(Con)fusiones musicales
Halil Bárcena
Vivimos una época de mezcla y confusión, en la que nada es lo que parece. Corren unos tiempos desordenados, en los que como nada está en su sitio nadie puede ocupar su lugar natural. Y esto en todos los órdenes de la vida, también, por supuesto, el artístico y, más concretamente, el musical. Digámoslo ya de entrada y sin embudos: lo que en el ámbito de la música se conoce a menudo como fusión no es sino una perfecta confusión sólo apreciable por quienes no son capaces de distinguir entre el original y la copia y, en consonancia con los tiempos que corren tan frívolos (todo el mundo se atreve con todo) y wikipédicos, se conforma con lo que parece ser (oriental o sufí, por poner un ejemplo bien cercano) pero no es. Hay músicas (insistimos en el ejemplo: orientalizantes más que orientales) que 'suenan a' pero en modo alguno 'son'. Y como es muy difícil mentir en la música, no pasan de ser meras copias falsas e insinceras. Si nos ceñimos al ámbito musical sufí que nos ocupa, ya sea turco o bien árabe, nada que no esté interpretado según el patrón del maqâm o modo musical podrá ser considerado como tal música sufí. Afirma el musicólogo turco Rauf Yekta Bey a propósito del maqâm que es "una forma particular de la escala musical, caracterizado por una cierta disposición de los intervalos y de los distintos elementos que lo integran", que según él son seis: 1) división en tetracordes y pentacordes, con su posición respectiva 2) ámbito musical 3) nota inicial fundamental 4) notas predominantes 5) tónica y 6) movimiento de la melodía o seyri, con sus respectivas cesuras o puntos finales. Sin eso no hay maqâm, y sin maqâm no hay música tasawwuf o sufí; lo que habrá es eso que en Turquía y el Próximo Oriente árabe se conoce como sharqiyât y que, a falta de mejor expresión, podríamos traducir por 'souvenirs orientales', es decir, nada auténtico, nada serio.
Escribía Ananda K. Coomaraswamy, a propósito del románico: "Para juzgar obras de arte románico y comunicarlas, el crítico o profesor de este campo debe convertirse en hombre del románico, y para ello se necesita más que sensibilidad para las obras románicas o conocimientos sobre ellas". Pues bien, lo mismo vale para la música sufí, que aquí nos preocupa. Para interpretar el repertorio musical sufí se precisa algo más que destreza musical, algo que además se debería de suponer. Para ser correctamente dicha y expresada una cosa debe proceder de dentro, puesto que conocer es ser; de otro modo se imitarán sin más los accidentes de un estilo musical concreto pero totalmente al margen de las operaciones intelectivas internas que dicho estilo requiere. Es cuando se ignora una tradición musical, cuando se desconoce su verdad, cuando se recurre a la hibridación hoy llamada fusión (o mestizaje), que para nosotros no es más que pura confusión musical. Y los artes híbridos, lo decía Coomaraswamy también, son los menos importantes de todos.
Escribía Ananda K. Coomaraswamy, a propósito del románico: "Para juzgar obras de arte románico y comunicarlas, el crítico o profesor de este campo debe convertirse en hombre del románico, y para ello se necesita más que sensibilidad para las obras románicas o conocimientos sobre ellas". Pues bien, lo mismo vale para la música sufí, que aquí nos preocupa. Para interpretar el repertorio musical sufí se precisa algo más que destreza musical, algo que además se debería de suponer. Para ser correctamente dicha y expresada una cosa debe proceder de dentro, puesto que conocer es ser; de otro modo se imitarán sin más los accidentes de un estilo musical concreto pero totalmente al margen de las operaciones intelectivas internas que dicho estilo requiere. Es cuando se ignora una tradición musical, cuando se desconoce su verdad, cuando se recurre a la hibridación hoy llamada fusión (o mestizaje), que para nosotros no es más que pura confusión musical. Y los artes híbridos, lo decía Coomaraswamy también, son los menos importantes de todos.