lunes, 23 de noviembre de 2009

No ser más que Él


"Si Tu eres océano, yo soy pez;
si Tu eres desierto, yo soy gacela.
Lléname de tu aliento,
que mi vida depende de él.
Yo soy tu ney, tu ney, tu ney*...!"

[* flauta derviche de caña]


Mawlânâ Rûmî (m. 1207)







Comentario:
El ney, la emblemática flauta de caña cantada por Mawlânâ Rûmî en tantos de sus versos, especialmente en el pórtico de su Masnaví, es el instrumento musical sufí por antonomasia; el preferido por los derviches. Y lo es no sólo por su tímbrica lastimera que canta el desarraigo humano y las ansias de unión. Porque el ney es más que un simple instrumento musical. El ney es el símbolo del propio derviche, ese ser espontáneo y descomplicado, transparente y vaciado de sí mismo, a través del cual transita el aliento de la vida, transformándose en melodía en él. Y es esa melodía la que otorga veracidad (y también autoridad) a cuanto dice. Poseer veracidad (autoridad también, insisto) es aquí haber realizado, esto es, encarnado, lo que está mostrando, hasta el punto de, aun siendo el mismo, no ser ya él mismo, sino Él, un instrumento del absoluto. Nadie que no sea hombre de cualidad humana profunda puede aportar cualidad a nadie. Nadie que no se haya conmovido interiormente puede conmover a nadie. Lo que a las gentes les conmueve del derviche no es tanto lo que dice, sino cómo dice lo que dice -¡esa es su veracidad y su autoridad!-, a diferencia de quienes no han hecho de la enseñanza sufí carne de su carne, cuyo decir es un mero parloteo sin atisbo de vida, imitación muerta, caricatura grotesca. Halil Bárcena