miércoles, 18 de enero de 2012

Discernir y tener un amigo


Discernir y tener un amigo



Halil Bárcena





En la mayoría de los casos, cuando alguien se acerca por primera vez a la senda del tasawwuf o sufismo islámico (soy consciente de la redundancia que supone calificar al sufismo de islámico: ¿qué otra cosa puede ser si no más que islámica una tradición de sabiduría como la sufí enraizada en el Corán y la sunna o ejemplo del profeta Muhammad?) suele mostrar una cierta preocupación, bienintencionada por lo general, acerca del qué hacer, como si lo espiritual estuviese fundamentado en formas a realizar, con mayor o menor sentido, y preceptos que cumplir. Es cierto que todo ello, formas y preceptos, podrían otorgar una cierta sensación de que uno está haciendo algo, y además importante. Sin embargo, existe un error de fondo en dicho planteamiento que conviene corregir cuanto antes, si es que es posible, porque no siempre lo es. Y es que la pregunta inicial no es qué debo hacer, sino cómo puedo ver, dado que, en efecto, ver es lo más importante, el único acto que cuenta, porque ver es un acto, según el decir de Mawlânâ Rûmî (m. 1273), maestro e inspirador de derviches. Y es en dicho acto de ver donde el hombre puede hallar su liberación, al comprender por sí mismo la naturaleza real de las cosas, de una realidad que se le muestra sin velos.




En el capítulo segundo de su libro Fîhi-mâ-fîhi, Mawlânâ ofrece un doble consejo a los nuevos aspirantes de la senda sufí. En primer lugar, les recomienda refinar al máximo su facultad de discernir, tamyîz en árabe, a fin de ver las cosas tal como son, porque mientras miremos con ojos cegados por las categorías interpretativas al uso, ya sean éstas ideológicas, religiosas u otras, oficialistas o alternativas, no seremos capaces de ver jamás. Y, en segundo lugar, les insta a buscar un amigo (dust en persa, la lengua del maestro de Konya) con suficiente experiencia y conocimiento de la vía, es decir, un guía espiritual. Por supuesto, el amigo al que aquí alude Mawlânâ no es un número de teléfono al que llamar de tanto en tanto cuando uno anda en horas bajas, ni tampoco un nombre más de una lista de cualquier red social. ¡Y es que se ha rebajado tanto la noble palabra 'amigo' y lo que ésta significa de verdad! Afirma Mawlânâ: “La senda espiritual es el conocimiento del Amigo”; y al Amigo divino quien mejor lo conoce son sus amigos íntimos o awliyâ’, lo sabios, puesto que lo semejante llama y conoce a lo semejante. Y concluye Mawlânâ: “Cuando el hombre pasa su vida entre gente que carece de discernimiento, su capacidad de distinguir se embota y ya no puede conocer al amigo espiritual”. Por consiguiente, nada hay que hacer ni cumplir en la senda interior, salvo ver. Y para ello es preciso ser capaz de discernir, tarea ésta en la que los maestros sufíes nos pueden aportar mucho, siempre y cuando, claro está, que sepamos distinguir su voz diáfana entre tanto ruido ensordecedor.