miércoles, 28 de noviembre de 2012

El espejismo de la libertad

El espejismo de la libertad

Halil Bárcena




Uno de los espejismos que más deslumbran al ser humano, sobre todo al hombre moderno, es el de la libertad. De hecho, buena parte del proyecto de la modernidad occidental se sustenta sobre dicho principio de la libertad. El hombre es libre, se dice, lo cual es decir mucho; o nada, según como se mire. Tal vez fuera más correcto afirmar que es la inconsciencia del hombre moderno, borracho de egolatría, la que le hace creerse libre, autónomo y autosuficiente. Vivir de espaldas a las realidades espirituales, negarlas incluso, es ignorar la naturaleza real de las cosas; y eso poco tiene que ver con la verdadera libertad, aunque se esté muy lejos de poder reconocerlo. En ese sentido, el hombre moderno es el epítome del kâfir -de donde el ‘cafre’ castellano-, esto es, el negador u ocultador de la verdad, que aquí es lo Real. Y, justamente, lo contrario del kâfir es el derviche, el espiritual musulmán abierto a Al·lâh, el mû’min, sinónimo en este caso del hombre plenamente humano. La tarea del derviche, lo único que cuenta para él, es vivir en el recuerdo vertical (valga la expresión) de las realidades espirituales, de tal modo que puede comprenderlas, encarnarlas y, en consecuencia, mostrarlas. Y es que para hacer, hay que ser; y para ser, hay que ponerse en disposición de recibir, que es vivir en actitud de apertura existencial y entrega confiada al Ser. En resumen, la libertad del hombre moderno consiste en creerse algo; la del derviche, en saberse nada, o lo que es lo mismo, ser reflejo simbólico del Todo. Afirma Martin Lings: “Es precisamente reconociendo que no es libre por lo que el hombre verdadero tiene relativa libertad en tan alto grado. Pero el kâfir, manteniendo que es independiente, es la menos libre de todas las criaturas”.