"Tu perfume nunca huye de mi olfato.
Tu imagen jamás se ausenta de mis ojos.
Día y noche por ti muero de deseo.
La vida pasa, pero el deseo permanece"
Mawlânâ Rûmî (m. 1273)

Comentario:
Para el derviche, el Amigo es como el perfume de almizcle cuya fragancia lo inunda todo. No es un "alguien" invisible, al que someterse, en quien creer, que se deje atrapar mediante fórmulas y palabras o que exija que le rindamos pleitesía, sino lo sutil de lo sutil, un perfume, ya lo hemos dicho, que irrumpe en la consciencia evocando todo aquello que nuestros sentidos son incapaces de percibir. El Amigo del que habla el derviche carece de rostro, no tiene imagen ni forma; escapa a toda figuración. El Amigo es, fundamentalmente, luz. Y es que vemos las cosas gracias a la luz, pero no vemos la luz que nos permite ver las cosas. El derviche no es que sólo vea al Amigo, sino que ve al Amigo en todo cuanto ve, porque en él reside y en su presencia, día y noche, arde de deseo. El Amigo no es un acompañante pasajero, ni un amor de dos días, ni un compañero de quita y pon. Nadie más celoso que Él. Y son, justamente, sus celos los que reclaman la entrega por completo del ser: que en nuestra mente y en nuestro corazón no habite nadie más que Él. Halil Bárcena