lunes, 24 de noviembre de 2008

Como la nieve


"El libro de los sufíes no es de tinta y letras;
no es otra cosa que un corazón blanco
como la nieve"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)





Comentario:

No se es un derviche por tener más conocimientos librescos sobre la senda sufí, ni por seguir tal o cual formalidad ritual. Tampoco se es un derviche por enfundarse un turbante en la cabeza, cambiar de nombre o llevar en la mano un tasbîh, una suerte de rosario sufí, con el que invocar a un dios tan sobado y gastado que ya sólo existe en nuestras mentes como simple ídolo del pasado. El genuino derviche es alguien capaz de asombrarse radicalmente frente a las cosas; alguien que no permanece encerrado en una sola identidad, sabedor que la realidad no se deja englobar en una única perspectiva. No hay verdades absolutas, nos dice el derviche, ni religiones definitivas que vengan a sellar nada, ni a completar o corregir a las anteriores, como si hubiese acaso algo parecido a un plan divino que se le hubiese ido revelando al hombre por etapas históricas. Lo que en verdad habla del derviche es su corazón límpido y humilde, blanco como la nieve. Decía el profeta Muhammad que toda la sabiduría del sabio reside en la bondad de su carácter. El sufismo es un saber y un sabor, ma'arifa y dhawq: una sabiduría genuina que empapa el carácter transformándolo de cuajo en luz y amor. Y es que el derviche se caracteriza por la excelencia que imprime a todo cuanto dice y hace. En definitiva, para ver y conocer la verdad, se ha de vivir en la verdad, cuyo esplendor es la belleza. Halil Bárcena