre:
“Cuando Adam salió del Paraíso
Y dio sus primeros pasos en la tierra,
Cada una de sus respiraciones decía:
Lâ ilâha il·lâ Al·lâh”
De quien está anclado en "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh" emanan las más bellas cualidades, y por ello el caballero místico “encarna las virtudes de nobleza y compasión, coraje y devoción, justicia y conocimiento interior” [2]. Asimismo, porque hay un sólido anclaje en el ritmo de "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh", pueden Bilgin y Erguner embellecer con sus melodías lo ya de por sí bello. La música y el fatâ tienen en común apuntar a la hermosura verdadera que queda cuando no queda nada. Esto es el conocimiento silencioso, el auténtico núcleo de la espiritualidad, al que se refieren estos versos de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), inspirador de todas las propuestas sufíes del Institut d'Estudis Sufís:
“Atraviesa el oído hasta el centro,
Donde se encuentra el cielo, el viento, la sabiduría silenciosa”.
Notas:
[1] Ilâhi es una palabra de origen árabe que significa, aproximadamente,"divino", y designa también, por extensión, los cantos sufíes. CD “Psaumes de Yunus Emré. Kudsi Erguner. Musique soufie.” Al sur. Track 1: “L’Unicité”.
[2] Halil Bárcena, “Futuwwa, la caballería espiritual sufí”. Artículo publicado en este mismo blog el pasado mes de septiembre.
Para oír el ilâhi mencionado en el texto clikar aquí:
“Cuando Adam salió del Paraíso
Y dio sus primeros pasos en la tierra,
Cada una de sus respiraciones decía:
Lâ ilâha il·lâ Al·lâh”
De quien está anclado en "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh" emanan las más bellas cualidades, y por ello el caballero místico “encarna las virtudes de nobleza y compasión, coraje y devoción, justicia y conocimiento interior” [2]. Asimismo, porque hay un sólido anclaje en el ritmo de "Lâ ilâha il·lâ Al·lâh", pueden Bilgin y Erguner embellecer con sus melodías lo ya de por sí bello. La música y el fatâ tienen en común apuntar a la hermosura verdadera que queda cuando no queda nada. Esto es el conocimiento silencioso, el auténtico núcleo de la espiritualidad, al que se refieren estos versos de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), inspirador de todas las propuestas sufíes del Institut d'Estudis Sufís:
“Atraviesa el oído hasta el centro,
Donde se encuentra el cielo, el viento, la sabiduría silenciosa”.
Notas:
[1] Ilâhi es una palabra de origen árabe que significa, aproximadamente,"divino", y designa también, por extensión, los cantos sufíes. CD “Psaumes de Yunus Emré. Kudsi Erguner. Musique soufie.” Al sur. Track 1: “L’Unicité”.
[2] Halil Bárcena, “Futuwwa, la caballería espiritual sufí”. Artículo publicado en este mismo blog el pasado mes de septiembre.
Para oír el ilâhi mencionado en el texto clikar aquí:
Leili Castella es es licenciada en derecho y pianista. Rebâbista del grupo musical 'Ushâq, es coordinadora del Institut d'Estudis Sufís y directora de la escuela de música 'Baraka. Música con alma'.