lunes, 30 de marzo de 2009

Muda elocuencia


"Vi, pero no puedo decir"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)





Comentario:
Primero es la conmoción, luego la denominación. Para el derviche, ver es comprender. La ceguera o la miopía, también bizquear, no son maneras de mirar, sino incapacidades de ver. En el derviche, la comprensión espiritual se acompaña siempre del sentido de la belleza, puesto que la verdad, esto es, la realidad realmente real, es en sí misma la esencia de la belleza; y ésta, el esplendor de la verdad. Pero, la comprensión, que exige la interiorización unitiva, hurta las palabras, las cuales pertenecen al mundo de la dualidad, de los sujetos y objetos. Por ello, el decir del derviche es un silencio penetrante y cristalino, nada más que muda elocuencia. Halil Bárcena

lunes, 23 de marzo de 2009

De la luna


"¡Oh, luna! Por ti el corazón se alegra.
Los demás existen, pero tú eres
el fuego de mi corazón.
El mundo se regocija con la fiesta de Nowrûz,
pero tú eres hoy mi fiesta y mi año nuevo"


Mawlânâ Rûmî (m. 1273)








Comentario:
En el simbolismo sufí, la luna representa al sabio, al hombre de conocimiento que es capaz de guiar a los demás con la pureza de su luz y su verbo profético, como la luna guía en la noche al peregrino que busca temeroso la casa de su amigo. La luna es, justamente, quien aviva el fuego interior del derviche con sus destellos de luz. Y es que sólo las palabras del sabio son capaces de encender de verdad los corazones. Quien holla la senda sufí sólo tiene oídos para el decir de los que saben. ¡Hay tanta palabrería huera! Al llegar la primavera, y con ella el nowrûz, el año nuevo persa, el mundo bulle de alegría. Pero, para quien reside en la presencia de la luna, que es el maestro, cada día es nowrûz, siempre es primavera. Halil Bárcena

lunes, 16 de marzo de 2009

De los signos de Él


"Nada conmovió mis ojos
salvo el manantial que brotaba"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)





Comentario:
El derviche ve y, por consiguiente, conoce lo que otros saben o creen (¡o creen saber!). No hay, pues, necesidad de creer para quien ha visto. Quien alza los ojos y mira más allá de sí mismo ve que todo es un signo divino, como el manantial tintineante que brota de la tierra y salta montaña abajo. Y eso es, y no otra cosa, lo que en verdad le conmueve. Todo es el rostro del Amigo, tal como lo llaman los derviches, que se nos insinúa haciéndonos guiños a través de cuanto existe. Porque Él, el que es, no constituye un añadido a la existencia, un otro de nada. Es interior al mundo y patente, al mismo tiempo, en todas las formas existentes. Y es que todo en el cosmos es una misma acción: la de Él, que no es un sujeto ni tampoco un objeto, sino el cumplimiento de las cosas, lo que hace que éstas sean lo que son. Halil Bárcena

lunes, 9 de marzo de 2009

Ver, no creer


"Tu mundo se extiende
hasta donde alcanza tu vista;
el mar que ves
tiene la misma proporción que tu ojo"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)





Comentario:
La realidad es mucho más que lo que a simple vista vemos. Al cabo, damos por real lo que no es sino nuestra parcial interpretación del mundo. Pero, el mundo, todo cuanto existe y es, no cabe en nuestros ojos, aquejados de miopía. Y es que lo que llamamos realidad sólo es nuestra lectura parcial e interesada de las cosas. De ahí que hollar la senda sufí implique ensanchar la mirada para ver más y mejor. Y digo ver, no creer. Al cabo, en la senda no se indicará jamás nada que uno no pueda comprobar -¡ver!- por sí mismo. El fundamento de la espiritualidad es la indagación, no la creencia acrítica. El problema estriba en que ¡son tan pocos los que prefieren ver a creer! Halil Bárcena