Islam,
entre la belleza y el recuerdo divino
Seyyed
Hossein Nasr
Se podría preguntar por qué
si, el islam puede ser llamado la religión de la belleza, los pensadores
religiosos, islámicos, judíos y cristianos, han advertido también que el alma
puede ser atrapada en la trampa de la belleza y ser desviada de Dios, y por qué
algunos grandes místicos han evitado poseer o estar rodeados de objetos
hermosos. La respuesta es que, precisamente por ser la belleza una teofanía tan
poderosamente atractiva, manifestación visible de la Realidad divina, tiene el
poder de atraer al alma hacia sí y puede hacer que algunos confundan esa
teofanía con el Origen de todas las teofanías. Es precisamente la capacidad de
la belleza para atraer al alma lo que la hace una espada de doble filo. La
belleza es al mismo tiempo un camino regio hacia Dios y un obstáculo para
llegar a Él si se toma como un dios en sí misma. Se podría decir que si no
hubiera belleza en este mundo no existiría ninguna distracción mundana para el
alma y todas las almas serían atraídas sólo por Dios. En cierto sentido, la
vida espiritual no sería un reto, y la grandeza del estado humano disminuiría.
Lo que hace heroica la búsqueda espiritual es precisamente que el alma debe
aprender a distanciarse de lo mundano, que no obstante la atrae como algo
atractivo y bello, para llegar a la Fuente de toda belleza.
Es aquí donde
entra el elemento del ascetismo, tanto para el islam como para otras
religiones. Para ver la belleza terrenal como escala que conduce a la Belleza
divina, es necesario, en primer lugar, que el alma saque sus raíces de este
mundo y las plante en Dios. De ahí la necesidad de la práctica ascética y la
disciplina espiritual. No existe ninguna ley religiosa ni sendero espiritual
que no contenga al menos algunas prácticas ascéticas. En el islam, aunque no se
acepte el ascetismo excesivo tal como lo practican algunos monjes o yoguis,
ciertamente existe el ascetismo y la autodisciplina espiritual, como se ve en
las plegarias y el ayuno. Mediante las disciplinas de la šarī`a, el alma se prepara para aceptar una disciplina espiritual
adicional y se embarca en el sendero espiritual que conduce hacia Dios, donde
la fuente de atracción que hace posible este viaje es la belleza y el amor.
Está también, por supuesto, el poder espiritual e iniciático (wilāya/walāya) transmitido por el
Profeta a todas las generaciones posteriores de musulmanes que buscaban y
buscan todavía contemplar incluso en esta vida la belleza incomparable del
Rostro del Origen de toda belleza. Para los sabios realizados, toda belleza es
el reflejo de la Belleza divina. El alma de esas personas ha superado el
peligro de ser desviada de la contemplación del Bello por el reflejo de la
Belleza. Para esas personas, ninguna belleza terrenal puede convertirse en
obstáculo en el camino a Dios. Al contrario, cada forma de belleza de este
mundo es una ocasión para el recuerdo de la Belleza de Dios y la rememoración
de la Belleza de Su Semblante en nuestro encuentro preeterno con nuestro Señor
cuando atestiguamos, de acuerdo con el Corán, Su Señorío.
El
pensamiento y la sensibilidad artística islámica han asociado siempre belleza
con realidad, y fealdad con no existencia.
(Seyyed
Hossein Nasr, El corazón del islam, Kairós,
Barcelona, 2007, pp. 248-249).