"¿Cómo se curará y cómo sanarás tú,
si no abres la úlcera purulenta con un bisturí?"
Mawlânâ Rûmî (m. 1273)

Comentario:
Antes de recoger los frutos hay que arar la tierra, que significa voltearla, a fin de que se airee. Y cuando encargamos un traje al sastre, éste corta y trocea el tejido antes de confeccionar la prenda. Mawlâna Rûmî afirma que, siempre, antes de la construcción hay destrucción. Nadie se cura cubriendo las heridas o disimulándolas. Tampoco las heridas del corazón se sanan así. Y esa es la única y auténtica transformación espiritual, que abras en canal todo tu ser, como el labriego que abre la tierra. El resto es entretenimiento, autoengaño y falacia. Hay quien se convierte a alguna creencia religiosa o quien adopta una ideología; hay quien sigue a un maestro espiritual, incluso; los hay que modifican algunos hábitos cotidianos, como la dieta, por ejemplo, o su forma de vestir. ¡Y hay también quien hace todo esto y todo a la vez! Por lo general, suelen ser cambios muy drásticos, pero sólo en lo tocante a la apariencia. Bajo la piel todo permanece frío e inerme. Y esto se prolonga durante los años, sin que nada substancial se transforme en el interior de las personas. Están en el lugar de siempre, igual (o peor) que siempre. Ni los celos, ni la envidia, ni el orgullo, ni el egoísmo, ni la falta de espontaneidad, ni el gesto torvo y la palabra avinagrada, ni el afán desmesurado de protagonismo, síntomas todos ellos de la peor de todas las enfermedades: ¡la ignorancia!; nada, absolutamente nada, se ha visto transformado con el tiempo. Sólo quien toma en sus manos el bisturí del amor y la inteligenica, el del silenciamiento interior y el desapego, y penetra en los tejidos dañados por el ego, puede afirmar que de verdad está haciendo algo. Eso sí, lo que se afirme, que sea siempre con humildad, como quien no ha hecho nada, como quien no quiere la cosa. Halil Bárcena