El ney derviche, una caña
Halil Bárcena
El ney, la célebre flauta derviche de caña, evocada por Mawlânâ Rûmî (m. 1273) en el pórtico de su Mesneví, sintetiza a la perfección el carácter del sufismo mevleví, en el que la belleza, en tanto que esplendor de la verdad, desempeña un papel imprescindible. Dicho de otro modo, para los derviches mevlevíes, paladines del adab sufí, es tan importante lo que se dice como la forma en que se dice. De ahí que el secreto del ney resida en la calidad de su sonido, ciertamente lastimero -al fin y al cabo, el ney es un exiliado que añora su patria de origen-, y no tanto, en una digitación veloz. Por consiguiente, lo más alejado de un neyzen de tocar hondo y pausado son esos músicos, falsamente llamados virtuosos, que hacen de la rapidez un fin en sí mismo. Con otras palabras, el neyzen ha de conseguir una calidad de sonido tal que evoque el alto simbolismo espiritual de un instrumento que para el derviche mevleví constituye el mejor recordatorio del llamado día de alast, cuando el ser humano era uno con su sustentador allá en la preeternidad, según el relato simbólico recogido en el texto coránico, poéticamente recreado por Mawlânâ Rûmî.
Aquí (a partir del minuto 13'35), podrán conocer de viva voz toda la verdadera historia del ney, que habla del exilio y la separación:
http://www.youtube.com/watch?v=uR7MSu_dsNc&feature=relmfu