lunes, 17 de noviembre de 2008

Senda del amor


"La fe de la senda del amor es diferente.
La embriaguez del vino del amor es diferente.
Todo lo que aprendas en la taberna de los derviches es diferente.
Porque todo lo que aprendes del amor es diferente"

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)







Comentario:

Decía el místico abulense Juan de la Cruz (m. 1591), en los pliegues de cuya poesía laten inequívocos ecos sufíes, que a donde no sabes se va por donde no sabes. Y es que la senda interior, que es la senda de la lucidez y el amor incondicional, no es un camino conocido por donde ya antes se haya transitado. Todo en el andar del derviche es nuevo y, por consiguiente, diferente también. No es el suyo un camino sobre seguro, que persiga garantías y verdades, sino que, antes bien, avanza de asombro en asombro, de perplejidad en perplejidad, de pasmo en pasmo. De ahí que el derviche sea antes que nada un ser admirado. A veces, quien holla la senda sufí siente vértigo; el vértigo de quien se sabe nada y a la intemperie. Esa es su única certeza. Así pues, antes de traspasar el umbral de la puerta de una taberna derviche auténtica (jânaqa) se ha de saber que todo maestro sufí tiene como primera misión destruir sin contemplaciones las ideas previas que uno se haya podido hacer de lo que es el camino interior y la espiritualidad. Más aún, no quedará ídolo alguno en pie, ni en la mente ni en el corazón, de quien se mezcle con los derviches. Es una advertencia, para que luego nadie se lleve a engaño. Todo cuanto se aprenda de los derviches será forzosamente diferente, porque el amor -¡cómo lo diría yo!- es diferente. Pero, la cuestión es: ¿dónde caramba se encuentran los derviches? Halil Bárcena