De la imitación a la comprensión
Halil Bárcena
“Sé como te muestras y muéstrate como eres”. He ahí lo que Mawlânâ Rûmî les aconsejaba a los
suyos a la hora de manejarse en el gran teatro (¿o habría que decir teatrillo?)
del mundo de los hombres. Indefectiblemente, el derviche se equivoca y comete
errores, pero nunca miente. Un derviche jamás ha de intentar parecer nada; un
derviche es, y nada más. Y ser lo que se es, es ser eso que el propio Mawlânâ
clamaba en su prístino persa: hich, es decir, nada. Lo que sobra de nosotros no es
lo que en verdad somos, sino todo lo que creemos ser, todo lo que quisiéramos
ser y en verdad no somos. La senda interior sufí nada tiene que ver con la imitación de
formas exteriores. No se es un derviche por vestir una jirqa o manto sufí o ir por el mundo enturbantado. Nadie se convierte en un derviche por cambiar su nombre y entregarse a salmodiar letanías en lenguas ajenas que ni entiende. Hoy, más que
nunca, es preciso pasar de un sufismo de la imitación a un sufismo de la comprensión.
Ese es el verdadero avance en la senda interior, eso es profundizar en el
camino espiritual. Y comprender es realizar, encarnar en uno mismo, la
intuición espiritual primordial del sufismo: que sólo Él es existente y que la
vida es un don prestado que no nos pertenece.