Waqt en lengua árabe significa tiempo,
momento, instante. En el sufismo el término ha sido
utilizado no para designar una cantidad o medida de tiempo, sino más bien para
referirse a la cualidad del momento o
incluso podríamos decir que designa la "concreción
fugaz de la eternidad" [1]. En ese sentido, al sufí se le conoce como ibnu-l-waqt o hijo del instante.
"El presente dahr es un océano de
maravillas extraordinarias cuyas olas son los instantes que se suceden. ¡Tú que
conoces a Dios!, no dejes escapar sus maravillas al ignorar lo que hay en él. Si
se te escapa, no cumplirás como debes con
Él, ni le darás el valor que se merece" [2].
A cada instante, nos dirán los sufíes, la creación es
renovada y ésta jamás se repite, de manera que a cada momento se manifiesta un aspecto diferente de la divinidad: "Cada día, Él está en algún asunto" (Corán 55, 29). El derviche es, pues, en
palabras de al-Qushayrî, aquel que "está ocupado en lo que más conviene a su estado
místico y está presente a lo que se exige de él ahora" [3]. Nos recuerda al mismo tiempo Mawlânâ Rûmî:
"El derviche es hijo del instante
Oh amigo! decir mañana no es propio de la senda
interior" [4].
Y es que, efectivamente, no es propio del derviche posponer lo que el momento pide de él, puesto que :
"No hay instante en
el que Dios no exija algo nuevo de ti. No hay momento breve o prolongado, que no
te obligue de alguna manera a responder ante Dios. Cada instante es una nueva
situación que por pequeña que sea encierra significados y aspectos de la
sabiduría divina; quien lo descuida, ha perdido una enseñanza que ya nunca
podrá recuperar" [5].
Como decimos, posponer no es propio del derviche, como
no lo son tampoco la negligencia ni el descuido del aquí y ahora. "El ‘arif [sabio sufí] necesita conocer la
enseñanza que contiene su momento presente como si fuera su propia vida, porque
quien descuida la enseñanza del instante, lo deja pasar no obtiene el beneficio
que Dios guarda para él" [6].
Al derviche, si
de verdad lo es, se le encontrará ocupado en
la situación y el momento en que Dios le ha colocado, sin buscar cambiarla por otra diferente,
"ya que no sale de la ignorancia el
que quiere que en el instante presente (al-waqt) se produzca algo distinto de lo
que Dios manifiesta en él" [7].
En el sufismo todo es una cuestión de adab y, efectivamente, ser hijo del
instante no es sino una cuestión de adab
o cortesía espiritual. Por cortesía
espiritual no nos referimos a un conjunto de comportamientos protocolarios adecuados o convenientes
según unas ciertas convenciones -por muy delicadas o exquisitas que éstas
pudieran resultar-, sino al saber estar,
al comportamiento propio del ‘arif, esto es, de aquel que de todo conoce el justo
valor.
Notas:
[1] Abd ar-Rahmân al-Jâmî, Los hálitos de la intimidad, J. J. de Olañeta editor, Palma de
Mallorca, 1987, p. 64.
[2] Shayj
Ahmad al-‘Alawi, El fruto de las palabras inspiradas. Comentario a las
enseñanzas de Abu Madyan de Sevilla, Almuzara, Córdoba, 2007, p. 311.
[3] Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p. 64.
[4] Mawlânâ Rûmî, Masnaví I, 133.
[5] Shayj
Ahmad al-‘Alawi, op. cit., p. 311.
[6] Ibídem.
[7] Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p.64.
Inara Asensio es licenciada en derecho y diplomada en lengua árabe.