lunes, 16 de noviembre de 2009

En el círculo de los derviches



“Siéntate en este círculo.
Cierra los ojos, para ver con el otro ojo.
Abre las manos, si quieres que te abracen”

Mawlânâ Rûmî (m. 1273)



Comentario:
Sentarse en el círculo de los derviches es disponerse a compartir la vía sufí del amor que es conocimiento y del conocimiento que es amor. En la senda interior se camina solo, pues nadie puede dar ni siquiera un paso por nadie, pero en compañía. Los derviches permanecen solos, pero juntos; juntos, pero solos. Lo que los derviches comparten, fundamentalmente, es el silencio. El silencio en solitario es plata; el silencio colectivo, oro. Silenciar la mente quiere decir permanecer en el centro, residir en el eje, sin elegir, habiéndose liberado, pues, de la atracción de lo que me agrada y de la repulsión de cuanto me repele. Sentarse entre los derviches y cerrar los ojos quiere decir también, entre otras cosas, no perseguir ni querer atrapar nada. De otro modo tu silencio será esforzado, no de paz. Has de saber que cerramos los ojos físicos para que sea el ojo del corazón el que perciba la realidad real, a fin de conocer la profunda significación de las cosas, pero eso, insisto, ni se busca ni se persigue. Sin embargo, no acaban ahí las cosas. Sentarse en el círculo de los derviches significa también darse al otro, para poder acogerlo; pero si no abres las manos, jamás nadie te abrazará y permanecerás, aislado y avinagrado, como el vino echado a perder. A los otros no puedes tratarlos a puñetazos. El derviche tiene las manos abiertas y limpias, porque tiene el corazón abierto y limpio. Quien vive apretado en un puño, no ha conocido el amor, que es, básicamente, salir de uno mismo, de su propia egocentración y pútrido aislamiento. El círculo de los derviches es una escuela de conocimiento y, por consiguiente, una escuela de amor. Se viene a cerrar los ojos y abrir la comprensión, y a abrir las manos y ensanchar el corazón. Halil Bárcena