"Vende tu mente y compra admiración;
la mente es mera opinión,
la admiración es intuición"
Mawlânâ Rûmî (m. 1273)

Comentario:
Todo cuanto ante ti se despliega, desde el guijarro más humilde hasta la última galaxia, es un signo de Él, Hû, según gustan proclamar los derviches mevlevíes, seguidores de Rûmî. Todo, absolutamente todo, es un signo que remite a algo más que lo meramente observable a simple vista. Incluso los barcos que surcan los mares o el automóvil que atraviesa veloz la carretera, lo son. Tú mismo eres un signo de Él. En el mundo, pues, nada es, todo significa. Sin embargo, no comprenderás lo que aquí te traigo desde tu mente común. La mente humana, cercenadora de la realidad por naturaleza, piensa siempre en términos duales, como, por ejemplo, sujeto/obejeto, buscador/lo buscado, amante/amado. Has de vender esa mente, esto es, habrás de silenciar el parloteo interior y las impresiones sensoriales de la vida subjetiva, a fin de comprender. La mente puede argüir y enzarzarse en discusiones, puede aprender y enseñar acerca de casi todo; pero no puede ni conocer ni tampoco comprender. Hablo de silenciar la mente, pero no de ponerse una venda en los ojos de la inteligencia. Y es que el sufismo apela, fundamentalmente, a la razón. La mirada admirada del derviche es penetrante, pero, sobre todo, inmediata y repentina, como un relámpago. Cuando mires, mira, pero hazlo enseguida, antes de que tu mente dualista interprete lo que ve, porque cuando miras y piensas, dejas de comprender. Y aquí lo que cuenta es, por supuesto, comprender. Sólo quien es capaz de mirar así, admirándose, despierta a otro tipo de conocimiento, mucho más intuitivo y directo, que posibilta ver en todo lo que hay signos prodigiosos que hablan de una dimensión de la realidad absoluta, es decir, suelta, que está ahí, desplegada ante mí, pero independientemente de mí, desde hace qué sé yo cuándo. Y, lo que es más importante todavía, que tú eres eso. Halil Bárcena