domingo, 8 de mayo de 2011

La Alhambra y su luz


La Alhambra y su luz





Halil Bárcena





El arquitecto portugués Álvaro Siza (Oporto, 1933), ganador del Premio Pritzker, el año 1992, considerado el Nobel de Arquitectura, será el responsable del diseño del nuevo acceso al recinto nazarí de la Alhambra, joya andalusí del arte islámico, construido en su mayor parte en el siglo XIV por la última dinastía árabe de Granada. Según el arquitecto, el proyecto, un trabajo complejo que realmente es una nueva puerta, comportará la ordenación de los diversos accesos a la Alhambra. Para Siza, uno de los aspectos más sobresalientes en la realización del proyecto lo constituye la luz. Afirma el arquitecto portugués: "La luz es uno de los elementos más importantes en la arquitectura. En la arquitecturaislámica es un elemento tratado con una gran sabiduría. Tiene la función de proporcionar confort térmico. En la Alhambra la luz entra por el patio, sin grandes ventanas, para proteger de una iluminación excesiva y del calor. La luz pasa a otro complejo o sala, donde es más controlada, y llega a zonas de penunbra. La iluminación se desvía de una forma sabia y estimulante. La luz está muy controlada en las áreas de reposo. En nuestro trabajo trataremos la luz con el mismo cuidado" (1).

En efecto, los arquitectos musulmanes pusieron especial atención en la luz y lo lumínico, cuya función, sin embargo, no se limita solamente a proporcionar confort térmico. En la arquitectura islámica, y más en particular en la de raigambre persa, subayace un especial énfasis en la luminosidad. "En el interior de una mezquita", escribe Seyyed Hossein Nasr, "es como la luz cristalizada en formas materiales, que recuerdan siempre al creyente el brillo de los versículos del Corán: "Alá es la luz de los cielos y la tierra". Por la intensa irradiación de los rayos del sol y el aire cristalino en la región del altiplano, en la mayor parte de Persia la experiencia lumínica y la necesidad de vivir en espacios moderadamente iluminados han permanecido a lo largo de su historia como una parte integral de la vida" (2).




De ahí que no resulte extraño que las religiones preislámicas, especialmente el zoroastrismo que tanta huella ha dejado en el shiísmo y el sufismo iranio, hayan recurrido al simbolismo de la luz para mostrar sus enseñanzas sapienciales. Tampoco lo es que, ya en época islámica, la más alta espiritualidad persa se nutriera de una verdadera metafísica de la luz que tiene su fuente, principalmente, en la teosofía de la iluminación (ishrâq) del mártir Sohravardí (m. 1191), y que opera de forma similar entre sus seguidores, los llamados ishrâqîyûn, los sufíes persas y los ismailíes.

Así pues, la luz se experimenta, según el citado profesor Nasr, como una presencia trascendente que atraviesa la pesantez de la materia, transformándola en una noble forma, digna de ser la residencia del alma humana, cuya sustancia se halla enraizada en el mundo lumínico, que no es otro sino el del Espíritu.




Notas:

1. Cfr. El País, suplemento cultural Babelia, 7 de mayo de 2011, pp.18-19.
2.Prólogo de Seyyed Hossein Nasr en Nader Ardalan-Laleh Bakhtiar, El sentido de la unidad. La tradición sufí en la arquitectura persa, Madrid, Siruela, 2007, p. 15.