jueves, 20 de septiembre de 2012

No solo de pan


No solo de pan vive el hombre


Halil Bárcena


No hay tránsito posible a través de la senda sufí sin que previamente nos hallamos formulado un par de preguntas capitales, presentes en toda tradición espiritual ortodoxa: qué somos y cuál es nuestro propósito aquí. Es cierto que si no comemos morimos, pero la lucha por comer, esto es, la supervivencia, en modo alguno justifica nuestra existencia. Por consiguiente, reducir el vivir a sobrevivir lejos de humanizarnos nos animaliza más y más, igual que cuando reducimos la sexualidad a la mera procreación. Los animales utilizan la comida solo para alimentarse, del mismo modo que emplean el sexo nada más que para reproducirse. El hombre, sin embargo, ha generado el erotismo y la gastronomía, que aun basándose en necesidades biológicas las trascienden espiritualizándolas. Y dicho proceso de espiritualización, en el sentido de que va más allá de la pura materialidad, es lo que en verdad nos humaniza. Podríamos decir, pues, que no solo de pan vive el hombre, como reza el dicho evangélico. Y es que hay hambres que no satisface el pan. Pues bien, ese hambre otro que ningún pan material sacia es la fuerza que nos impulsa a la indagación espiritual. No hay senda sufí que valga sin hambre de espíritu. Mawlânâ Rûmî (m. 1273), maestro de derviches, les instaba a los suyos a tener sed más que a preocuparse por hallar agua, lo cual viene a ser lo mismo. El sufismo no es para los satisfechos, ni tampoco para los saciados, sino para quien tiene hambre, hambre real de conocimiento, hambre de espíritu.