viernes, 18 de octubre de 2013

Mishima, músculos y acero

Músculos y acero

Yukio Mishima


Los músculos que se han vuelto virtualmente superfluos en la vida moderna, aunque sigan siendo vitales para el cuerpo humano, son obviamente inútiles desde el punto de vista práctico, y una musculatura conspicua es tan innecesaria como lo es una educación clásica para la mayoría de los hombres prácticos. Los músculos se han ido convirtiendo en algo similar al griego clásico. Para resucitar un idioma muerto se requería la disciplina del acero; para transformar el silencio de la muerte en la elocuencia de la vida, la ayuda del acero era esencial.

El acero me enseñó con exactitud la correspondencia entre el espíritu y el cuerpo: así, las emociones endebles se me antojaban músculos fláccidos, el sentimentalismo, un estómago fofo, y la impresionabilidad excesiva, una piel blanca y en exceso sensible. Unos músculos fuertes, un vientre plano y una piel dura, razonaba yo, correspondían respectivamente a un intrépido espíritu de lucha, una disposición intelectual desapasionada y un temperamento robusto (...). El acero me enseñó muchas cosas diferentes. Me dio un tipo de conocimiento absolutamente nuevo, un conocimiento que ni los libros ni la experiencia mundana pueden impartir. Descubrí que los músculos eran fuerza además de forma, y que cada sistema de músculos era sutilmente responsable de la dirección en que esa fuerza se ejercía, casi como si fueran rayos de luz que tomaran una apariencia de carne.

Nada podría haber armonizado mejor con la definición de obra de arte que yo acariciaba desde hacía tiempo que este concepto de la forma envolviendo a la fuerza, sumado a la idea de que una obra debía ser orgánica e irradiar luz en todas direcciones. Los músculos que yo creé así eran a la vez mera existencia y obra de arte (...).

[Yukio Mishima, El sol y el acero, Alianza Editorial, Madrid, 2010, pp. 33-34].