lunes, 17 de octubre de 2011

Adab, educación sufí

Cargados de libros como burros



Nesrin Can






Adab (edeb en la transcripción del turco moderno) es una palabra árabe que significa, entre otras cosas, ‘ser respetuoso’. Se trata de una educación interior, modelada por la sabiduría ética coránica, que se expresa en un recto obrar. Poseer adab es el signo que muestra prácticamente el nivel de sabiduría espiritual de alguien. Se trata de la comunión con la esencia de la senda interior, que supone actuar en la vida diaria como si se estuviese siempre en presencia de la divinidad. Se ha dicho que todo en el sufismo es adab, es decir, actuar siempre de acuerdo a lo que toca en cada momento y situación.

En la educación espiritual islámica o tarbiya lo más importante es ser respetuoso con todo el mundo, desde los niños hacia los mayores. El espiritual sufí ha de ser humilde como la tierra, ante cualquier tipo de persona, ya sea un potentado o una persona sencilla. En la época otomana, los sultanes cumplían con una curiosa costumbre, a fin de vacunarse contra el orgullo. En el día de su proclamación como sultán, éste aparecía ante el pueblo reunido en el plaza del palacio. Las gentes le gritaban a coro: “¡Oh, nuestro sultán, jamás seas orgulloso, que hay alguien más grande que tú: Al·lâh!”.

Las familias musulmanas, por muy sencillas que sean, educan a sus hijos según las reglas de la ética coránica, corazón del adab sufí. Dicha ética coránica la vemos encarnada en la persona del profeta Muhammad. Un día le preguntaron a su viuda Aisha a propósito de la personalidad del Profeta y su forma de estar en el mundo. Aisha les contestó si jamás habían leído el Corán, a lo cual le respondieron afirmativamente. Aisha les contestó entonces: “El Profeta era un Corán andante”. De hecho, una de las principales funciones de los distintos profetas y maestros espirituales históricos ha sido enseñarnos las reglas del buen vivir, esto es, el adab. Así, los musulmanes, en general, y los sufíes, en particular, aprenden el adab del comer o del beber, del dormir o del hablar, gracias a la sunna o ejemplo del profeta Muhammad, lo cual quiere decir que hay un adab para cada cosa.





Pero lo más importante es comprender que si uno posee adab posee sabiduría, tiene conocimiento (‘ilm). Si alguien carece de adab, aunque haya leído miles de libros y posea todos los títulos del mundo, en una sociedad islámica tradicional jamás será considerado por la gente. Para un musulmán arraigado en la tradición muhammadiana, las personas así son como “un burro cargado de libros”, según la fórmula coránica (62:5).

El poeta turco Yunus Emre (m. ca 1321) expresa lo mismo en los siguientes versos: "Saber es conocer, conocerse a sí mismo / Si tú no te conoces, ¿qué tipo de sabiduría es la tuya?Antiguamente, en la entrada de los colegios turcos había una inscripción que decía así: “¡Adab, yâ Hû!”, que es una forma de pedirle a Dios poseer un carácter y una educación coránicos. Y es que lo primero que un colegio debía inculcar a los estudiantes tenía que ver con el respeto, y alguien respetuoso es como un árbol frondoso cuya copa roza el cielo.



Dice Mawlânâ Rûmî: “Adab es una corona divina / Ponte dicha corona y te librarás de todas las desgracias”. Es Mawlânâ también quien les recomienda a sus discípulos derviches que en sus oraciones pidan tener un carácter modelado por el adab. En la historia del islam hemos conocido muchísimas personas importantes que estaban (y están) repletas de respeto hacia Él, que fueron como esclavos ante su morada divina. Sólo los poseedores de dicho adab actúan como un cero en sociedad, y, sin embargo, son los más valiosos e imprescindibles.


Nesrin Cân es licenciada turca en lengua y literatura españolas.