miércoles, 11 de julio de 2012

Símbolos: La perla


El simbolismo de la perla


Halil Bárcena




En el simbolismo sufí, sobre todo en la poesía de raigambre persa, la perla, una joya en el interior de la concha exterior, está estrechamente ligada a todo cuanto tiene que ver con el perfeccionamiento interno y los frutos de la senda interior. Era Farîd al-Dîn al-'Attâr (m. 1221) quien definía el sufismo como el arte de "convertirse en perla". En su célebre Gulshan-i râz, traducido aquí como El jardín del misterio (Ediciones Nur, Madrid, 2008), Mahmûd Shabistarî (m. 1337) se refiere al significado profundo de la perla afirmando que "la perla es el conocimiento del corazón", eso que los sufíes denominan ma'rifa y que es un conocimiento directo, no discursivo, de la realidad tal cual es. Pero para entender el alcance real del simbolismo sufí de la perla es preciso conocer los relatos míticos que los buscadores de perlas del mar de Omán cuentan a propósito de la génesis de la perla. Según aquéllos, las ostras sedientas ascienden a la superficie del mar por primavera para saciar su sed mediante las lluvias de dicha estación tan benéfica, de tal modo que la perla no será sino una gota de dicha lluvia primaveral cristalizada en el interior de la ostra. Sabida es la importancia que el agua (sobre todo el agua de lluvia) posee en el relato coránico, asociada siempre a la rahma o generosidad misericordiosa de Al·lâh. Al fin y al cabo, el propio Corán, como la lluvia, es un tanzîl o descenso misericordioso. El caso es que, en el caso de la perla que ahora nos ocupa, la gota de lluvia representa el conocimiento transformador de la ostra que es capaz de engendrar algo tan maravilloso como una perla. La perla sería algo así como el corazón de luz, belleza y amor que anida en el interior de una ostra que no es otra cosa que el propio derviche hecho ser de luz. Por todo ello, el sufismo identifica la perla con la figura del insân al-kâmil u hombre universal, cósmico y completo; el hombre 'esférico' de Ankaraví, que es a primordial y final a la vez, capaz de reflejar sin tacha la luz divina. Y la figura sufí por antonomasia del insân al-kâmil es el profeta Muhammad, de quien Mawlânâ Rûmî afirma: "Es la perla más maravillosa y única".